La cronología secreta del criminal nazi que vivió más de una década en el país con ayuda oficial, redes ideológicas y pasividad estatal
1945: Derrota nazi y fuga hacia América
La caída del Tercer Reich no marcó el fin de la historia de Josef Mengele, sino el inicio de su encubrimiento global. Mientras Europa intentaba procesar el horror de los campos de exterminio, el médico de Auschwitz -recordado por sus experimentos inhumanos y su rol en las selecciones para las cámaras de gas- trazaba su ruta de escape. Con ayuda de redes de colaboradores, logró abandonar Europa y hallar refugio en América del Sur.
El 20 de junio de 1949, Mengele ingresó a Argentina con un pasaporte de la Cruz Roja a nombre de Helmut Gregor, una identidad construida para evadir la persecución internacional. El documento había sido emitido por la Cruz Roja Internacional, que en muchos casos facilitó papeles a criminales nazis mediante procedimientos negligentes o deliberadamente opacos.
1949: Ingreso a la Argentina bajo identidad falsa
Argentina, bajo el gobierno de Juan Domingo Perón, se mostraba entonces como un destino acogedor para prófugos del régimen nazi. En nombre de la ciencia, la industria o la lucha contra el comunismo, el país abrió sus puertas a numerosos ex jerarcas y técnicos alemanes.
1950–1956: Vida discreta y redes de protección
Mengele se estableció inicialmente en Buenos Aires, donde vivió en hoteles céntricos y luego en casas particulares. Se integró con facilidad a la comunidad alemana local, especialmente en barrios como Vicente López, Olivos y otros del norte del Gran Buenos Aires.
Trabajó en Fadro Farm, un laboratorio farmacéutico fundado con capitales alemanes y donde habría aportado parte del millón de pesos iniciales. También se desempeñó como vendedor de maquinaria agrícola, lo que le permitió viajar a provincias como Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos.
Durante estos años, gozó de protección de un círculo cerrado de exiliados alemanes, empresarios como Roberto Mertig, instituciones germanas y hasta sectores religiosos. Incluso mantenía vínculos con Adolf Eichmann, con quien compartía almuerzos en un restaurante de estilo bávaro en la calle Lavalle, en Buenos Aires.
1956: Legaliza su identidad en Argentina
En noviembre de 1956, Mengele solicitó una cédula de identidad argentina con su verdadero nombre. Lo hizo utilizando una partida de nacimiento legalizada por la Embajada de Alemania en Buenos Aires, que también había protegido a Eichmann. Este gesto, que debería haber encendido todas las alarmas, pasó inadvertido o fue deliberadamente ignorado por las autoridades.
1959: Pedido de extradición desde Alemania
Ese año, las autoridades judiciales de Friburgo y Fráncfort enviaron un pedido formal de extradición a la Argentina. El documento fue rechazado bajo el argumento de “fallas de forma y procedimiento”. De manera extraoficial, se sugirió que los crímenes de Mengele eran de “carácter político”, lo cual, en la lógica legal argentina de entonces, lo eximía de ser entregado.
La solicitud activó las alarmas en el entorno de Mengele, quien comenzó a planear su salida del país.
1960: El golpe del Mossad y la huida definitiva
El 11 de mayo de 1960, un comando israelí secuestró a Adolf Eichmann en San Fernando. Diez días después, el mundo supo del operativo que llevaría al ex jerarca nazi a ser juzgado en Jerusalén. Este hecho provocó pánico en Mengele, quien decidió desaparecer.
Las fuerzas de seguridad argentinas, presionadas por la opinión pública y el impacto internacional, comenzaron una búsqueda tardía e infructuosa. Agentes recorrieron domicilios en Vicente López, Azcuénaga, Olivos y San Isidro. Interrogaron a vecinos, empleados postales y a la propia esposa de Mengele, Marta María Will,(que era su cuñada) con quien el médico se había casado en Uruguay tras la muerte de su hermano Karl Thaddeus Mengele.
Ella aseguró no saber nada del paradero de su esposo, aunque reconoció haber recibido una carta sin firma, con matasellos argentino, en la que él insinuaba estar en camino a Paraguay o Venezuela. Las autoridades sospechaban que Will mentía, pero no lograron obtener pruebas contundentes.
Mengele escapó hacia Paraguay, donde el dictador Alfredo Stroessner le ofreció refugio y documentación. Vivió alejado de centros urbanos, bajo nombres falsos, hasta que la presión internacional lo empujó nuevamente a huir.
Se trasladó a Brasil, donde fue recibido y protegido por Hans Sedlmeier, antiguo jefe de ventas de la empresa familiar en Gunzburgo. Allí, Mengele adoptó la identidad de Wolfgang Gerhard y vivió con paranoia y armas bajo la almohada.
El 7 de febrero de 1979, sufrió un derrame cerebral mientras nadaba en una playa de Bertioga, São Paulo. Murió ahogado y fue enterrado bajo el nombre falso. Su fallecimiento no fue confirmado oficialmente hasta 1985, cuando análisis de ADN verificaron que los restos eran efectivamente los suyos.
1985: Confirmación y legado de impunidad
La tumba de Wolfgang Gerhard fue exhumada tras una investigación impulsada por la fiscalía alemana. La confesión del hijo de Mengele, Rolf, que había adoptado el apellido Jenckel por vergüenza, selló el caso. Se cerró así una historia de décadas de huida, complicidad y omisión.
Reflexión final
Los documentos desclasificados por el Estado argentino en 2024 no solo confirman el paso prolongado de Mengele por el país. Revelan también la trama de silencios y pactos tácitos que lo protegieron: desde la Cruz Roja hasta embajadas, desde laboratorios farmacéuticos hasta oficinas de migración.
Josef Mengele no vivió oculto en una cueva: vivió en la Argentina con nombre propio, papeles en regla y bajo la mirada indiferente del poder.

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