Rusia, el invasor invadido

Por Ricardo López Göttig

En la última semana se produjo un viraje en la guerra de Ucrania: el ejército ucraniano comenzó la ocupación de la región de Kursk, en Rusia, ocupando entre 400 y 800 km cuadrados. Las cifras varían en cuanto a la cantidad de rusos que han sido evacuados, pero todas ellas hablan de decenas de miles, y con una veintena de localidades tomadas por los ucranianos.

Esta ofensiva, por completo inesperada, está provocando cambios en el desarrollo de esta guerra que ya lleva dos años y medio. Porque significa el retiro de tropas rusas de las regiones conquistadas a Ucrania para ser enviadas a este nuevo frente, con lo cual detiene las lentas operaciones de avance en la región del Dónbas. Por otra parte, expone una vez más la escasez de recursos y las fallas logísticas del ejército ruso, que ha dejado en la indefensión a su propio territorio, lo cual fue aprovechado por esta decisión de las autoridades ucranianas.

¿Se trata de ocupar territorio ruso para, eventualmente, ser intercambiado en futuras negociaciones de un alto el fuego? Es probable que esto se encuentre entre los cálculos, además de desviar la atención, así como el de generar descontento entre la población rusa hacia Vladímir Putin, para quien la “operación militar especial” de diez días en suelo ucraniano ya se cuenta por años. Para el mandatario ruso, además, es una mala señal que Donald Trump ya no tenga tan seguro un nuevo período presidencial a partir de enero de 2025, aunque todavía resta un largo camino hasta el primer martes de noviembre con la elección general. La guerra de Ucrania no está siendo, en este momento, uno de los grandes temas del debate de la campaña electoral en los Estados Unidos, para bien o para mal, porque los candidatos aún están calculando en cómo enfrentarse en los meses venideros.

Lo cierto es que este avance sobre territorio ruso, aunque mínimo en comparación a su gigantesco territorio, es una señal de fragilidad que Putin no se puede permitir por mucho tiempo. Ya los atentados en el Cáucaso norte, en Daghestán, pusieron en evidencia que tiene fallas en su seguridad interna frente al jihadismo en esa región siempre conflictiva. Para el país con las fronteras más extensas del mundo, se torna vital asegurarse el más pleno control de sus límites por una cuestión de disuasión y supervivencia como Estado. Como señalaba el ajedrecista Emanuel Lasker, a veces es mejor hacer la jugada que más moleste al adversario aunque no sea la mejor estratégicamente, y esta parece ser la movida ucraniana en el tablero.