Prensa y política

Fui testigo del proceso por el cual la meta del periodismo de elite viró de describir la realidad a inducir a los lectores hacia la conclusión políticamente correcta. Matti Friedmann, The Free Press, 10-set-2024

El autor escribe esto a diez años de haber publicado dos artículos sobre la operación militar en Gaza en 2014, que en aquel momento fue considerada una gran escalada del conflicto y produjo efectos nefastos para los judíos de todo el mundo.

En marzo de 2016, en Uruguay, cobró una víctima fatal.
Como bien señala Friedmann, era inimaginable algo peor como lo que ha ocurrido a partir del 7 de octubre pasado.
No es coincidencia que el artículo se publique hoy, 11 de setiembre. Escribí en un reciente editorial: el milenio empezó globalmente el 9/11 y se replicó en Oriente Medio el 7Oct. (*) En términos históricos, dos décadas no son nada. Hay quienes percibimos las consecuencias de la guerra actual en múltiples frentes como una nueva etapa de aquella que llamamos la Guerra de Independencia de 1948.

Lo que resulta interesante de la observación y el desarrollo que hace Friedmann del tema es cómo la prensa ha pasado de ser fuente de información con aspiraciones objetivas a ser fuente de opinión con agenda. Sea la BBC, la CNN, TN, o Subrayado, ninguna escapa a la tentación de sesgar las noticias mediante diferentes recursos. Todas tienen sus fuentes, su rigor de investigación, su respaldo, pero en definitiva, como escribe Friedmann, buscan inducir a su público a seguir un curso de pensamiento y opinión pública.
En otras palabras: ya no hay una diferencia nítida entre un informe y un editorial.

Israel no escapa a la norma. El canal 14 es servil a Netanyahu y su gobierno, mientras que canal 12 es supuestamente ‘de izquierda’, incitador de las protestas y, sobre todo, manipulador de las encuestas. Así funciona el periodismo hoy. Sumado al fenómeno de las redes y sus algoritmos, terminamos viendo, escuchando, y leyendo sólo aquello que elegimos. Acceder a diversos medios no es sólo un esfuerzo, es pelear contra nuestra propia ideología, aquello en que queremos creer.

La relación entre ‘periodismo’ y política se torna más evidente cada año: Trump construyó su carrera previa a la presidencia de los EEUU mediante shows televisivos; Yair Lapid tuvo una larga carrera mediática en la TV israelí hasta que prácticamente le exigieron que entrara en política o renunciara a ello definitivamente; Javier Milei comenzó su carrera como panelista en programas de noticias; y muy recientemente aquí en Uruguay la principal referente de las noticias en horario central, Blanca Rodríguez, abandonó más de treinta años de carrera para postularse al Senado.
En suma: uno ya no puede ver un informativo en buena fe. No la hay. Hay agendas.

Por eso el artículo de Matti Friedmann hoy viene al caso. Parafraseo: ‘la importancia de esta guerra no yace (sólo) en sí misma sino en la manera que se narra y se reacciona en el exterior (fuera de Israel); cómo ha dejado al descubierto el viejo y retorcido patrón de pensamiento del discurso occidental mayoritario: su hostil obsesión con los judíos (el antisemitismo).’

(*)(https://tumeser.com/2024/09/07/apuntes-de-elul/)