En una operación de alta precisión y gran sofisticación, Israel lanzó un ataque sobre objetivos estratégicos iraníes, centrado en la cúpula de los Guardianes de la Revolución, el cuerpo de élite Al-Quds, científicos nucleares y plantas de enriquecimiento como Natanz. Esta última, una instalación crítica para el programa atómico de Irán, fue severamente dañada según confirmó Rafael Grossi, director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
“La operación combinó inteligencia y capacidad operativa como pocas veces hemos visto. Buscó descabezar al poder científico y militar que sostiene el proyecto nuclear iraní”, afirmó el analista político Fabián Calle en diálogo con Radio Jai. “No estamos hablando de un episodio aislado, sino de una ofensiva con múltiples capas que puede marcar un antes y un después”, agregó.
La capacidad de respuesta militar de Irán, aunque potencialmente considerable, enfrenta interrogantes clave tras el ataque. Calle recordó que durante escaramuzas previas Irán utilizó tanto misiles balísticos antiguos como versiones más modernas desarrolladas con asistencia tecnológica de Corea del Norte y Rusia. Sin embargo, el nivel de operatividad de estos sistemas hoy es incierto. “Habrá que ver cuántos de esos vectores están realmente listos para ser usados y si la cadena de mando no quedó afectada. Ese dato será crucial para anticipar la magnitud de la respuesta iraní”, sostuvo.
Aunque Estados Unidos declaró públicamente que no participó en la ofensiva, sus movimientos diplomáticos previos y el retiro de personal en la región indican una posible coordinación previa. “Hubo un ultimátum de 60 días que Washington le impuso a Irán. Fue la estrategia del ‘policía bueno’ y ‘policía malo’: negociar con Estados Unidos o enfrentar la fuerza de Israel. Ese plazo se cumplió justo el día del ataque”, explicó Calle, quien además señaló que la administración norteamericana estaba al tanto y dejó actuar a su aliado sin involucrarse directamente.
En términos geopolíticos, el golpe puede tener consecuencias más amplias. Según Calle, Arabia Saudita mantiene vínculos no oficiales con Israel, mientras que Siria y Líbano han comenzado a acercarse diplomáticamente. “Podemos ver un Irán muy aislado en los próximos meses. Si su reacción es moderada, su capacidad disuasiva va a quedar gravemente dañada”, analizó.
Sin embargo, los riesgos de escalada siguen sobre la mesa. El líder supremo iraní, Alí Khamenei, ha reiterado en numerosas ocasiones que un ataque al programa nuclear sería una línea roja que conduciría a una guerra total. “Si Khamenei se mantiene en lo que dijo, Israel podría enfrentar el ataque más grave sobre sus ciudades en toda su historia. Esto ya no es un juego de disuasión como en años anteriores, es una confrontación abierta”, concluyó Calle.
En este nuevo escenario, la comunidad internacional observa con atención. El desenlace de las próximas 72 horas será determinante no solo para la estabilidad regional, sino también para los equilibrios de poder a nivel global.
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