El Estrecho de Ormuz, epicentro de una crisis global: ¿qué pasaría si Irán cumple su amenaza?

La reciente aprobación de una moción en el Parlamento iraní para cerrar el Estrecho de Ormuz ha encendido las alarmas en las principales capitales del mundo. En medio de una escalada bélica con Estados Unidos e Israel, Teherán contempla bloquear una de las rutas marítimas más estratégicas del planeta, por donde transita aproximadamente el 20 % del petróleo mundial.

La propuesta parlamentaria, que aún requiere la aprobación del Consejo Supremo de Seguridad Nacional y la autorización final del ayatolá Alí Khamenei, se enmarca como respuesta directa a los recientes bombardeos estadounidenses sobre las instalaciones nucleares de Isfahán, Fordow y Natanz. El general Esmaeil Kowsari, citado por la televisión estatal iraní, confirmó que existe “consenso” político para proceder con el cierre.

Un cuello de botella estratégico

El Estrecho de Ormuz, con apenas 34 kilómetros de ancho en su punto más angosto, conecta el Golfo Pérsico con el Golfo de Omán y el mar Arábigo. A diario lo cruzan más de 15 millones de barriles de petróleo y grandes volúmenes de gas natural licuado, especialmente desde Qatar. Este paso no solo es vital para los países árabes exportadores, sino también para economías asiáticas altamente dependientes del crudo del Golfo.

Su proximidad a la costa iraní convierte a los buques en blancos vulnerables frente a posibles ataques con misiles, drones o embarcaciones rápidas, lo que acentúa la tensión entre seguridad energética y geopolítica.

Impacto global y respuesta internacional

Si se materializa el cierre, los efectos serían inmediatos: el precio del barril podría superar los 100 dólares y el galón de gasolina en Estados Unidos oscilaría entre los 5 y 7 dólares. Analistas alertan que la medida no solo provocaría una crisis energética, sino también un colapso en los mercados financieros, acompañado por acaparamiento de reservas, especulación y caída de la confianza empresarial.

Desde Washington, el vicepresidente JD Vance calificó la maniobra iraní como un “suicidio económico”, recordando que la propia economía de Irán depende del tráfico comercial a través del estrecho. En la misma línea, el secretario de Estado Marco Rubio instó a China, aliada estratégica de Teherán, a intervenir diplomáticamente para evitar el bloqueo.

Por su parte, el presidente Donald Trump advirtió desde Truth Social que “cualquier represalia será respondida con una fuerza mayor”, anticipando una posible reacción militar internacional para asegurar la navegación.

Alternativas limitadas y tensión creciente

Pese a los esfuerzos de algunos países productores por diversificar sus rutas, las alternativas siguen siendo limitadas. Arabia Saudita dispone de un oleoducto hacia el Mar Rojo; Emiratos Árabes Unidos utiliza el puerto de Fujairah en el golfo de Omán; Irán opera parcialmente desde Jask. Sin embargo, naciones como Kuwait, Baréin y Qatar no tienen otras opciones más allá de Ormuz.

Mientras se espera una definición por parte del liderazgo iraní, decenas de petroleros están abandonando la zona. Autoridades marítimas como Grecia ya han emitido alertas a sus navieras. La posibilidad de un bloqueo total es vista por algunos como inminente.

Escenario incierto

Durante décadas, Irán ha amenazado con bloquear el Estrecho de Ormuz sin llegar a concretarlo, ni siquiera durante la guerra con Irak en los años 80. Sin embargo, el actual contexto regional, sumado a la presión internacional y el creciente aislamiento del régimen, podría empujar a Teherán a una medida extrema.

Lo que está en juego va mucho más allá del suministro de petróleo: se trata de una prueba para la estabilidad geopolítica global y la capacidad de las potencias de evitar una conflagración mayor en una región ya marcada por la volatilidad.

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