Riad – Durante una visita oficial a Arabia Saudita, el expresidente estadounidense Donald Trump pronunció un discurso que sorprendió tanto por su tono como por su contenido: declaró el fin de la política estadounidense de intervención extranjera y construcción de naciones. Desde un opulento salón de baile en Riad, anunció que Estados Unidos dejaría de “dar sermones sobre cómo vivir”, una afirmación que provocó una ovación inmediata en la audiencia compuesta por autoridades y empresarios del Golfo.
Trump criticó abiertamente las políticas que marcaron las últimas décadas de la presencia estadounidense en Oriente Medio, desde las invasiones a Irak y Afganistán hasta el respaldo militar y diplomático a Israel. “Los llamados constructores de naciones destruyeron más países de los que construyeron”, afirmó. “Los intervencionistas se entrometieron en sociedades complejas que ni siquiera comprendían”.
La recepción en el mundo árabe fue ambivalente. Mientras algunos celebraban sus palabras, otros se mostraban escépticos ante lo que consideraron un discurso confuso y potencialmente peligroso por su falta de compromiso con los derechos humanos. El académico saudí Sultan Alamer comparó los comentarios de Trump con las ideas de Frantz Fanon, pensador marxista que denunció el colonialismo, y señaló que la retórica de Trump parecía haber tomado elementos de discursos antiimperialistas de izquierda para adaptarlos a una narrativa populista de derecha.
Durante su gira de cuatro días por Arabia Saudita, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, Trump firmó acuerdos comerciales por cientos de miles de millones de dólares. Más allá del foco económico, dejó entrever ambiciones diplomáticas. Expresó su deseo de que Arabia Saudita reconociera al Estado de Israel, tal como hicieron Emiratos Árabes Unidos y Baréin, aunque las autoridades saudíes reiteraron que solo lo harían tras la creación de un Estado palestino.
Trump también manifestó su disposición a llegar a un acuerdo con Irán sobre su programa nuclear y declaró que no cree en los “enemigos permanentes”. En otra señal llamativa, se reunió con Ahmed al-Shara, el nuevo líder sirio, quien encabezó la coalición rebelde que derrocó a Bashar al-Assad. La imagen de Trump posando junto a al-Shara y el príncipe heredero saudí circuló ampliamente y generó reacciones encontradas en la región.
El anuncio de que levantaría las sanciones estadounidenses contra Siria fue celebrado por muchos sirios en redes sociales, mientras que en Yemen, país también afectado por sanciones y ataques aéreos durante su mandato, la reacción fue más ambigua.
A pesar del tono conciliador hacia los líderes del Golfo, Trump evitó mencionar sus polémicas declaraciones pasadas sobre el islam. En contraste con la actitud crítica de su sucesor, Joe Biden, quien responsabilizó directamente al príncipe heredero Mohammed bin Salman por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, Trump elogió al príncipe como “un hombre increíble”.
Sin embargo, no todos vieron con buenos ojos la ausencia de menciones a los derechos humanos. Ibrahim Almadi, cuyo padre -ciudadano saudí-estadounidense- fue detenido por publicaciones críticas en redes sociales, lamentó que Trump no intercediera en su caso. “Están normalizando lo que le pasó a mi padre, y eso no es normal”, expresó.
Negad el-Boraie, abogado egipcio de derechos humanos, interpretó el discurso de Trump como una expresión cruda del pragmatismo político estadounidense. “Trump dice lo que siempre ha guiado la política exterior de su país: los intereses propios”, sentenció.
En definitiva, el discurso de Trump en Riad marcó un giro simbólico: menos moralismo, más transacciones. Una apuesta por redefinir el papel de Estados Unidos en Oriente Medio bajo el signo del realismo económico y la no intervención, aunque no sin controversias.
Agencias colaboraron con este artículo de Aurora
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