El libro Viena, cuya autoría corresponde al historiador Richard Cockett, es una obra fundamental para entender la historia de los dos últimos siglos de Austria y de la influencia universal que tuvo la capital de este país en las ciencias, la cultura, el pensamiento, la literatura y el arte a escala global.
por Ricardo Angoso
En Viena, una monumental obra de más de quinientas páginas escrita por el periodista, historiador y escritor Richard Cockett, convergen varios relatos y biografías que se entremezclan, a veces se fusionan e incluso se difuminan, para dar como fruto una verdadera historia de esta ciudad desde comienzos del siglo XX hasta el presente. En el libro se relata el impacto de la Primera Guerra Mundial, el final del Imperio Austro-Húngaro, los felices años veinte, el crack de 1929, la ascensión de Hitler al poder, en 1933, el anschulss (anexión) de Austria por Alemania, la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, entre otros episodios que tuvieron su impacto e influencia en la ciudad de Viena.
Todo ello sin dejar de lado a la vibrante, rica y me atrevería a decir que apasionante vida judía de la capital austriaca, entre finales del siglo XIX y hasta 1945, en que acaba la Segunda Mundial y el mundo asiste aterrado al descubrimiento del Holocausto en su verdadera dimensión. Viena era un crisol de lenguas, culturas y nacionalidades convivientes en armonía y equilibrio. Esa suerte de orden natural, que emanaba de la época imperial y que sobrevivió a los sobresaltos bélicos, se rompió irremediablemente tras la anexión alemana de Austria y la irrupción del fascismo en la escena europea.
Esa fecha, 1938, señala un antes y un después en la vida judía de Viena. Miles de judíos, entre los que destacaban pintores, artistas, empresarios, banqueros, escritores, creadores, científicos y otras profesiones, escaparon entre 1938 y 1942, año en que ya es imposible escapar de esa ergástula en que se había convertido Austria. Antes de la anexión se calcula que el 10% de la población vienesa, 190.000 de sus casi dos millones de habitantes, eran judíos y unos 145.000 lograron huir antes de que comenzaran las deportaciones hacia los campos de exterminio. En 1942 apenas quedaban 8.000 judíos en Viena y, dos años más tarde, la cifra se reducía hasta un millar.
La simbiosis judío-vienesa, que marcó la historia intelectual de este país en esta época, concluyó con la destrucción de un componente por parte del otro, La cultura judía proporcionó a la cultura vienesa valores y principios decisivos y fue, casi como en recompensa, aniquilada. En 1938, Viena, la ciudad que había expulsado a Hitler cuando era un hombre joven, pobre y fracasado, lo recibió triunfalmente. En ese recibimiento, destruía parte de sí misma. Hasta ahora, Austria no ha elaborado aún el duelo por la pérdida que significó esta destrucción, una lectura de los hechos de una forma crítica; no se han ajustado las debidas cuentas con su propia historia.
Los judíos, que habían estado plenamente integrados en la vida social, cultural, universitaria, económica y política de Austria, incluida su capital, fueron separados, casi arrancados de cuajo, de todas las instituciones, incluyendo la administración del Estado, empresas, bancos, universidades e impedidos de poder ejercer sus profesiones. Se decretan numerosas medidas antijudías y los hebreos son tratados como apestados, algo que caló socialmente y ese rechazo hacia los mismos se traduce en numerosos hechos cotidianos, como apedreamientos, ataques a negocios, sinagogas y viviendas y marginación total en todos los ámbitos de la vida.
Por esta obra discurren las biografías, obras y vidas de algunos judíos prominentes y eminentes, entre los que merece la pena citar a algunos, como el director de cine Fred Zimmermann, el psicoanalista Burno Bettelheim, el caza nazis Simon Wiesenthal, el escritor Stefan Zweig, Wilhelm Reich, el arquitecto Frederick Kiesler, el sociólogo Paul Lazarsfeld, el empresario Rudolf Bing, la psicóloga Anna Freud y su padre, el científico de talla mundial Sigmund Freud, la ceramista Lucie Rie, el educador y también arquitecto Raphael Soriano, el famoso compositor Erich Wolfgang Korngold y tantos otros que la lista se haría interminable y desbordaría el objetivo de esta nota.
Viena fue el epicentro de una fecunda vida cultural, artística y científica que se expandió como un tsunami por Estados Unidos, el Reino Unido, Europa Occidental y también Israel, donde estos vieneses geniales pasaron a enriquecer, con sus geniales creaciones en todos los órdenes, el acervo de estos países para siempre. De esa Viena perdida, sumergida entre la nostalgia de lo que ya no volverá y el olvido actual de una etapa mítica y fecunda, nos habla este libro a través de sus voces exiliadas, asesinadas, ahogadas por la represión nazi y quizá también recuperadas, aunque resulte anacrónico, a través de la literatura, que siempre perdura y nunca muere pese a los arranques criminales del destino.
Esa nostalgia por lo perdido, como le pasó a Stefan Zweig con esa Viena de los amarillentos anaqueles del pasado que ya no existía más que en sus recuerdos, te puede llevar a la muerte al entrar en contacto con la cruda realidad. El mundo de ayer que relata Zweig en uno de sus libros sobre ese universo centroeuropeo infinito y genial en todas sus vastas formas, es esencialmente la Viena que relata este libro y la expansión de su potencia creadora por el mundo. Zweig, por ejemplo, no pudo soportar lo que denominaba la “mojigatería norteamericana”, ni la eterna placidez brasileña de Petrópolis, y un 22 de febrero de 1942 decidió poner fin a su vida. Se puso sus mejores galas, salió a dar un paseo con su mujer, saludó alegremente a sus vecinos y al llegar a su casa, como si cumpliese con un rito previamente ensayado, decidió poner fin a su vida. Aquello ya no tenía sentido, su mundo se había derrumbado irremediablemente y nada ni nadie detendría la catástrofe. Pensó que sobre las ruinas y las cenizas era imposible reconstruir la vida tal como él la había gozado hasta entonces. “No somos sino fantasmas y recuerdos”, había escrito unos días antes de morir. Tal como la capital austriaca, Viena, en 1945 tras la “liberación” soviética: ruinas y cenizas pero también recuerdos ya no rescatables.
En esa Viena infame y genial, cómo no, también pasean nazis indolentes, oportunistas de última hora, delatores indecentes, felones y antisemitas de toda la vida, junto con una pléyade incalificable de ladrones que se aprovechaban de los judíos muertos miedo que vendían todas sus propiedades, obras de arte, negocios y tierras antes de poner tierra por miedo y abandonar el barco austriaco tras el naufragio de 1938. Uno de esos grandes hampones, que usurpó numerosos bienes judíos, especialmente grandes obras y mansiones, fue el líder nazi Hermann Göring. Austria, desgraciadamente, dio muchos nazis, que son citados en este libro y cuya lista sería casi interminable reproducir, algunos de los cuales serían protagonistas principales del Holocausto. Algunos de estos criminales pagarían por sus crímenes con leves penas, pero la mayoría seguirían gozando de la dolce vita vienesa hasta el final de sus días sin cumplir condena alguna.