No es exactamente un buen momento, pero entendemos que en el día de mañana puede ser importante, porque es una salida cuando existe un problema como el que existió estos últimos años, que batimos el récord de elecciones en dos años en medio de un ambiente nada agradable de lucha electoral.
El primer error constatado por la experiencia de nuestro país es que el voto debe ser obligatorio. Cuando más se necesita la opinión de la mayoría de la población, es cuando se da el hecho de que más ciudadanos no se molestan en ir a votar, o sea se interpreta su opinión, pero no se le da validez salvo en los comentarios de los medios de información.
En cambio, si la ciudadanía que no está de acuerdo con ninguna de las opciones presentadas por los distintos partidos políticos votara en blanco, habría un dato oficial concreto de qué porcentaje de la población opina de esa forma. Y quedarse sin ejercer el derecho a votar perdería valor y además significaría algún castigo como ser una multa y/o la pérdida de algún privilegio.
Conocemos dos formas diferentes de utilizar este mecanismo, una que estuvo vigente muchos años en Uruguay y otra vigente aún en España.
MODELO URUGUAYO – Si en el resultado de un acto electoral había un porcentaje importante de votos en blanco (20 o 25%), se entendía que representaba a los ciudadanos disconformes con la Constitución vigente, por lo que se anulaban las elecciones, tomaba el poder en forma provisoria la Suprema Corte de Justicia como Poder Ejecutivo, y se nombraba una Asamblea Constituyente para elaborar una modificación a la Constitución, que luego sería llevada a plebiscito.
Este sistema no es muy conveniente para Israel, dado que no hay Constitución y sí existe un choque de intereses entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial.
MODELO ESPAÑOL – Se contabilizan los votos en blanco, y el porcentaje resultante será el porcentaje de bancas del Poder Legislativo que quedarán vacías por ese período de gobierno.
Las ventajas de este sistema son enormes, especialmente en Israel, y muy fáciles de aplicar.
A) Ventaja económica: se ahorran sueldos y todos los gastos que origina cada miembro de la Knéset, que es mucho dinero.
B) Se lleva a la realidad la representación del porcentaje de población que no está de acuerdo con los candidatos que se presentaron a elecciones.
C) A menor número de diputados, menos discusiones de los proyectos de ley que se presenten, más rápida será la legislación.
D) Los partidos políticos y sus dirigencias se darán cuenta del valor numérico exacto de quienes están en desacuerdo con el sistema de gobierno y/o sus representantes, lo que hará que busquen efectivizar reformas de fondo para conformar a la población.
Hay mucho que cambiar en el sistema vigente, ya hemos sufrido y no terminó todavía la discusión sobre los atributos del Poder Judicial, tampoco le hace bien al país que deban hacerse elecciones cada pocos meses o cada dos años, y especialmente que el sistema permite la existencia de chantaje político que logra que manden partidos minoritarios en vez de tener más claro que en una democracia que funcione bien gobiernan los partidos mayoritarios, y los minoritarios son oposición y a la vez control de la actuación del gobierno.
Estamos seguros que una ley de voto obligatorio sumada a la contabilización del voto en blanco al estilo español mejoraría sensiblemente el sistema electoral y la gobernabilidad, y que todos los partidos políticos pueden estar de acuerdo en aprobarla porque es un punto a favor de la democracia y no afecta directamente a ninguna ideología política.
Mauricio Aliskevicius
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