Parashat Pinjás: Cuando Moshé le ordenó a D.S

En la porción de la Torá de esta semana, Pinjás, encontramos un pasaje inolvidable. Di-s le ha dado a Moshé la dolorosa noticia de que morirá en el desierto y no conducirá al pueblo judío a la Tierra Prometida. Cuando el pueblo llega a la orilla oriental del Iardén, futura herencia de las tribus de Reubén y Gad, Moshé se esperanza: Quizás si Di-s le permitió llegar hasta aquí, el decreto será anulado y él conducirá al pueblo judío también a lo largo del Iardén.1 Pero Di-s le informa a Moshé que su decisión es definitiva. Moshé subirá al monte Avarim y se reunirá con su ascendencia, así como su hermano Aarón ha muerto antes que él.

En ese momento, Moshé se dirige a Di-s y comienza a darle instrucciones: “Entonces, Moshé le habló a Hashem, diciendo:…” Esta es una desviación de la norma, porque en general la expresión se usa cuando Di-s le da a Moshé instrucciones para que le transmita al pueblo judío. La palabra leimor, “decir”, significa “dime si mis instrucciones han sido cumplidas” De modo que Moshé peca de cierto atrevimiento al dirigirse a Di-s de este modo.

¿Qué ordena Moshé a Di-s?

“Designa a un hombre al frente de una congregación, que avance delante de ellos y vuelva delante de ellos, que los conduzca y luego los traiga, para que la congregación de Hashem no sea como un ganado sin pastor”.

Aunque Moshé no acepta por completo su muerte en el desierto (como veremos más adelante en la parashá de Va’etjanán), no puede dejar el mundo en paz sin saber que su gente estará en buenas manos.

Di-s accede al pedido de Moshé, y le da la instrucción de designar a Ioshua como su sucesor: “Toma para ti a Ioshua el hijo de Nun, un hombre de espíritu, y pondrás tu mano sobre él. Se lo presentarás a Elazar el cohen y a toda la congregación, y lo designarás en su presencia. Deberás otorgarle algo de tu esplendor, para que toda la congregación de Israel le haga caso”.

Luego de ocuparse de este asunto, Di-s vuelve a dirigirse a Moshé y vuelven a ocupar cada uno su rol: Di-s le transmite a Moshé un mandamiento para que le haga llegar al pueblo judío, sobre la ofrenda sacrificial diaria, el korbán tamid.

Rashi comenta que Di-s le decía a Moshé: “Antes de darme órdenes a mí respecto de mis hijos, dales órdenes a mis hijos respecto de mí”. Esto es análogo al caso de una princesa que está a punto de dejar el mundo y le da instrucciones a su marido sobre sus hijos. Él le contesta: “Antes de darme instrucciones respecto de ellos, dales a ellos instrucciones respecto de mí”.

Como estos dos temas están conectados —designar un nuevo líder y brindar la oferta diaria de tamid—, debe haber una relación entre ellos.

El Rebe de Lubavitch explica que la preocupación principal de Moshé era que el pueblo judío no quedara “como ganado sin pastor”. Lo que estaba en juego no era su supervivencia en términos físicos. Después de todo, eran una comunidad de adultos que seguro podría encontrar la manera de arreglárselas en su propia tierra. Moshé estaba preocupado por su supervivencia espiritual. Sin un líder fuerte, ¿quién los proveería de la guía espiritual que necesitaban para establecer una patria sobre una fuerte base moral, una que satisficiera la visión que Di-s tenía sobre la Tierra Prometida, su “tierra de deseo”?

Y ante esto, la respuesta de Di-s fue la orden de ofrecer un korbán tamid. A través del acto de realizar un sacrificio diario en el templo, el pueblo reconocería que Di-s es el Rey del Universo, y que el mundo funciona según su guía y su providencia. Si tenía esto en mente en todo momento, el pueblo jamás sería “ganado sin pastor”.

Este concepto nos ayuda a entender el propósito de los sacrificios animales. ¿Di-s necesita nuestra carne?

Rabí Shimon ben Azzai dice “¿Quizás Di-s necesita comida? Entonces el texto afirma: ‘si tuviera hambre no te lo diría, porque el mundo y su totalidad son míos’.9 También dice: ‘Como cada bestia del bosque es mía, y también el ganado de mil laderas’ ¿Como yo la carne de los toros o tomo de la sangre de las cabras? No es por mi bien que ustedes traen sacrificios, sino por su propio bien, como está escrito, ‘Debes sacrificarlo por tu propia voluntad’”.

Si Di-s no necesita comer, ¿entonces por qué los sacrificios son descriptos en términos de comida, como en “mi ofrecimiento, mi pan”?

Si bien es cierto que Di-s no necesita comida física, sí tiene una “necesidad” de nutrirse de alguna manera. Así como vivimos como almas vestidas por cuerpos, la presencia de Di-s viste todo el universo, lo sostiene y le da existencia en cada momento. Así como necesitamos comida para sostener el alma y que ella pueda animar el cuerpo, Di-s necesita nutrirse de nuestros sacrificios para revelar su presencia en este mundo. No es que Di-s no existiría sin nuestros sacrificios, que Di-s no lo permita. Sino que llevar la ofrenda es una manera de reconocer, y así exponer, la divinidad que está presente en el mundo.

Cuando llevamos un korbán, hay dos aspectos involucrados: lo que hace por Di-s y lo que hace por nosotros. Por un lado, nuestras ofrendas le dan placer a Di-s. El versículo describe el sacrificio como “un ofrecimiento que alimenta, una bebida espirituosa agradable para Di-s”. Aun así, como explica Ben Azzai, todo el objetivo del ofrecimiento, incluida la bebida agradable, no es para beneficio de Di-s sino para el nuestro propio.

El deseo y la “necesidad” de Di-s de korbanot no es más que una instancia de su deseo y necesidad en favor de toda la creación. ¿Por qué necesitaría él un mundo? ¿Por qué nos necesitaría a nosotros? El concepto más fundamental del pensamiento jasídico es que Di-s creó el mundo porque quería una relación con nosotros. No necesita nuestra comida, pero sí necesita que nos dirijamos a él de manera diaria y le digamos: “Di-s, sabemos que estás ahí. Sabemos que este es tu mundo, y queremos que te reveles en él”.

Moshé cumplió con su parte al demandarle a Di-s que enviara al líder apropiado que nos guiara para lograr esto. Di-s hizo su parte cuando nos dio instrucciones específicas —en la forma de korbanot o de otras miztvot— a partir de las cuales nos podemos relacionar con él, interactuar con él e incluso causarle placer. Ahora tenemos que hacer nuestra parte. La acción es lo que más importa. Cada vez que hacemos una mitzvá, cada vez que entregamos un poco de nosotros, o de las posesiones que tanto nos costó conseguir, por el bien de Di-s, convertimos el deseo de Di-s en realidad. Hacemos del mundo un hogar para Di-s.

 

Fuente: Chabad.org