En mi columna del 11 de diciembre del año pasado, titulada “Reordenando el Puzzle”, señalaba que la Geopolítica no es una Ciencia Exacta, y que un error común que se incurre al analizar el escenario del Medio Oriente, es hacerlo con una perspectiva occidental, que nos lleva a una lectura equivocada, o a lo sumo incompleta, la que se ha visto reflejada en muchos medios y posiciones tomadas por líderes y dirigentes políticos, al considerar que la situación de Siria, tras la caída del régimen del Clan Al Assad, era superadora a la guerra civil de más de una década, y eso es un espejismo, pues no es la realidad siria.
El régimen del Clan alawita estaba agotado, pues el balance de poder derivado de los conflictos armados entre Rusia y Ucrania, e Israel, tanto con Irán como con sus proxis, Hezbollah, Hamas y los Hutíes, y la consiguiente desarticulación del llamado “Eje de la Resistencia”, con que se conocía también a la “Media Luna Chiita”, fueron determinantes en la caída de la dictadura siria, y esto derivó en un vacío geopolítico, que hoy tratan de capitalizar, tanto Israel como Turquía, y que ha elevado las tensiones entre ambos países.
Lejos quedaron los días en Ankara y Jerusalén eran buenos aliados, como cuando en octubre de 1998, el entonces 1er. ministro turco, Bulent Ecevit, le solicitó a su igual israelí, Bibi Netanyahu, su cooperación para lograr la captura de Abullah Ocalan, el fundador y líder del PKK o Partido de los Trabajadores del Kurdistán, buscado por terrorismo, y la tarea le fue encomendada al Mossad, que lo ubicó refugiado en la embajada de Grecia en Nairobi, Kenia, y esta información fue lo que posibilitó a que una unidad del Servicio Secreto turco lo detuviera y fuera trasladado a Turquía, donde fue juzgado por un Tribunal que lo condenó en primera instancia a muerte, luego conmutada por cadena perpetua, incluso hay otro ejemplo de aquellos viejos buenos tiempos, el proyecto que contemplaba enviar a través de territorio turco el gas israelí, y también, pero algo más reciente, no olvidemos que en el conflicto por Nagorno Karabaj, entre Armenia y Azerbaiyán, ambos países, Israel y Turquía han sido valiosos aliados del régimen de Bakú.
Pero desde la llegada al poder del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, en forma paulatina las tensiones y las crisis entre Ankara y Jerusalén, no sólo fueron recurrentes sino cada vez más graves, y tras el ataque del 7 de octubre del 2023 perpetrado por el Hamas, el líder turco se manifestó abiertamente como aliado de la organización terrorista palestina y arreció con declaraciones condenando el accionar de Israel en la Franja de Gaza y las operaciones preventivas contra las células de Hamas en Cisjordania, incluso, erigiéndose como líder de los llamados movimientos de resistencia palestina, como forma de reafirmar su visión geopolítica para Medio Oriente, el “Neo-otomanismo”.
Y esa visión de Ankara, se ve reflejado en el conflicto sirio, a través del apoyo que le dio al HTS o Hayat Tarih al Sharm, liderado por Ahmed al Sharaa, quién ejerce ahora la presidencia de Siria, y también apoyó al Ejército Nacional Sirio, fuerzas que coaligadas derrocaron al régimen de Bashar al Assad, pero es importante centrar la atención en la ayuda dada a Al Sharaa, desde el momento en que el HTS se hizo del control de la región noroccidental de Siria, provincia de Idlib, con el guiño de Washington, pues recordemos que para el 2017, cuando era el Frente Al Nusra, franquicia de Al Qaeda, y el delegado del presidente Trump, entre el 2018/2020, James F. Jeffrey, dijo que el grupo salafista era un activo y una basa de la estrategia de EE.UU. en Siria, y sin el apoyo logístico y armamentístico de Turquía, el HTS no hubiera derrocado tan rápidamente al régimen sirio. A partir de entonces, Ankara fue logrando sus objetivos primarios, como hacerse del control de la zona norte de Siria hasta el llamado “Corredor de Manbij”, donde se encuentra las Fuerzas de Protección del Kurdistán, y de este modo, impide que los kurdos tengan una frontera común con Turquía, lo que más tarde se vio favorecido con el Acuerdo firmado entre Ahmed al Sharaa, en nombre del gobierno provisional sirio y los líderes kurdos, integrándolos política, social, económica y militarmente al nuevo régimen.
Ahora bien, por el lado de Israel ha venido llevando a cabo operaciones preventivas, como ser la ocupación de la parte siria del Golán, a modo de “colchón de seguridad”, e incluso la provincia suroccidental de Quneitra, donde se halla la mayoría de la población drusa, y también con ataques aéreos sobre bases, almacenes y arsenales del ejército sirio, en particular, aquellos que poseían armas químicas, y lo mismo sobre la región de Latakia, más allá, que el 1er. ministro Netanyahu haya iniciado conversaciones con la nuevas autoridades sirias, pero que no ha evitado que países árabes hayan denunciado, que la ocupación de territorio sirio es una violación a los Acuerdos de 1974, y por supuesto, el presidente turco Erdogan no se quedó atrás con declaraciones amenazantes, incluso le ha propuesto al gobierno de Damasco, la entrega del sistema de defensa aérea S-400, de fabricación rusa, con dos objetivos, 1) es impedir las incursiones de la FAI y la destrucción de bases aéreas, y 2) al deshacerse de ese armamento ruso, solicitar a los EE.UU., nuevos aviones de combate, como ser los F-35, pues sabe que en la actualidad, la capacidad y dominio aéreo israelí es mayor que el turco, aunque el ejército de este país es el mayor de la OTAN, y aquí hay un punto sensible e importante, el que Turquía es miembro de la Alianza que lidera los EE.UU., que a su vez posee bases aéreas en territorio turco, lo que plantea, ¿cómo actuará Washington ante un conflicto entre un miembro de la OTAN y su aliado estratégico en Medio Oriente, Israel? ¿evitará por todos los medios un enfrentamiento directo entre Turquía e Israel?, y como hemos visto recientemente, el presidente Trump antepone sus propios intereses, como buscar arreglos bilaterales, por ejemplo, con Irán o con los Hutíes, dejando de lado a Israel.
Pero más allá de lo geopolítico, están las cuestiones geoeconómicas que enfrentan los intereses de Israel y Turquía, y que se relacionan directamente con el sector energético, y que adquieren una dimensión estratégica, y el actual escenario en Siria, reabre y propicia opciones para el desarrollo de proyectos de vías energéticas, que involucran a los dos actores mencionados, a los Estados del Golfo y también a potencias extra-regionales.
Veamos, el “Islamic Gas Pipeline Projet”, que partiendo de Qatar se extiende por Kuwait, Irak, la región central de Siria hasta Homs, donde se ramifica, un tramo hasta el puerto de Latakia, y el otro hacia el puerto de Trípoli, Líbano, para su embarque hacia Europa. Otro proyecto también partiendo de Qatar, pasa por Arabia Saudita, ingresa en Siria y se ramifica en Damasco, un tramo hacia el norte hasta Alepo y luego prosigue en Turquía, hasta conectarse con el gasoducto Nabuco, que llega a Estambul para su suministro a Europa, y estos proyectos, han llevado al Emirato de Qatar a entablar conversaciones con el gobierno provisional sirio de Ahmed al Sharaa, que tiene un marco más amplio que involucra a las otras monarquías del Golfo, y que tiene como antecedente, una veintena de Acuerdos firmados por Turquía, Irak, EAU y Qatar, en abril del año pasado.
Por su parte, el presidente Erdogan rechazó el proyecto suscripto por India, Arabia Saudita y la U.E., que consiste en un “Corredor Comercial-Energético”, conocido por sus siglas IMEC, el que no tiene en cuenta a Turquía, pues prevé un enlace terrestre-marítimo, que pasa por EAU, luego por Arabia Saudita, Jordania y finaliza en Israel, para el embarque desde el puerto israelí de Haifa con destino a Grecia, proyecto que dio lugar al Memorando de Entendimiento rubricado por los países mencionados, más los EE.UU. y sus socios del G-20, y este proyecto va a contramano del proyecto turco, que parte de Basora, sigue hacia Bagdad y Mosul, Irak, donde se ramifica, un tramo hacia Ankara y Estambul e ingresando a Europa, mientras el otro se dirige al sudeste turco, hasta el puerto de Ceyhan, en el Mediterráneo Oriental, y que refleja la visión geopolítica de Erdogan, el “Neo-otomanismo”.
Pero a lo reseñado, cabe agregar el Acuerdo Tripartito, firmado hace cuatro años por los ministros del sector energético de Israel, Chipre y Grecia, que prevé la construcción de un gasoducto submarino, de 1.900 km de extensión, que posibilitará el suministro a la U.E. de 10.000 metros cúbicos, y que se complementa con el ya citado proyecto IMEC, pero además en este último caso, no sólo deja de lado a Turquía, sino que involucra a tres actores que tienen relaciones conflictivas con Ankara.
En este contexto, se puede inferir que hasta antes del 7 de octubre del 2023 y tras la caída del régimen de Al Assad en Siria, había un relativo equilibrio de poder en Medio Oriente entre sus principales actores, Israel, Irán, Turquía y Rusia, pero tras los eventos señalados, con Rusia e Irán que han perdido terreno, deja como protagonistas a Israel y a Turquía, con intereses y objetivos estratégicos enfrentados, lo que nos plantea ¿si estamos ante una “Guerra Fría” entre Ankara y Jerusalén?
En principio, la retórica contra Israel por parte del presidente turco Erdogan, ha ido en aumento desde agosto del 2014, cuando éste fue reelegido y ha construido una autocracia en base a un “populismo islamista”, que se ha exteriorizado, tras el 7 de octubre, con una postura clara de apoyo a la organización terrorista palestina Hamas, a la que no califica como tal, y si como “genocidio” las operaciones militares de Israel.
En esa misma línea, el presidente turco ha cancelado las reuniones que tenía previstas con el 1er. ministro israelí Netanyahu, por su parte, el ministro de Comercio turco, Omer Bolat, anunció la ruptura de relaciones comerciales con Israel, y recordemos, que al día siguiente en que las FDI ingresaron a Gaza, Erdogan convocó en Estambul a manifestaciones a favor de los gazatíes, a la vez que señaló, que Netanyahu debería ser juzgado, como “criminal de guerra”, además, hoy día la red financiera de Hamas se encuentra en Turquía, tal como lo reconoció uno de sus funcionarios, Musa Daud Muhammad Akari, radicado en Estambul, admitiendo la transferencia de fondos desde la citada ciudad turca hacia Gaza y Cisjordania, a lo que cabe agregar, que más de 1000 combatientes de Hamas son atendidos en hospitales en Turquía.
Ahora, en el actual escenario en Siria, las tensiones entre Israel y Turquía han escalado, el líder islamista Ahmed al Sharaa, agradeció a Erdogan por su apoyo, y el ministro de RR.EE. turco, Hakan Fidan, ratificó la amistad entre ambos gobiernos en su visita a Damasco en diciembre ppdo., y declaró, que Turquía gestionará con los países árabes, que están interesados en acabar con la influencia de Irán en Siria, un programa de apoyo financiero para la reconstrucción de este país, además reabrió su embajada tras 12 años, siendo el primer Estado en hacerlo.
Turquía se ha convertido en un aliado militar del nuevo gobierno sirio, que aceptó que Ankara fijara una “zona de seguridad”, de 30 km. de ancho, en el norte de Siria, y donde los turcos iniciaron un programa de “turquificación”, enseñado su idioma en las escuelas y estructurando un modelo de administración pública similar a la que rige en Turquía, y de esta manera, reforzar su influencia en aquella región de Siria.
Pero además, está llevando hábiles movidas diplomáticas en la U.E., para que se la considere un socio importante, en un plan de estabilización de Medio Oriente, en particular, para el retorno de los refugiados a Siria, a la vez de retomar el proyecto energético que abastezca a Europa a través de Turquía.
Por su parte, Israel más allá de la ocupación de la totalidad de la región de los Altos del Golán, no ve con desagrado la constitución en esta zona y en la provincia siria de Quneitra, de un Estado Druso, a modo de Estado Tapón, lo que no es visto con buenos ojos por el gobierno provisional sirio de Ahmed al Sharaa, pero además, el ministro de RR.EE. israelí, Gideon Sa´ar, declaró que su país es un “aliado natural” del pueblo Kurdo y de otras minorías de Medio Oriente, un punto más que sensible para Turquía y su visión neo-otomana, más allá del Acuerdo concertado entre el actual gobierno sirio y los kurdos de Rojava, que están respaldados por los EE.UU., como se señaló precedentemente.
Pero los cortocircuitos no terminan ahí, Turquía se hizo con la base aérea de Tiyas, localidad cercana a Palmira, dentro de la provincia siria de Homs, lo que demuestra que Ankara desea hacerse con el control de las otroras bases rusas, y esto ha tenido como respuesta de Israel, preocupado por su seguridad, ante la posibilidad que el gobierno de Ahmed al Sharaa permita a Turquía establecer bases militares, y en consecuencia como mensaje, la FAI atacó la base T4, y esto refleja que Jerusalén, no quiere ver reducida o impedida su libertad de acción, en caso de una operación aérea contra Irán.
Finalizando la columna de hoy, mis reflexiones son las siguientes: 1) los intereses y objetivos geopolíticos y geoeconómicos, delinean estratégicamente las políticas exteriores de los Estados, y cuando aquellos se contraponen, crecen las tensiones, se agudizan las crisis y pueden escalar provocando conflictos; 2) pero los conflictos, no necesariamente se traducen en conflictos armados, estos también pueden ser diplomáticos o económicos, a través del rompimiento de relaciones diplomáticas y/o comerciales; 3) parte de lo señalado se está dando entre Israel y Turquía, el primero aliado estratégico de los EE.UU. y con fuertes vínculos con algunos –no todos- los países que conforman tanto la U.E. como la OTAN, y por su parte, Turquía, miembro de la Alianza Atlántica, un detalle no menor, que desde la llegada de Erdogan, despliega sus esfuerzos para materializar su visión Neo-Otomana, y que ve ahora, con el vacío creado por la desarticulación del “Eje de la Resistencia”, el medio con que Irán intentó para construir su visión hegemónica regional, Ankara quiere expandir su influencia y su presencia, y esto está dando forma a una “Guerra Fría” regional, en el marco de una reconfiguración del equilibrio de poder en Medio Oriente, y por lo reseñado, la frase para terminar es de Henry Kissinger que dijo, “Al final, la paz solo puede lograrse mediante la hegemonía o el equilibrio de poder.”.-