En una escalada sin precedentes, Israel ha lanzado una amplia ofensiva militar contra instalaciones nucleares y objetivos estratégicos en Irán, centrando sus ataques en las plantas de Isfahan, Natanz y Fordó, pilares del programa nuclear iraní. La operación, marca un punto de inflexión en el conflicto regional, al tiempo que aviva tensiones internacionales en torno al potencial desarrollo armamentístico del régimen de Teherán.
La ofensiva comenzó en la madrugada del viernes con un bombardeo masivo que incluyó el despliegue de más de 200 aviones de combate. Según portavoces de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), los ataques se concentraron en instalaciones críticas para la reconversión y enriquecimiento de uranio, incluyendo laboratorios, infraestructura técnica y centros de investigación. En Isfahan, la planta de conversión de uranio fue desmantelada por completo, mientras que en Natanz y Fordó se reportaron daños severos, incluso en sus complejos subterráneos.
El general Effie Defrin confirmó que “el ataque desmanteló una instalación para la producción de uranio metálico, infraestructura de reconversión y laboratorios asociados. La operación sigue en curso”. Por su parte, el jefe del Estado Mayor israelí, Eyal Zamir, calificó la acción como parte de “una campaña histórica sin precedentes” contra lo que considera “una amenaza existencial”.
Las FDI también han informado la eliminación de altos mandos de la Guardia Revolucionaria iraní, incluyendo al general Hossein Salami y otros líderes de la cúpula militar y científica. Según fuentes israelíes, al menos seis científicos nucleares habrían muerto en operaciones que incluyeron armamento guiado y acciones encubiertas del Mossad en territorio iraní.
Desde Washington, el presidente Donald Trump aseguró que Estados Unidos fue informado con antelación, aunque no participó directamente en los ataques. El secretario de Estado Marco Rubio advirtió que la prioridad estadounidense es “proteger a sus fuerzas en la región” y negó cualquier implicación militar.
La respuesta de Irán no se hizo esperar. El presidente Masoud Pezeshkian prometió una “respuesta legítima y contundente”, mientras que el líder supremo Ali Jameneí anunció represalias masivas y renovó la cúpula de las Fuerzas Armadas. En las horas posteriores al bombardeo, Irán lanzó más de 100 drones hacia territorio israelí, algunos de los cuales fueron interceptados. Las sirenas antiaéreas sonaron a lo largo y ancho de Israel, y se reportaron varios impactos sin detalles aún confirmados.
Organismos internacionales, incluida la ONU, han pedido contención. El secretario general António Guterres instó a ambas partes a “evitar una escalada incontrolable”, y el OIEA expresó preocupación por los ataques a instalaciones nucleares activas.
Israel, por su parte, justificó su accionar alegando que Irán estaba ensamblando al menos 15 ojivas nucleares y que había acumulado suficiente uranio enriquecido para fabricar nueve bombas atómicas. “No permitiremos que el régimen más peligroso del mundo obtenga el armamento más peligroso del planeta”, sentenció Roni Kaplan, portavoz militar en español del ejército israelí.
En medio del recrudecimiento del conflicto, la comunidad internacional teme una desestabilización regional de gran escala, mientras varias embajadas israelíes han sido cerradas por seguridad y países como Rusia, Emiratos Árabes y Catar piden una intervención urgente para evitar una guerra abierta.

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