La visita oficial del rey Carlos III a Canadá, la primera desde su coronación, ha adquirido un fuerte carácter simbólico en medio de crecientes tensiones con Estados Unidos, particularmente tras las reiteradas declaraciones del presidente Donald Trump sobre una posible anexión de Canadá como “el estado 51”.
El monarca fue recibido este lunes por el primer ministro canadiense, Mark Carney, y la gobernadora general Mary Simon, en un acto cargado de gestos institucionales. El recibimiento incluyó una guardia de honor compuesta por miembros de los Dragones Reales Canadienses -regimiento del que el rey es coronel en jefe-, así como eventos con comunidades indígenas y actividades públicas, como el lanzamiento ceremonial del disco en un partido de hockey callejero.
Este martes, Carlos III abrirá el nuevo Parlamento canadiense con la lectura del discurso del trono, que marcará las prioridades del gobierno de Carney. Aunque se trata de un acto protocolar, su valor político y simbólico ha cobrado una dimensión excepcional. Será apenas la tercera vez en la historia que un monarca británico lo haga personalmente; la última fue en 1977 con la reina Isabel II.
El discurso será leído en el Senado -que actualmente funciona en una estación ferroviaria durante la remodelación del Parlamento- y fue redactado por la oficina del primer ministro. Aunque se espera que el rey mantenga su neutralidad política, cada frase será examinada en el contexto del mensaje de soberanía nacional que Canadá busca proyectar.
La ceremonia incluirá una escolta en carruaje por la Real Policía Montada, una salva de 21 cañonazos, un desfile aéreo y una ofrenda floral en honor a los caídos. Para el gobierno canadiense, la presencia del monarca refuerza su modelo de monarquía constitucional y subraya su independencia política, económica y cultural respecto de su poderoso vecino.
“Este honor histórico coincide con la gravedad del momento”, expresó Carney, un tecnócrata convertido en líder político, que ha centrado su programa en disminuir la dependencia económica de Estados Unidos. La presencia del rey, añadió, “habla de nuestra identidad distintiva y de los lazos históricos que las crisis solo fortalecen”.
Aunque la monarquía genera opiniones divididas entre los canadienses, el mensaje detrás de esta visita parece claro: Canadá reafirma su soberanía con dignidad institucional, ante cualquier insinuación de subordinación.
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