Pesaj 5785, el día despues

Porque no sólo aquel faraón que ‘no conoció a Iosef’ (Éxodo 1:8) se levantó sobre nosotros para destruirnos, sino que en cada generación se levanta algún ‘faraón’ e intenta, una vez más, hacerlo y, una vez más, fracasa.

Por eso cantamos reconociendo la promesa divina en cada Seder de Pesaj. Este año, en el contexto de que todavía hay 59 de nosotros privados de vida y libertad, elegimos esta versión de Ionatan Raziel, mucho más melancólica que la pegadiza versión tradicional.

Tal vez resulte un poco blasfemo sugerir que la promesa divina no se cumplió. De hecho, y salvando la magnitud, lo mismo se ha sostenido sobre la Shoá y muchos judíos eligieron no sólo abandonar la divinidad dentro del judaísmo sino el judaísmo todo.

El 7 de octubre fue otro mojón en esta aparentemente inacabable historia de odio y destrucción que la Hagadá adopta como fatídica. Casi somos exterminados, pero al final no.

Si queremos dejar a Dios fuera de la ecuación, remitámonos a Purim hace un mes… la Meguilá nos transforma de víctimas en victimarios.

Transcurrir estas dos noches de Seder de Pesaj este año fue un desafío en más de un sentido:

El año pasado todavía estábamos bajo el shock de los acontecimientos y no sabíamos qué esperar.

Este año seguimos en guerra, han caído más de ochocientos soldados en batalla, enormes áreas de Israel están en estado de ruina, y todavía hay 59 rehenes en cautiverio.

Este año Israel sigue sumido también en su crisis política y social interna, con sus valores trastocados y sus prioridades poco claras.

Por todo ello esta noche ha sido distinta a todas las noches; comer matzá ha sido un detalle inofensivo. Comer maror ha significado masticar la amargura como pocas veces en nuestra generación. El rojo del jaroset nos recuerda los ladrillos y el trabajo esclavo, pero también la sangre derramada.

Este año elegimos también leer el texto tradicional que convoca a ‘derramar tu ira sobre los pueblos… que han asolado tu morada’, en lugar de la más amigable y pacifista ‘derrama tu amor sobre los pueblos que te reconocen’. Porque después de Oct7, si algo está claro, es que no nos reconocen.

Finalmente, y uno sólo toma algunos ejemplos, ¿cuándo decimos ‘daieinu’, suficiente, nos alcanza? Está claro que este año hay muy pocos ‘milagros’ y mucho menos que nos sean suficiente. Sin embargo, elijo los penúltimos dos: que nos dio la Torá y nos condujo a la Tierra de Israel (hoy, el Estado de Israel). Yo, al menos, con eso tengo bastante.

En suma: tal vez lo único tradicional este año en Pesaj haya sido la comida. Es probable que en cada texto podamos generar nuevos significados para nuevas y recientes realidades. Aunque sea agregar un limón a la Keará de Pesaj: por su color amarillo, por su acidez, y por su potencial.

El deseo final del año próximo en Ierushalaim ya suena a poco. El deseo es el año próximo sin rehenes, sin amenazas, y con un país normalizado en sus cauces tradicionales de libertad.

Merecen citarse este Pesaj, más que nunca, estas palabras del novelista israelí Amos Oz Z’L:

Debemos preguntarnos qué hacer con nuestra herencia histórica. En cada generación, los judíos han tenido que tomar la decisión de permanecer judíos. El pueblo judío ha sobrevivido por miles de años porque millones de judíos, a través de decenas de generaciones, han tomado decisiones personales para mantener su identidad. La Torá, las mitzvot, los lenguajes hablados, la memoria colectiva, las formas de vida, los trabajos creativos, todo esto fue sustentado en primer lugar y principalmente, por la decisión que ndda judío hizo en privado: seguir siendo judío y no irse. La identidad tiene sentido sólo cuando puede ser abandonada; sólo cuacao a cada persona se le permite irse, sólo cuando cada individuo toma libremente la decisión de guardar su identidad y no cambiarla.

(De la Hagadá Latina, p. 57)