Historia del Dibujo. En Viena con jardín

Atrás quedaron los días en que escuchábamos a la gente decir “¡Son solo cómics!” en un intento de reducir lo que algunos definen como “el noveno arte” a un pasatiempo ligero. Y las obras de Vittorio Giardino –maestro indiscutible de la ligne claire, la línea característica de un determinado estilo de dibujo– no son ligeras porque investigan la complejidad abordando conceptos tan relevantes como actuales. Van desde la idea misma de la libertad individual hasta la definición de la verdad histórica. Al último volumen publicado, Los primos Meyer. Una nueva aventura de Max Fridman, recién traída a las librerías por Rizzoli Lizard, al que el autor ha dedicado varios años. “Me llevó mucho tiempo, espero que haya salido decentemente… hace cinco años, en 2019, publiqué una página en La Lettura del Corriere della Sera. Era una especie de anticipación en la que ya aparecían todos los personajes, y en el texto estaba el tema. Si en 2019 pude hacer algo así significa que, al menos, lo venía pensando desde el año anterior. Es mucho, lo sé, pero está bien, es el tiempo que dedico a mis exigentes libros”.

Los que Giardino considera “no comprometidos” o incluso “divertissement”, son discos como Little Ego, o los dedicados a los acontecimientos de Eva Miranda. “Son cosas mucho más rápidas, no hay referencias históricas y por lo tanto no requieren mucha investigación, son muy libres”, explica el autor. “Pero son una minoría en comparación con los libros más exigentes, debo admitirlo. Las aventuras de Max Fridman, por ejemplo, siempre tienen una ambientación histórica. Hay mucho trabajo ahí”. Como escribió Giorgio Albertini, profesor de historia del cómic: “Su forma de trabajar requiere mucho tiempo. Su trazo rico y preciso dista mucho de las notas rápidas, casi esbozadas, que tanto espacio encuentran en los cómics actuales. Su mirada debe ser capaz de correr entre los miles de autores de referencia, entre las páginas de infinitas lecturas, entre los planos de películas queridas, entre las investigaciones profundas, entre los conocimientos oceánicos de los que emergen, como las puntas de los icebergs, las hábiles líneas de los dibujos que exploran la vida y la historia».

Pequeños detalles
El meticuloso y apasionado trabajo de investigación va acompañado de una conciencia e interés por los detalles que Vittorio Giardino relata con alegría: “Sobre los principales hechos históricos y políticos me siento bastante seguro de lo que he escrito, a menudo he ido a ver varias fuentes y he tenido acceso a documentos oficiales. Entonces no estaría muy seguro de algunos detalles. Son pequeños detalles que a los historiadores no les interesan pero que son importantes para los que dibujan. Por ejemplo, no sé cómo eran los colores de los tranvías en esa época en particular. Encontré fotografías en blanco y negro. Pero los colores… De hecho, encontré los correctos. Sin embargo, hay muchos detalles sobre los que es imposible tener una confirmación visual certera. Espero que no sean imprescindibles para la historia y debo invitar a los lectores a no pensar que todo lo que se dibuja corresponde a una realidad determinada».

El alter ego y el nazismo
Tanto en la narración como en el dibujo, Giardino es riguroso. La historia de los parientes vieneses lejanos de Fridman, los primos Meyer que dan título al libro, tiene lugar en el período posterior a la invasión de Austria por las tropas alemanas. En abril de 1938 la ciudad se convirtió en provincia del Tercer Reich, la vida de los judíos se hacía cada día más dolorosa y el que (al menos en parte) era un alter ego de su creador no podía dejar de intervenir en una aventura en la que el agente secreto creado por Giardino se encontraba viviendo en su propia piel los horrores del nazismo. El autor continúa: “Como ha sucedido en otras ocasiones, decidí trabajar en esta historia porque estaba conmocionado por los acontecimientos actuales. Me parece vergonzosa la política de los países ricos hacia los solicitantes de asilo y decidí trabajar en ello, a mi manera, sabiendo que me llevaría mucho tiempo”.

En exhibición en Casale Monferrato
Todos sus volúmenes más comprometidos son un intento de restaurar la verdad histórica, añade, explicando que cuando descubre que ha habido alteraciones en la narración de los acontecimientos, la irritación es tal que no puede resistir la tentación de restaurar los hechos, contándolos en sus láminas. En Los primos, Meyer ha optado por poner en orden algunas verdades, episodios que pocos conocen y que considera impresionantes por su actualidad: “Pocos saben que las restricciones legislativas nazis privaron de la ciudadanía a diferentes grupos de personas. Principalmente a los judíos, pero no sólo: afectaban a varias minorías y las prohibiciones se sucedían una a otra, una pieza a la vez. Como a menudo eran ridículos y relativamente poco serios, poco a poco te acostumbrabas a ellos”. La exposición que se inaugurará a finales de mayo en Casale Monferrato en los locales de la comunidad judía, en correspondencia con los días de Casale Comics, se titulará Historias de familias imaginarias. Fridman, Fink, Meyer, Treves y estará dedicado al judaísmo en la obra de Vittorio Giardino, un elemento evidente y central en las historias de muchos de sus personajes.
Su pertenencia a la cultura judía es adquirida: la señora Giardino es formiggini, un apellido que proviene de una antigua familia judía de la provincia de Módena, y le explicó a Albertini: “Descubrí las historias de muchos judíos italianos. Ciudadanos del mundo, viajeros, emprendedores, experimentadores. Eso sí, siempre ligado a la identidad original. De Lviv a Trieste, de Jerusalén a Bolonia. Lazos fuertes, pero que nunca conducen al provincianismo, al familismo”.


Antisemitismo visceral
En el texto que escribió para la exposición, titulado Todos somos judíos, Vittorio Giardino escribe: “Un judío es, por desgracia, un testigo privilegiado de injusticias y abusos de los que tiene una larga experiencia y tradición histórica, un legado familiar poco envidiable transmitido de una generación a otra. Así que, desde el punto de vista de la trama literaria, un judío es un personaje muy cómodo: una especie de prueba de fuego para toda la perversidad de nuestra civilización. No hace falta explicar por qué se le discrimina: es natural, ¡es judío!”. Y añade, más adelante: “Mi antifascismo, mi antinazismo y mi ‘antisemitismo’ son, antes que ideológicos, viscerales: no puedo imaginar que alguien llame a la puerta de mi casa y quiera llevarme a mi mujer, a mis hijas y a mis nietos. Solo tengo que pensarlo por un momento para que todas mis creencias no violentas flaqueen. Y creo que un poco de ejercicio de imaginación sería bueno para todos. Si, por ejemplo, adquirieras el hábito de ponerte en el lugar de los demás y realmente te imaginaras como el otro, no sería tan fácil seguir siendo racista”.

 

Ada Treves