El egoísmo, término que proviene del latín “ego”, que significa “yo”, se ha convertido en una característica predominante en nuestra sociedad individualista. La búsqueda constante de la satisfacción personal y el supuesto “éxito” a cualquier costo han llevado a una creciente desconsideración hacia los demás y las causas colectivas.
En contraste, la generosidad es un valor que ha sido destacado en la cultura judía. La Mitzvá, la obligación de “Tzedaká” la justicia social, enfatiza la importancia de compartir con los necesitados y las causas que mejoran la realidad de nuestro mundo. El maaser, el 10% de lo que administramos, no nos pertenece. El socio que nos brinda todo, nos da un 90% en la sociedad y nos exige que su 10% lo entreguemos a los necesitados y causas para el bien común. No hay nadie ni el más pobre entre los pobres que esté exceptuado de entregar ese 10%. Ni hablar del pobre, que, en su pobreza, lo único que tiene es mucho dinero.
Esta cosmovisión tan clara, nos recuerda que todos fuimos esclavos y pobres en Egipto y que, como una familia extensiva, somos una unidad, responsables del destino de los unos por los otros y del de nuestro pueblo.
La generosidad no solo beneficia a quien recibe, sino también al que da. Fomenta la empatía, la compasión y la conexión con los demás. En un mundo cada vez más individualista, es crucial recuperar el valor de la generosidad.
La etimología del egoísmo nos recuerda que el “yo” no es lo único que importa. La generosidad nos enseña que el “nosotros” es fundamental para una sociedad más justa y solidaria. Debemos equilibrar nuestro deseo de éxito personal con la consideración hacia los demás. Los niños viven ensimismados en su “yo”. Los adultos emocionales son aquellos que encuentran en el otro y en las causas del “nosotros” el verdadero sentido de su vida.
No es casual que nuestros sabios hayan establecido que Utefilá (la plegaría), Uteshuvá (el arrepentimiento) Utzedaká son los pilares que atenúan la severidad del juicio Divino.
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La generosidad es un antídoto contra el egoísmo. Al practicarla, podemos crear un mundo más humano, compasivo y fortalecer las obras que consideremos justas y necesarias. La elección está en nuestras manos: egoísmo o generosidad, individualismo o solidaridad. ¿Qué elegiremos?
Miguel Steuermann, director de Radio Jai