La capital iraní vive uno de los momentos más tensos de su historia reciente. Miles de personas huyen de Teherán en un éxodo sin precedentes, tras intensos bombardeos israelíes y una amenaza directa del ministro de Defensa israelí, Israel Katz: “Teherán arderá si los ataques continúan”. Aunque posteriormente matizó sus palabras, el temor ya se había desatado.
Las imágenes difundidas por redes sociales y medios internacionales muestran autopistas colapsadas hacia el norte del país, filas interminables de coches, motos y autobuses saturados, y estaciones de gasolina abarrotadas en Teherán y Karaj. El espacio aéreo civil ha sido cerrado, dejando las rutas terrestres como única vía de escape.
Una de las principales direcciones de la fuga es Mazandarán, región montañosa a 150 kilómetros, donde muchos capitalinos poseen casas de veraneo. Otros buscan seguridad en la frontera con Turquía. El paso de Bazargán está saturado por miles que intentan salir del país, provocando controles extenuantes. Aun así, el acceso terrestre permanece abierto.
Mientras tanto, supermercados vacíos, comercios cerrados y una ciudad paralizada dan cuenta del pánico. Las autoridades recomiendan refugiarse bajo tierra, en estaciones de metro o aparcamientos subterráneos, aunque estas estructuras no fueron diseñadas para resistir bombardeos de alta precisión. La infraestructura de defensa civil es limitada y obsoleta para una población metropolitana que supera los 14 millones.
La bandera roja, símbolo chií de venganza, ha sido izada sobre el santuario de Qom. El régimen iraní llama a la resistencia y emite mensajes masivos de represalia: “Vengaremos a todos nuestros mártires”. Sin embargo, en las calles prevalece el miedo. La televisión estatal difunde propaganda patriótica, pero la población busca protegerse por cuenta propia.
En las últimas 24 horas, Israel ha declarado haber atacado más de 100 objetivos militares en territorio iraní, incluyendo instalaciones de misiles y centros de comunicaciones. Fuentes humanitarias locales denuncian al menos 224 muertos, en su mayoría civiles, entre ellos mujeres y niños.
El colapso del tránsito, la saturación de las montañas y las crecientes bajas civiles reflejan el deterioro acelerado de la situación. Teherán ya no es solo la capital administrativa de Irán: se ha convertido en el epicentro de una crisis que amenaza con extenderse más allá de sus fronteras.
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