Leonard A. Lauder, visionario empresario y heredero del legado familiar que convirtió una pequeña empresa de cosméticos en un imperio global, falleció el pasado 14 de junio en su hogar de Manhattan a los 92 años.
Nacido en 1933, Lauder fue el hijo mayor de Estée Lauder, la hija de inmigrantes judíos que fundó la marca que lleva su nombre. Leonard ingresó formalmente a la compañía familiar en 1958.
Como presidente de Estée Lauder Companies desde 1972 y luego como CEO entre 1982 y 1999, Leonard fue el principal artífice de la expansión internacional de la firma. Bajo su liderazgo, la empresa pasó de vender unos pocos productos en tiendas estadounidenses a convertirse en líder mundial en el sector de la belleza de lujo.
Pero su legado va mucho más allá del mundo empresarial. Lauder dedicó gran parte de su fortuna al arte y la filantropía. Fue un importante mecenas del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, al que donó una valiosa colección de arte moderno.
“Leonard fue un maravilloso hermano y un pilar de nuestra familia, pero su legado trasciende lo personal. Su filantropía, creatividad y pasión tocaron innumerables vidas”, expresó su hijo Ronald Lauder en un comunicado.
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