Los peligros de acorralar a Irán

Por Yoel Guzansky

La profundización de los logros militares en Irán podría representar una amenaza para la estabilidad del régimen iraní.

En respuesta a una amenaza real a su estabilidad, podría recurrir a medidas extremas, aunque inusuales, para disuadir o imponer un precio.

Si bien la mayoría de estas medidas son conocidas, en circunstancias extremas, Irán podría recurrir a una o varias de ellas.

En el punto más alto de la escala de gravedad se encuentra una rápida expansión de la capacidad nuclear militar.

Esta medida podría implicar enriquecer uranio al 90% en un sitio desconocido, romper vínculos con el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y anunciar la capacidad nuclear operativa o realizar una primera prueba nuclear.

Otro escenario grave incluye el uso de materiales químicos, biológicos o radiológicos (una especie de “bomba sucia”) o la realización de un sofisticado ataque biológico con un virus artificial; todos ellos son medios relativamente económicos y difíciles de atribuir directamente a sus remitentes.

Otro escenario posible es una operación para perturbar la libertad de navegación en el Estrecho de Ormuz.

Incluso una interrupción parcial, mediante ataques a petroleros o la colocación de minas marinas, afectaría no solo a los precios del petróleo, sino también a la estabilidad de los mercados financieros.

Esta acción constituye una clara causa de guerra y es probable que provoque una respuesta estadounidense, con una alta probabilidad de escalada hacia un conflicto militar directo.

Por esta razón, Irán podría considerarla una ventaja decisiva cuando ya no tiene nada que perder.

El daño de tal medida puede mitigarse mediante el uso de oleoductos que eviten el estrecho en Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, y mediante la apertura de reservas estratégicas, principalmente en Estados Unidos.

En el nivel severo se presenta un escenario que implica el ataque a embajadas y centros judíos e israelíes en el extranjero.

El propósito de tales ataques sería doble: disuasión y distracción, manteniendo al mismo tiempo una negación plausible.

Otra amenaza, como parte de la escalada general, es un ciberataque destructivo.

Irán ha estado activo en este ámbito a gran escala durante años y podría optar por una escalada drástica: cortando los sistemas eléctricos, así como atacando hospitales y bancos.

En el nivel de menor gravedad, pero mayor probabilidad, se pueden incluir acciones contra Israel en Cisjordania o la activación de fuerzas aún leales a Irán en Irak y Yemen contra los Países del Golfo o las fuerzas estadounidenses.

Dichas acciones contribuirían a Irán a crear una sensación de inestabilidad que obligaría a la comunidad internacional a centrarse en otros ámbitos.

Irán podría atacar a los Países del Golfo mediante drones, misiles balísticos o ciberataques.

Estos no son escenarios nuevos, pero su intensidad podría aumentar y volverse estratégica si los ataques se dirigen a centros de infraestructura como instalaciones de petróleo y gas, puertos o plantas de desalinización.

Los Países del Golfo esperan el apoyo defensivo estadounidense dada su relativa vulnerabilidad.

En conclusión, cuanto más sienta Irán que la soga le aprieta alrededor de su cuello, más probable es que asuma riesgos y adopte medidas extremas, algunas de las cuales se han descrito anteriormente.

Escenarios extremos tales como la incursión en un programa nuclear militar, el uso de medios químicos/biológicos, la interrupción de la navegación marítima y el terrorismo en el extranjero no son ajenos a la realidad; forman parte de las opciones operativas del régimen iraní y se debe estar preparados para ellos.

Fuente: INSS – The Institute for National Security Studies

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