Francia frente a una amenaza silenciosa: la penetración del islamismo político

Un reciente informe oficial del Ministerio del Interior de Francia ha encendido las alarmas sobre la creciente influencia de los Hermanos Musulmanes en diversos ámbitos de la sociedad francesa. Elaborado por los servicios de inteligencia, el documento detalla una estrategia de infiltración gradual que afecta desde clubes deportivos hasta instituciones educativas, pasando por ONG, mezquitas y organismos de representación comunitaria.

El informe, que fue evaluado por el Consejo de Seguridad Nacional y cuya publicación completa aún se reserva, sostiene que esta red islámica actúa con el objetivo último de instaurar la sharia en Francia, a través de lo que denomina “ecosistemas islámicos”. Esta táctica busca moldear la vida del musulmán desde el nacimiento hasta la muerte, generando una estructura paralela que desafía los valores republicanos de laicidad, igualdad de género y cohesión nacional.

Según el informe, la organización cuenta con al menos 139 lugares de culto identificados y otros 68 bajo influencia cercana, además de unas 280 asociaciones activas en áreas clave como la juventud, la educación y las finanzas islámicas. Financiada por países como Qatar, Kuwait y Arabia Saudita, la Hermandad ha aprovechado vacíos institucionales y el descontento social para extender su red de influencia, recurriendo a una narrativa victimista que acusa de “islamofobia” a quienes cuestionan sus intenciones.

La figura del ideólogo egipcio Yusuf al-Qaradawi es central para entender la evolución táctica del movimiento. Su doctrina del “mal menor” permitió a los Hermanos Musulmanes suavizar su discurso para adaptarse a las sociedades occidentales, sin abandonar su proyecto final. Así, logran establecer una presencia visible en zonas urbanas densamente pobladas, como París o Marsella, donde algunos analistas advierten sobre el surgimiento de un “islamismo municipal”.

La respuesta política ha sido variada. Desde la derecha, el líder de Agrupación Nacional, Jordan Bardella, ha pedido la ilegalización del grupo por representar una “amenaza existencial” para Francia. Mientras tanto, desde sectores de la izquierda radical, figuras como Jean-Luc Mélenchon han criticado el informe por “alimentar la islamofobia”. No obstante, el ex primer ministro Gabriel Attal ha planteado medidas concretas, como la prohibición del velo islámico en menores de 15 años.

A nivel europeo, el documento también alerta sobre los vínculos del movimiento con entidades continentales como el Consejo de los Musulmanes Europeos (CEM) o la Federación de Estudiantes Musulmanes (FEMYSO), señalando una estrategia de acceso a financiación comunitaria para promover su agenda ideológica bajo el pretexto del activismo social.

Más allá de los hechos denunciados, el trasfondo cultural también emerge como un factor crucial. El informe apunta a la dificultad del Estado francés para integrar plenamente a las comunidades de origen musulmán, en un contexto donde sectores del progresismo parecen relativizar o incluso respaldar estas redes bajo la lógica del multiculturalismo o la defensa de minorías.

El presidente Emmanuel Macron, consciente de la gravedad del fenómeno, ha instado a su gabinete a presentar nuevas propuestas que fortalezcan los valores seculares del país y frenen la progresiva islamización encubierta que señala el informe. Se trata, en definitiva, de una encrucijada entre la defensa de las libertades y la protección de la identidad republicana ante un desafío que, según advierten los expertos, no busca imponerse por la violencia sino por la astucia y la persistencia.

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