Por Carmit Valensi y Amal Hayek
Durante su visita a Riad, el presidente estadounidense Donald Trump anunció el levantamiento de todas las sanciones estadounidenses impuestas a Siria desde 2019, una medida que señala un profundo cambio en la política exterior de Washington hacia Damasco.
Trump presentó la decisión como una oportunidad para “darle a Siria la posibilidad de prosperar”, aclarando que este es el primer paso hacia la normalización de las relaciones con el nuevo régimen sirio.
La medida se alinea con la estrategia regional más amplia de la Administración Trump, que se basa en un enfoque orientado a los negocios y prioriza la estabilidad sobre la intervención militar.
En Damasco, la decisión fue recibida con gran satisfacción y celebración pública.
El ministro de Relaciones Exteriores sirio, Asaad al Shibani, calificó el anuncio como un “punto de inflexión histórico”, y los medios estatales lo presentaron como el fin de una era de “sufrimiento nacional y asedio económico”.
El 14 de mayo tuvo lugar una reunión histórica entre Trump y el presidente sirio Ahmed al Sharaa, a la que asistieron el príncipe heredero saudita Mohammed bin Salman y el presidente turco Erdoğan, que participó a través de una videollamada.
Trump reiteró sus expectativas del régimen sirio: unirse a los Acuerdos de Abraham, expulsar a los combatientes extranjeros y terroristas palestinos, apoyar la reanudación de la lucha contra el Estado Islámico (ISIS) y asumir la responsabilidad de los centros de detención de presos de ISIS en Siria.
Cabe destacar que en esta ocasión no se mencionaron las condiciones previas relacionadas con el establecimiento de un gobierno inclusivo y moderado ni la protección de los derechos de las minorías.
Esto representa un logro significativo para al Sharaa: restaurar la posición regional e internacional de Siria en menos de seis meses, un logro que probablemente reforzará su legitimidad interna a pesar de las tensiones étnicas y políticas subyacentes.
Sin embargo, tras este éxito diplomático se esconden desafíos considerables: el levantamiento de las sanciones y la apertura hacia el capital extranjero podrían desatar luchas internas de poder por los recursos, reactivar redes de corrupción latentes y aumentar la presión pública en torno a temas largamente silenciados, especialmente los derechos de las minorías, la libertad de expresión y la reforma política.
Queda por ver cómo afectará esta medida al gobierno de al Sharaa: si cumplirá sus compromisos de estabilizar Siria y guiarla hacia la recuperación y la reforma política ahora que el mundo observa, o si, tras lograr sus objetivos, consolidará un régimen centralizado liderado por elementos de línea dura.
Desde una perspectiva israelí, estos acontecimientos suscitan importantes preocupaciones.
El caso sirio refleja la creciente tendencia de Trump a impulsar iniciativas unilaterales que no necesariamente consideran los intereses israelíes y pone de relieve la creciente influencia de Turquía y Arabia Saudita en la configuración del orden regional.
Israel aún conserva influencia militar en Siria, que debería traducirse estratégicamente en acuerdos de seguridad y ganancias políticas a largo plazo mediante la colaboración con el nuevo régimen.
Fuente: INSS – The Institute for National Security Studies
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