El viaje del alma judía

La concepción de la muerte siempre será un enigma para los que aún habitamos este mundo; considerando que  lleva consigo incertidumbre y dolor, al idear el hecho de no volver a ver físicamente a nuestros seres queridos; pero si profundizamos las escrituras podemos entender desde otra perspectiva este viaje al que todos estamos destinados, después de haber cumplido nuestra misión en la tierra.

La primera vez que se menciona a la muerte en la Torá es durante el momento en que Hashem confronta a Adán y Eva en el Edén, después que ellos habían transgredido el orden y las normas que debían seguir en el paraíso; de ahí se desprende una de las premisas del judaísmo con respecto a la muerte,  y es que la vida no empieza cuando uno nace, ni termina cuando uno muere. Creemos que la persona tiene un alma desprendible a  su cuerpo. Esta alma es una emanación de D-os; es la fuente que materializa  al cuerpo de la persona, que le otorga la posibilidad de desarrollar sus sentidos y sentimientos; y así puede escuchar, ver, pensar y actuar. Es una energía espiritual que no puede ser destruida cuando el cuerpo deja de funcionar; El alma existe antes de entrar al cuerpo y una vez que ha dejado este cuerpo.

El  alma es infinita y  fue creada para perfeccionarse dentro de un cuerpo material finito, con el fin de acercarse a D-os en una forma tangible y material y así perfeccionarse, para luego sucumbir a un estado superior.

Los Sabios afirman  que cuando el alma es creada, antes de entrar al cuerpo, está en presencia absoluta de D-os. Se alimenta únicamente de Él y tiene claridad absoluta de su existencia espiritual. Está separada de los placeres físicos y es inmune a la tentación, es santa e impoluta.

En un mundo así el libre albedrío no puede existir. El alma no puede superarse porque no tiene la posibilidad de un reto. Cuando el bien es evidente la decisión en consecuencia se vuelve automática. Por esa razón D-os expulsa de Su Presencia el alma y la obliga a entrar al cuerpo, para que pueda ganarse los placeres de los cuales goza y establezca una relación con Él aún mayor.

Al materializarse en el mundo físico, el alma inicia desde cero, olvida todo el conocimiento que tenía previamente y solo le quedan vestigios de ese mundo en el que habitó y por eso puede discernir, pensar, distinguir entre el bien y el mal y reconocer la presencia de D-os. Sin embargo, no tiene claridad absoluta, ya que pasó a un estado físico junto con sus debilidades.

El alma después de coexistir junto con el cuerpo en este mundo, y al haber cumplido la misión que determinó para sí el Eterno, se va preparando para abandonar el cuerpo, y así pasar a otro nivel de transición, que es la muerte. La muerte es el momento en que el alma se despide de su cuerpo, se retira lentamente y lo deja con cariño y agradecimiento para ser enterrado.

Sin embargo, no es fácil para el alma alejarse de ese cuerpo con el que vivió tantas experiencias buenas y aparentemente malas, pero necesarias para rectificar purificarse, es un proceso de desarraigo  largo y doloroso como los espasmos de un parto. “Matriz” y “tumba” se dicen de la misma forma en hebreo (kever) porque ambas son la entrada del alma a una realidad espiritual distinta. Al entierro del cuerpo se le compara con la siembra de una semilla, ya que en tiempos posteriores el cuerpo también tendrá la posibilidad de perfeccionarse.

La siguiente etapa de existencia del alma es el Jardín del Edén éste es el lugar (espiritual) donde el alma recibe su recompensa por los actos buenos que realizó en este mundo. Regresa a la Presencia Divina de D-os, pero ahora desde un lugar mucho más cercano y perfeccionado, ya que sus méritos se magnificaron en vida con su cuerpo físico,y ahora vive de forma constante y absoluta en el estado que ganó por méritos al haber hecho el bien, y haber aprendido de sus errores. (tzadik).

La Resurrección de los Muertos

No obstante, la historia no termina aquí. La concepción judía del cuerpo y del mundo material es que está en correlación absoluta con el mundo espiritual. La recompensa final no es el Edén, en el Edén el alma no ha concretado su objetivo, no ha perfeccionado el cuerpo que lo fue dado, no ha hecho de este mundo material un mundo para ser habitado por D-os. La recompensa final y superior al Edén es el Mundo Venidero (Olam Aba), el momento en que la persona en su totalidad, con su cuerpo y su alma puede finalmente pararse frente a D-os y sentir esa indescifrable recompensa divina.

En el judaísmo se cree que en la época mesiánica los muertos van a revivir y las almas del Edén van a volver a habitar su cuerpo de antes, pero ahora, éste va haber sido perfeccionado y refinado de tal forma que pueda contener la pureza de las mismas. Esta es la Resurrección de los Muertos el momento en que el mundo material y el espiritual lleguen a su máximo punto y puedan servir a D-os absolutamente sin faltas, con todo lo que ha sido creado.

En consecuencia, el Justo abandona su cuerpo físico y este mundo; pero su alma y su legado queda para siempre en cada uno de sus seres queridos, en los recuerdos y en las memorias que construyó a lo largo de su vida, vida que entregó a cumplir con la misión que el Eterno encomendó, y la misión más importante de un ser humano es cuidar, proteger y amar a su familia y dejar en ella los recuerdos más maravillosos que son la semilla que sembró y que se cosecharán en las siguientes generaciones que darán continuidad a  su misión y honrarán su legado.

En memoria de: Yaakob Sheetrit.

Con información de agencias.

Karla Gaona
Periodista ecuatoriana en Israel

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