A sus 77 años, Óscar Daye aún se recupera del impacto físico y emocional que le dejó la reciente guerra en Israel. Residente en la ciudad de Bersheva desde hace más de una década, este inmigrante argentino vivió en carne propia los bombardeos lanzados desde Irán, salvándose milagrosamente en dos ocasiones en apenas tres días.
“Una cosa es contarlo y otra es vivirlo”, advierte Daye en diálogo con Pensando las noticias, al describir el primer ataque que lo sorprendió internado en el Hospital Soroka por una neumonía. “El día que me tenían que dar el alta se me infectó la pierna y no me dejaron salir. Esa misma noche cayó un misil frente al edificio del hospital. Si me daban el alta, no la contaba”.
Apenas tres días después, ya en su departamento, volvió a sonar la sirena. Con la movilidad reducida por su pierna lesionada, logró refugiarse en el cuarto fortificado de su vivienda, el “mamad”. “Cerré la puerta como pude y me senté. El impacto fue tan fuerte que quedé sordo de un oído. El edificio temblaba como si fuera de cartón. Todo voló por los aires. La puerta blindada de hierro se dobló como papel y no podían ni entrar los bomberos ni yo salir”, relató.
La violencia del episodio dejó su casa completamente destruida. Sin embargo, Daye destaca la eficiencia del sistema de emergencias israelí. “En minutos sabían quién era, dónde vivía, qué necesitaba. Me trasladaron al hospital y luego me dieron internación domiciliaria, con médicos que vienen dos veces por día”, explicó.
Óscar emigró a Israel tras la decisión de sus hijos de hacer Aliáh. “Nos agarró la locura y nos vinimos atrás de ellos. Pasamos idas y vueltas, pero no me arrepiento de nada”, asegura. Tras la muerte de su hija, decidió permanecer en el país junto a sus nietos, pese a los constantes riesgos. “Vivimos en una tensión permanente. La sirena suena en el colectivo, todos gritan y bajamos a escondernos donde se pueda. Pero el país te cuida, te contiene y eso vale mucho”.
Actualmente, vive en la casa de unos primos, mientras enfrenta la burocracia de reconstruir su vida: “Hay que hacer 80.000 trámites. Pero todo está tan aceitado que la ayuda llega, incluso sin que la pidas”.
Consciente de que la reciente tregua no es el fin del conflicto, Daye deja una reflexión contundente: “Hace 70 años que estamos peleando. ¿Por qué habría de terminar ahora? Pero si este es el final, que venga. Yo ya viví mucho. Y gracias a Dios, puedo contarlo”.
En un testimonio en primera persona cierra con emoción con un mensaje: “Am Israel Jai”.
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