¿Cuán fuerte es la influencia de Washington en la guerra en el Norte?

Por Eldad Shavit.

Tras los acontecimientos en el conflicto entre Hezbollah e Israel, el interés básico de Estados Unidos sigue siendo impedir una escalada mayor, especialmente evitar una guerra regional con la intervención directa de Irán.

Sin embargo, los comentarios relativamente limitados de los portavoces de la Administración estadounidense sobre los acontecimientos indican que Washington en general comprende las acciones de Israel y reconoce que la conducta de Hezbollah no dejó a quienes toman las decisiones en Jerusalén otra opción que intensificar la respuesta israelí.

Públicamente, la Administración, incluido el presidente Biden en su discurso ante la Asamblea General de la ONU el 24 de septiembre, sigue manteniendo la posición de que lograr la calma en el norte requiere adoptar el acuerdo por los rehenes y alcanzar un alto el fuego.

Sin embargo, no está claro hasta qué punto la Administración cree que puede promover tal medida en este momento.

Como la Administración estadounidense no ha contado hasta ahora con un plan alternativo, se ha visto obligada a formular su política «sobre la marcha» de cara a las próximas elecciones presidenciales, al entender que cualquier acción que emprenda podría afectar negativamente las posibilidades de la candidata demócrata de ganar en las elecciones en la reñida pugna actual.

En consecuencia, y considerando la animosidad de larga data que Estados Unidos tiene con Hezbollah, la Administración no está dispuesta (y aparentemente es incapaz) de presionar a Israel.

Mientras el esfuerzo militar de Israel siga centrándose en socavar las capacidades de Hezbollah sin causar grandes daños a la infraestructura o a los civiles libaneses; la Administración debería poder contener la movida.

Cabe señalar que una invasión terrestre también puede afectar negativamente a la posición de la Administración.

Una pregunta clave es hasta qué punto Estados Unidos podrá, con los datos actuales, desempeñar un papel significativo en la configuración de un acuerdo diplomático que ponga fin a la guerra y defina la realidad posterior.

Hasta ahora, los esfuerzos del enviado especial del presidente Biden, Amos Hochstein, no han tenido éxito.

Para Israel, el papel de la Administración es de importancia crítica: se espera que represente sus intereses.

Es posible que Estados Unidos, que hasta ahora ha logrado disuadir a Irán de intervenir en los combates, intente aprovechar el deseo de la República Islámica de renovar el diálogo con Occidente, como se desprende de las declaraciones del nuevo presidente y su equipo de política exterior, para presionar a Teherán, que aparentemente tampoco está interesado en una escalada regional, e influir en Hezbollah para que acepte un acuerdo político separado del acuerdo por los rehenes.

Sin embargo, es dudoso que esto sea factible en el futuro inmediato de manera que impida una escalada aún más amplia en el conflicto entre Israel y Hezbollah.

Fuente: INSS – The Institute for National Security Studies