Shir Mizrachi enseña, sentada en un parque de Jerusalén, un nuevo tatuaje en su brazo derecho: es el nombre de su hermano Eliran, soldado reservista de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) que sirvió durante medio año en la guerra en Gaza antes de suicidarse en junio.
«No lo podía soportar más. Lo hizo el mismo día en el que le ordenaron volver a los combates», explica esta joven israelí de 28 años cuyo hermano, diagnosticado con trastorno por estrés postraumático (TEPT) al poco de abandonar el enclave tras resultar herido, aún seguía bajo tratamiento psiquiátrico.
Como Mizrachi, al menos otros diez soldados se han suicidado desde el pasado 7 de octubre; según cifras de una investigación del periódico Haaretz, ya que no existen datos oficiales sobre a este tema.
La difícil vuelta a una vida sin guerra
«Mi hermano salió de Gaza por orden de los médicos, debido a una herida en la rodilla, pero su mente nunca llegó a salir de allí», detalla.
Fue, dice, en ese momento lejos de los combates y de los bombardeos cuando afloraron sus problemas de salud mental acompañados de episodios de insomnio, ataques de ira, y sin poder despegarse de su teléfono móvil en el que veía videos de Gaza.
«El Ejército lo mandó a psiquiatría tras su marcha de Gaza, pero realmente no éramos conscientes de lo que realmente significa sufrir estrés postraumático. Y creo que ni nuestro Gobierno, ni las FDI están sabiendo tratar este problema que, además, sigue siendo tabú en Israel», lamenta.
Desde las Fuerzas de Defensa de Israel, un funcionario del departamento de salud explica que desde el inicio de la guerra los recursos destinados a la salud mental se han incrementado.
«Tenemos militares especializados en salud mental en prácticamente todas nuestras unidades de combate. Somos conscientes de que muchos de nuestros soldados han experimentado algún trastorno de salud mental, especialmente, a causa del 7 de octubre», indica y avanza que serán muchos más conforme la guerra se alargue.
Más casos de ansiedad, depresión y TEPT
Por los departamentos de salud mental de las FDI han pasado, según explica este funcionario israelí, soldados de todas las categorías y edades con casos de ansiedad, depresión y trastorno por estrés postraumático (TPEP).
«Intentamos explicarles que es normal que sufran algún tipo de trastorno mental después de los combates. Muchos vienen por voluntad propia porque hoy en día hay más consciencia, pero muchos de los que se suicidan no siempre acuden a pedir ayuda», apunta.
Y subraya que, en el caso de soldados que presentan estas patologías, las FDI intenta reincorporarlos a sus filas lo antes posible: «Si no vuelven, esos problemas pueden agravarse».
Y así ocurrió con Eliran, quien recibió una llamada pocos días después de ser diagnosticado.
«Mi hermano estaba sufriendo mucho y es evidente que el tratamiento no fue suficiente. Se suicidó con un arma que había comprada fuera de los meses de servicio», cuenta su hermana, que alega que antes de la guerra había normas más estrictas para conseguir armas.
Las alertas de los expertos
Por el contrario, algunos médicos consideran que su rápida reincorporación puede ser contraproducente tanto para ellos como para sus compañeros, como ya advirtió el profesor Yair Bar-Haim, director de la clínica del Centro Nacional Postrauma de la Universidad de Tel Aviv, en su informe anual «El futuro de Israel».
«Estos soldados corren el riesgo de agravar su condición psicológica y, como es posible que no estén en plena forma para combatir, también ponen en peligro a sus camaradas», apuntó Bar-Haim, quien reconoció que el caso de Eliran Mizrachi no ha sido el único.
Sin embargo, su caso sí que ha sido uno de los más mediáticos puesto que su familia denunció que el Estado se negaba a reconocerlo como ‘soldado caído’ ya que su muerte se había producido fuera de servicio.
«Mi familia y yo nos sentimos muy decepcionados con nuestro país. Conozco a las Fuerzas de Defensa de Israel y sus normas… pero mi hermano ha dado la vida por esta guerra y se convirtió en número tras su muerte», cuenta Shir indignada. La presión mediática logró, al final, revertir finalmente la decisión.
Y pese al dolor que le causa la pérdida de su hermano, Shir quiere pensar que, al menos, ha servido para situar en el centro del debate «la sangre invisible» que encharca las entrañas de las Fuerzas de Defensa de Israel.
«Estoy convencida que todos nuestros soldados sufren problemas de salud mental. Hay que hablar más de eso. Es, como dice mi madre, una sangre invisible (que) está ahí pero no se ve», concluye. EFE y Aurora