La tensión entre, por un lado, la celebración colectiva, generalmente nacional, consensuada, y pautada por la Historia y la institucionalidad, y por otro la vivencia personal en torno al evento en cuestión, ha ocupado a los artistas en todas sus variantes. Por un lado el colectivo impersonal y por otro el individuo y su circunstancia.
Cada día vemos las noticias que nos traen hechos que afectan a las masas, miles, millones de personas: en estos días, el desborde del río Guadalupe en Texas, la reunión de Trump con Netanyahu en la Casa Blanca, o la primer misa católica en una catedral anglicana, por citar sólo algunos ejemplos inmediatos.
Al tiempo que esto sucede, miles de personas en Texas lloran sus muertos o se desvelan por sus desaparecidos, miles de personas en Israel siguen manifestando por los rehenes, los rehenes siguen cautivos, y millones de personas serán influenciados de una forma u otra por este ‘acercamiento’ entre dos religiones hermanas pero siempre distantes.
Como judíos, tenemos un calendario pródigo en fechas conmemorativas, desde Pesaj hasta la Independencia de Israel, pasando por momentos efímeros como Purim o Januca o desgracias determinantes como la destrucción de los templos o la Shoá. Más allá de cómo celebremos o conmemoremos, cada uno tiene su experiencia personal en torno a esas fechas.
En los últimos dos años cualquier fecha del calendario hebreo está teñida por el 7 de octubre. Así como la destrucción de los templos de Jerusalém y la Shoá se instalaron para siempre en el ritual, cualquiera sea, el 7 de octubre ocupará parte de nuestra memoria colectiva.
Pero cada uno, cada año, tendrá su experiencia personal en el marco de la experiencia colectiva. Aunque repitamos las mismas preguntas cada año, LA pregunta en Pesaj, invariablemente,es ‘¿En qué es diferente esta noche de todas las noches?’
Pesaj es el inicio de un camino y asume que cada vez la experiencia será otra. Del mismo modo, cada año cuando conmemoramos o celebramos algo, somos distintos al año anterior. El trauma del 7 de octubre ha contribuido a que esto quede inequívocamente patentizado.
Seguiremos siendo nosotros, pero ya no seremos los mismos.