Entre el recuerdo y olvido. Las manos de Moshé. Reflexión

“Pero sucederá qué si olvidas al Eterno tu D’os y marchas tras dioses ajenos, les sirves y te posternas ante ellos, yo les advierto hoy que ciertamente perecerán”.
Deuteronomio, Capítulo 8, versículo 19

El olvido.

Los rabinos nos dicen, que el olvido es un regalo y una bendición del Todopoderoso al Ser humano. Hay ciertas cosas, hechos o personas que es conveniente y necesario y hasta obligatorio olvidar. De esta manera, uno puede continuar avanzando  en el camino de su existencia terrenal.

Obvio, que no todo hay que olvidar. La Parashá o capítulo semanal de la Torá (Ekev) nos advierte sobre no olvidar ciertas cuestiones fundamentales como ser a Hashem o al propio D’os, y sus mandamientos y su Torá.

De tal forma que el olvido debe ser “selectivo”.

Según el diccionario el olvido se entiende como: “La cesación de la memoria que se tenía. Se trata de una acción involuntaria que supone dejar de conservar en la mente información que ya se había adquirido”.

En el campo médico, el olvido puede tener diversos significados, en geriatría los que denominamos olvidos benignos (de los ochenta en adelante), mientras que en otras ocasiones pueden ser expresión de problemas mentales tales como estados confusionales, depresión, en cuadros obsesivos, o para muchos la antesala de las temidas demencias.

El recuerdo.

Por otro lado, y a modo de contrapunto, el pueblo judío tiene un historial  lleno de esa gimnasia o ejercicio crónico y sustentable en el tiempo, que nos permite rescatar la memoria, y fogonear y motorizar nuestro impulso de vida hacia adelante.

Si insistimos, el recuerdo se define como: “memoria que se hace o aviso que se da de algo pasado o de lo que ya se habló”.

No en balde, la palabra recuerdo también se entiende o utiliza como presente o regalo.

En este último libro del Pentateuco en el capítulo 25 y en los versículos 17 y 19 , se pide al pueblo judío recordar lo que le hizo Amalec, un pueblo enemigo de los hebreos y descendiente de Esau (hermano de Yaakov).

En una feroz batalla, el profeta Moshé alzaba sus manos al cielo, y sus brazos eran sostenidos por Jur y Aharón a los fines de otorgar a los Israelitas la victoria.

El equilibrio. Final.

Se obstruye y que en el fondo no cuaja con la cosmovisión judía, y es inoperante debe ser pasada a depósito. Por el otro lado, la Torá que es la palabra y la Sabiduría divina debe estar siempre en la vidriera o en primera fila. Esa guía o GPS para la vida, debe/ría ser evocada a toda hora  y en todo lugar que nos sea posible.

En definitiva: ¿qué olvidar? y ¿qué recordar?, es parte de nuestra tarea en el continuo existir. La elección se vincula con el libre albedrío y /o la capacidad de elegir o decidir que camino o senda tomar. 

Toda aquella (información) que es nuestra vida. Y claro, las consecuencias van atadas de la mano de nuestra responsabilidad en los efectos y sus causas.

Llegados a este punto, podemos encastrar pensamiento, con nuestra palabra y con la acción.

En la cosmovisión judía recompensa y castigo no se dan al azar o por casualidad.

Para concluir, el 7-10 es otro ejemplo, si olvidamos que somos hermanos, lamentablemente esto trae consecuencias. Hoy como ayer, recuerdo y olvido y las manos de Moshé señalando hacia las alturas, buscando ayuda del cielo, continuan siendo la fórmula eterna e irremplazable.

Shavua Tov!

Dr. Natalio Daitch