La confrontación con Irán pone de relieve los límites de la influencia de los países árabes

Por Yoel Guzansky

La guerra de 12 días entre Israel e Irán marcó un momento decisivo para los países árabes, dado que Irán ha constituido durante mucho tiempo una amenaza para muchos de ellos.

La guerra causó daños significativos a la infraestructura nuclear y de misiles de Irán y redujo aún más su capacidad para operar con sus aliados [proxies] regionales.

Sin embargo, estos resultados fueron logrados por Israel y Estados Unidos, que asestaron con éxito golpes militares efectivos a Irán en un corto plazo, una hazaña que los Estados árabes no han logrado durante décadas.

Esta brecha subraya la debilidad estratégica de los Estados árabes y su continua dependencia de las potencias externas para su defensa.

Además, las respuestas árabes a la guerra se limitaron a llamamientos a la desescalada e intentos de mediación.

Ante la ausencia de una iniciativa independiente o una influencia significativa en el curso de los acontecimientos, el mundo árabe sigue siendo un actor marginal, tanto política como militarmente.

Este resultado podría alentar a Irán a emprender futuras represalias asimétricas contra los estados árabes, impulsado por un sentimiento de inferioridad frente a Israel y el reconocimiento de la debilidad árabe.

El éxito militar de Israel, que reforzó su imagen de fuerza, pone de manifiesto las profundas disparidades entre este país y los estados árabes, muchos de los cuales padecen una gobernanza disfuncional y una debilidad militar significativa.

Incluso los socios potenciales de Israel, en particular los países del Golfo, ven estos acontecimientos con recelo.

Si bien consideran a Israel un socio estratégico contra Irán, también temen el fortalecimiento de la creciente sensación de capacidad de Israel y su disposición a actuar unilateralmente, sin tener en cuenta los intereses árabes.

La cadena de acontecimientos no ha alterado el deseo de los estados árabes de continuar su distensión con Teherán, una política destinada a suavizar las tensiones y reducir el riesgo de verse arrastrados a un conflicto.

Desde la perspectiva árabe, la situación está lejos de terminar.

Creen que una nueva confrontación con Irán es solo cuestión de tiempo y, por lo tanto, prefieren mantener una postura neutral.

En última instancia, la guerra entre Israel e Irán expuso la debilidad e irrelevancia de los Estados árabes en la configuración del orden regional.

Fueron fuerzas no árabes las que propiciaron, aunque fuera temporalmente, una mejora en su posición estratégica frente a Irán.

Para que los Estados árabes recuperen un papel de liderazgo, deben abandonar su pasividad y estar dispuestos a asumir la responsabilidad de la estabilidad regional.

Mientras no lo hagan, seguirán siendo blanco fácil de agresiones externas.

Fuente: INSS – The Institute for National Security Studies

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