El escudo de piedra: cómo Irán entierra su programa nuclear bajo la montaña

Por décadas, el régimen iraní ha aprovechado su geografía montañosa para esconder y proteger su infraestructura atómica. Ahora, en medio de tensiones crecientes con Israel, el enclave subterráneo de Fordow se convierte en el centro de una posible confrontación militar de alcance global.

En la compleja trama geoestratégica del conflicto entre Israel e Irán, el programa nuclear iraní ocupa un lugar central. Teherán insiste en que su iniciativa es pacífica, orientada a la producción energética. Israel, en cambio, sostiene que el verdadero objetivo es el desarrollo de un arma nuclear, lo que ha llevado a una carrera de inteligencia, sabotajes y amenazas abiertas.

Uno de los núcleos más enigmáticos y fortificados de este programa es Fordow, una instalación excavada dentro de una montaña al sur de Teherán, cerca de Qom. Oculta bajo más de 80 metros de roca, su ubicación la convierte en un blanco casi inaccesible para armamento convencional. Fordow no es sólo un sitio de enriquecimiento de uranio; es un símbolo de la doctrina defensiva iraní basada en el ocultamiento, la redundancia estructural y la resistencia.

Montañas, túneles y secreto estratégico

Irán ha distribuido sus instalaciones nucleares en ubicaciones remotas, elevadas o subterráneas, siguiendo una lógica clara de dispersión y protección. A Fordow se suman Natanz, epicentro del enriquecimiento de uranio, y Arak (Khondab), donde se encuentra el reactor IR-40, diseñado para operar con agua pesada. Todas estas instalaciones están rodeadas de cordilleras como los Zagros o los Elburz, que históricamente han condicionado las estrategias defensivas del país.

Tras el sabotaje del virus Stuxnet y varios ataques selectivos, Irán reforzó su infraestructura subterránea. Hoy, buena parte de sus actividades nucleares clave transcurren en búnkeres profundamente enterrados, inaccesibles incluso para armas antibúnkeres como las GBU-28, que solo penetran hasta seis metros.

En contraste, expertos estiman que Fordow podría estar a profundidades de hasta 80 e incluso 800 metros, según declaraciones recientes del director del OIEA, Rafael Grossi. “Para llegar hay que tomar un túnel en espiral que baja, baja, baja…”, describió el funcionario.

Solo EE. UU. podría destruirlo

Israel ha elaborado distintos planes para atacar Fordow, desde operaciones comando con helicópteros hasta bombardeos selectivos. Sin embargo, las capacidades actuales de su armamento no serían suficientes. Solo Estados Unidos posee un arma capaz de impactar en semejante profundidad: la bomba antibúnker Massive Ordnance Penetrator (MOP), de 13.600 kg, que debe ser lanzada desde bombarderos estratégicos B2.

Según reportes del New York Times y el Financial Times, la Fuerza Aérea estadounidense ha desarrollado un plan para atacar Fordow usando múltiples bombas MOP lanzadas consecutivamente en el mismo punto, perforando progresivamente la montaña. Aunque técnicamente viable, este tipo de ataque nunca se ha ejecutado en un escenario real de guerra.

Mientras tanto, Irán continúa limitando el acceso de inspectores del OIEA y ampliando su nivel de enriquecimiento, en ausencia de un nuevo acuerdo nuclear tras la retirada de EE. UU. del JCPOA en 2018. La creciente autonomía técnica del programa y la opacidad sostenida elevan la tensión regional y complican los esfuerzos diplomáticos para una solución pacífica.

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