Alambradas antisemitas

Afrontamos el recordatorio más destructivo generado por el odio y la locura. Jamás abandonará nuestros corazones cuando detengan su último latido: el Holocausto.

UN ANIVERSARIO PERPETUO

La liberación del campo de exterminio de Auschwitz aconteció el 27 de enero de 1945. No es posible olvidar las alambradas nazis explotando el dolor lacerante de las heridas. Aquella mañana, Anatoli Shapiro, judío ucraniano del ejército rojo, entró en Auschwitz-Birkenau, entre el olor insoportable y la muerte viva vestida de harapos, con sus esqueletos al sentir de la nieve. “No eran seres humanos”, habría de confesar Shapiro. Las cenizas flotaban en el viento.

En este 80 aniversario del indescriptible Holocausto, aún anida en las mentes confundidas por el rencor el deseo de exterminar a todos los judíos. Lo señala la brújula imantada de los delitos de odio. Ahora bajo otro argumentario, pero con los principios nazis: la responsabilidad judía imaginaria de todas las desgracias que en el mundo han sido.

El campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau supuso, a su escala, el compendio criminal de la Alemania nazi extendido durante trece años (1933-1945).

Pero hubo aniversarios distintos anidados en el aniversario.

La solución final de Wannsee (1942), los guetos y los fusilamientos masivos de los Einsatzgruppen. También la revuelta de los prisioneros del crematorio IV de Auschwitz enfrentándose a su exterminio, el 7 de octubre de 1944. Sucedió en esta Europa incapaz de defenderse, en Asia, en el mundo musulmán con sus ejércitos ad hoc: las milicias musulmanas bosnias o la Legión Árabe Libre creada por el gran muftí de Jerusalén, Amin al-Husseini.

La liberación de 1945 no acabó con el retorno a una casa que demasiados perdieron. La peste antisemita instigó los pogromos polacos de Kielce (1946), mientras los refugiados judíos seguían en viejos campos de concentración: Dachau o Gusen. Un sarcasmo alimentando, cada día, la desazón de una vuelta a las andadas.

Se hizo necesaria la desnazificación. Contribuyeron la idea de genocidio del judío Rafal Lemkin (1946), la resolución 260 sobre la “Convención para la prevención y la sanción del delito de genocidio” (1948). La Conferencia de Potsdam (1945) perdió su energía (1951) y con ella llegó el final de una ensoñación jurídica. Un no hacer, como los mitläufer alemanes, los ciudadanos mudos frente al horror nazi.

Reconstruir una vida, sin hogar, ni familia, con las cicatrices del hielo de los inviernos, es un imposible. Todo te impulsa a la emigración cuando la tierra de tu país solo sirve para sepultarte. Como en el Éxodo (13:21), muchos siguieron la columna de nube y fuego que señalaba el camino de vuelta a casa: la tierra ancestral de Eretz Israel.

EL DEBER DE MEMORIA

El “Deber de Memoria” es un baluarte contra el olvido, el retorno del mal y la brutalidad. Un grito de Primo Levi acerca de la condición del hombre. La necesidad de combatir la barbarie, decía Theodor Adorno.

Sorprende, a día de doy, la lenta consolidación de las ideas, quizá por los manejos opacos de una memoria encendida tras la propaganda. Una burbuja de intereses, que rota, dejó atrás la invisibilidad del genocidio tras las víctimas del 19 de abril de 1943, en el gueto de Varsovia, alumbradas en 1951.

Pareciera que el mundo había aprendido. El Holocausto fue, en su esencia intestina, un proyecto de olvido. Incluido el proceso de mitificación y su conversión en metáfora y arquetipo como reflexiona Alejandro Baer. Pero no.

El olvido persigue, como en la mitología, el retorno de la felicidad. Disuelve en el vino el brebaje homérico del nepenthe que sepulta las desgracias del antisemitismo, mientras el odio fluye en el inframundo de la mentira sobre las aguas del rio Lete, el que otorga el olvido a las almas de los muertos por un racismo crepuscular. “La manipulación del comportamiento humano”, que decía la judía Elizabeth Loftus.

Un esclavismo mental que nos domine.

Se trata de instaurar una sociedad enceguecida centrada sobre las partes, sin comprender el todo. Los nuevos sabios ciegos del río Brahmaputra, incapaces de entender el todo del elefante. La ceguera de Saramago, un mundo de invidentes rendidos al hidrocarburo. Lo dijo Pérez Alfonzo (OPEP): “el petróleo es el excremento del diablo”. Enfrentamos, pues, la sospecha de los viejos vientos en un mundo nuevo: el agitar de las alas negras del antisemitismo.

El “Deber de Memoria” debe alejarse del abrevadero de la memoria histórica. Lo dijo Gustavo Bueno: “El subconcepto que trata de armar una memoria histórica común, para presentar como imparciales y objetivos ciertos recuerdos. Lo que se designa como memoria histórica, si es historia no es memoria, y si es memoria, no es historia”.

LA HERENCIA DEL OLVIDO

“La huella del pasado, y más en concreto de los crímenes del pasado, amenazan con quedar enterrados por consideraciones políticas o pragmáticas”, asevera taciturno Reyes Mate. Un mar de aire pegajoso de antisemitismo que, negando el Holocausto, constituye el centro de la propaganda, en el sentir de Yad Vashem. Por eso, las comunidades judías sienten sobre sí la inseguridad y el temor, instigados por quienes buscan deconstruir la cultura judaica del judío Elías Canetti, en su “Auto da fe”.

No es España una excepción.

Es imperativo enfrentar el antisemitismo, dice Naciones Unidas, al tiempo que algunos de sus conspicuos líderes convierten la crítica a Israel en una bocina antijudía. Sus planes (2019,2021), como los españoles (2022), conforman iniciativas con escaso impacto. Los acontecimientos internacionales reorganizan el mundo y atacan a las cuatro libertades de Roosevelt (1941) erosionándolas (Buchanan, 1982).

En España, sus predicadores se obstinan en reformular las reglas, enfrentan el Existente Irreductible al Hombre Programable enunciado por Moreno-Márquez. Insinúan una nueva cultura democrática a través de un plan de acción: una “Democracia Democrática”. Un oxímoron propio del Informe para una Academia del judío Franz Kafka, aparecido en la revista der Jude (1917).

Recurren a la propaganda negra de Joseph Goebbels. La intrusión de las redes sociales hace imposible obviar sus mensajes cuando se nos trata como a niños ignorantes (Timsit, 2002). El 7 de octubre de 2023, Auschwitz se replicó en los kibutzim y las ciudades de Israel. Las marchas de la muerte (1945), en los secuestrados perdidos en Gaza. Es el rito diario de los dos minutos de odio dictados por el Gran Hermano. Algunos gobiernos occidentales ansían conducir a Israel hacia su destrucción, como si la brisa venenosa de los tiempos soplase en otros valles. Es un incendio que algunos tratan de sofocar con el agua del río Jordán.

No sabemos por qué nos quedamos ciegos ante el antisemitismo. “Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que viendo no ven”, aseguró el médico de Saramago.

Una obstinación homicida alambrada sobre los escombros de la libertad.

José Antonio Álvarez Riesgo
Presidente de la Asociación Asturiana de Amigos de Israel

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