Por Eldad Shavit
A menos de dos meses de las elecciones presidenciales de Estados Unidos y las encuestas indican una contienda muy reñida, y la vicepresidenta Kamala Harris y el expresidente Donald Trump se reunieron para su primer debate.
Este debate tuvo especial importancia dados los acontecimientos que ocurrieron después del debate anterior, que llevaron al presidente [Joe] Biden a abandonar la carrera.
Aunque se espera que ambas partes declaren que ganaron el debate, el impacto entre los votantes se aclarará más adelante.
La pregunta clave es si Harris logró convencer a los votantes indecisos de su liderazgo y demostrar que tiene planes prácticos para los principales problemas que enfrenta la economía y la sociedad estadounidenses, incluidos la inmigración y el aborto.
Gran parte del debate se centró en estos temas, con cada candidato tratando de persuadir a los espectadores de que su enfoque es el mejor mientras criticaba la respuesta del otro como inadecuada.
Ambos candidatos también intentaron socavar la credibilidad y la capacidad de su oponente para liderar y presentar un plan claro y coherente.
Las cuestiones de política exterior pasaron a un segundo plano en el debate.
En una breve mención de la guerra en Medio Oriente, Harris afirmó el derecho de Israel a la autodefensa, aseverando que como presidenta «siempre dará a Israel la capacidad de defenderse, en particular en lo que se refiere a Irán y ante cualquier amenaza que Irán y sus representantes [proxies] representen para Israel”.
Harris reiteró la posición de la Administración Biden, expresando preocupación por las numerosas víctimas palestinas inocentes y pidiendo un alto el fuego y la liberación de los rehenes, allanando así el camino para una solución de dos Estados.
En este contexto, Trump se centró principalmente en criticar las políticas de Biden sin dar detalles sobre cuáles serían sus políticas en caso de ser elegido.
En las últimas semanas, Trump ha reiterado su deseo de que la guerra termine antes de asumir el cargo, si es elegido.
Entonces, incluso si hay diferencias con respecto a los enfoques propuestos, ambos candidatos coinciden en que «esta guerra debe terminar».
Incluso si hubiera consenso sobre el ganador del debate, la carrera sigue siendo extremadamente reñida, particularmente en los estados indecisos que en última instancia determinarán los resultados de las elecciones.
Como se ha visto en las dos últimas campañas presidenciales, predecir el resultado final con antelación será un gran desafío.