Terrorismo yihadista en América Latina

¿Pensás que el extremismo religioso es un problema exclusivo de otras regiones del mundo? Quizás eso que vemos en titulares alarmantes o escuchamos mencionar en alguna clase esté mucho más cerca de lo que imaginamos. En América Latina, las redes del extremismo yihadista han echado raíces silenciosas, aprovechando vacíos institucionales, alianzas ideológicas y mercados paralelos.

Por Ivana Patanè

Conflicto irano-israelí: ¿guerra demostrativa?

En las últimas semanas, Israel llevó a cabo una serie de ataques dirigidos contra Irán, con el claro objetivo de debilitar sus capacidades nucleares y frenar el avance de su programa atómico. Los bombardeos se concentraron en instalaciones de investigación nuclear, y se ejecutaron con precisión quirúrgica, eliminando selectivamente a científicos, ingenieros y mandos centrales de la Guardia Revolucionaria.

Desde una perspectiva militar, este enfrentamiento no califica como una guerra en sentido estricto. No obstante, representó un episodio de alto valor geopolítico, marcado por acciones calculadas para evitar una escalada regional. La participación estadounidense dejó en evidencia su capacidad para ejercer presión militar sin recurrir a una declaración formal de guerra.

Si bien ningún actor logró imponerse, Teherán dejó en claro que la disuasión no será unilateral. Su respuesta envió un mensaje contundente: está preparado para resistir un conflicto de mayor escala. Mientras tanto, la comunidad internacional observa con creciente inquietud las secuelas de este choque, que podrían desencadenar un nuevo ciclo de violencia yihadista a nivel global.

Alerta en Latinoamérica

Aunque América Latina no ha sido blanco sostenido del terrorismo islámico, se ha transformado en terreno fértil para la infiltración de grupos chiítas radicales, que han logrado establecer redes criminales en colaboración con actores locales.

Tanto la Dirección de Investigación Federal como la Biblioteca del Congreso de EE. UU. han identificado una constelación de movimientos islamistas activos en la región, incluyendo a Al-Gama’a al-Islamiyya, Al-Jihad de Egipto, Hamas y al-Muqawama, una facción proiraní de Hezbolá.

En este contexto, resulta central revisar cómo se define el concepto de “terrorismo” en América Latina, una región marcada por diversas expresiones violentas: desde las guerrillas revolucionarias del siglo XX hasta el narcotráfico y el crimen organizado contemporáneo. Desde los años noventa, la globalización, el comercio internacional y los avances tecnológicos han facilitado los lazos entre redes criminales regionales y células yihadistas.

Este “mercado negro” de divisas habría facilitado la presencia operativa de grupos yihadistas, especialmente en Venezuela, que ha funcionado como plataforma clave de apoyo. En un artículo de 2003 para US News & World Report, la periodista Linda Robinson destacó cómo este flujo de dinero alimenta economías informales en varios países.

Por añadidura, las buenas relaciones diplomáticas entre Caracas y Teherán – y la vieja amistad entre los expresidentes Hugo Chávez y Mahmoud Ahmadinejad – es motivo de reflexión sobre una marcada presencia de su proxy, Hezbolá, en el país. Además el proceso revolucionario venezolano y su política anti-imperialista empujaron a Hezbolá para que brindara apoyo a la nación.

Radio Jai: Terrorismo yihadista en América Latina
Imagen | Carlos Garcia Rawlins / Reuters

De todas formas, acusaciones específicas sobre la presencia de este grupo chiita en la región provienen también de la inteligencia estadounidense, que en reiteradas ocasiones señaló la presencia de espías iraníes en todo el territorio latinoamericano, especialmente en Buenos Aires y Santiago de Chile. Por otro lado, los propósitos de Hezbolá serían más amplios, como la recaudación de fondos y el monitoreo de las amenazas occidentales vinculadas con Israel y EE.UU. a través de sus células dormidas – en México y Venezuela – que se podrían activar en cualquier momento Irán estuviese amenazado.

Triple Frontera: ¿zona geoestratégica?

El caso del “partido de Dios”, Hezbolá, es interesante desde un punto de vista geopolítico. Este tiene su núcleo principal y más importante en la Triple Frontera, entre Paraguay, Brasil y Argentina aunque su presencia está muy bien consolidada en toda América Latina – como en la zona fronteriza entre Colombia y Panamá – y documentada desde 1990, tras el éxodo de la comunidad libanesa debido a la Guerra Civil de Líbano a finales del siglo XX.

Hezbolá, surgido en Líbano durante la década de 1980, ha sido señalado como el presunto “brazo armado” de Irán en América Latina, especialmente en la zona de la Triple Frontera, donde habría desarrollado actividades terroristas. Su presencia en este territorio fue mencionada por primera vez en 1994, cuando funcionarios israelíes advirtieron que miembros de la organización estaban realizando entrenamientos en la región. Existen evidencias judiciales que vinculan directamente esta área con atentados en Argentina. Por ejemplo, se sostiene que Ibrahim Hussein Berro —el atacante suicida del atentado contra la AMIA perpetrado con un coche bomba— estuvo previamente en la Triple Frontera, donde se habría entrenado antes del ataque.

La región fue formalmente designada como “Triple Frontera” en 1998, tras la firma del “Plan de Seguridad” entre los gobiernos de Argentina, Brasil y Paraguay, como parte de una estrategia de cooperación policial. Esta iniciativa surgió como respuesta a los atentados contra la Embajada de Israel en Buenos Aires, en marzo de 1992, que causaron 29 muertes, y contra la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en julio de 1994, que dejó 85 víctimas fatales. Investigaciones judiciales, así como informes oficiales, apuntan a Ciudad del Este como posible centro de planificación y financiamiento de ambos ataques.

Radio Jai: Terrorismo yihadista en América LatinaEsta frontera, que incluye las ciudades de Puerto Iguazú (Argentina), Ciudad del Este (Paraguay) y Foz do Iguaçu (Brazil) con una población de 700.000 habitantes, empezó a destacar luego de los atentados a las torres gemelas en EE.UU. en 2001 por ser un punto estratégico y una “zona gris” para distintos movimientos terroristas en Latinoamérica y convirtiéndose, paulatinamente, en un espacio multicultural y pluriétnico que alberga a una numerosa comunidad musulmana en su interior.

Ciudad del Este, en particular, funciona como centro logístico de Hezbolá, gracias a su dinámica criminal, su infraestructura y su rol clave en redes de contrabando. Según el criminólogo Juan Martens, se trata de una zona altamente conectada con la economía global, lo que facilita el anonimato y el movimiento transnacional. El tráfico ilegal de armas y drogas en esta área genera más de 20.000 millones de dólares al año. Para Washington, representa la mayor economía informal del hemisferio occidental.

En 2019, Argentina se convirtió en el primer país de la región en declarar a Hezbolá como organización terrorista, seguido por Paraguay. Cabe recordar que el primer atentado islámico en América Latina tuvo lugar en Paraguay, en 1970, cuando miembros de Al Fatah atacaron la embajada de Israel.

Hezbolá: ¿todo el mismo?

Lo que se observa es que Hezbolá no actúa como un bloque monolítico en América Latina. Su estructura y funcionamiento se adaptan al contexto: por un lado, establece células dormidas y alianzas con movimientos de izquierda y causas antiimperialistas; por otro, opera como una red local centrada en la recaudación de fondos, actividades de inteligencia y apoyo logístico, alejándose de su rol clásico como actor armado. Factores como la migración chiíta, la debilidad institucional y la ubicación estratégica de ciertos países han facilitado su arraigo. Hoy, los líderes regionales siguen de cerca la evolución del conflicto en Medio Oriente, conscientes de que una crisis lejana puede tener repercusiones directas en sus propias agendas.

En contrapartida, el Hezbolá fronterizo opera en un contexto geográficamente más limitado y local: está bien integrado en las dinámicas regionales donde busca financiación para sus actividades, recluta personas, hace negocios, lleva a cabo actividades de inteligencia y remesar dinero para distanciarse así de sus originales propósitos ideológicos – promovidos por la cúspide de la organización en Líbano – que se vuelven, ahora, secundarios.

Aunque es improbable que América Latina se convierta en un blanco directo del conflicto entre Irán e Israel, el Hezbolá del Cono Sur se comporta principalmente como una base financiera vinculada al crimen transnacional, más que como un grupo operativo

En definitiva, América Latina ha servido más como plataforma logística que como objetivo del terrorismo islámico, con la excepción notable de los atentados en Argentina durante los años noventa. Desde aquí, las redes extremistas han financiado operaciones, monitoreado enemigos y tejido alianzas con actores locales.

Y si algo ha quedado claro en las últimas décadas, es que ningún país está realmente a salvo del terrorismo global. En un mundo donde los actores no estatales ganan cada vez más peso, la llamada “guerra contra el terror” ha fallado en varios de sus postulados fundamentales, al no lograr una comprensión realista del fenómeno ni aplicar de forma eficaz el derecho internacional humanitario.

Ante este panorama, cabe preguntarse: ¿debería América Latina desarrollar su propia doctrina de seguridad frente al terrorismo internacional, basada en sus realidades, vulnerabilidades y marcos jurídicos particulares? ¿O seguirá dependiendo de enfoques externos que no siempre se ajustan a su contexto?

Ivana Patanè (Italia): Estudiante de Relaciones Internacionales y Diplomacia, Universidad de Padova. Columnista en Diplomacia Activa.

Fuente: Diplomácia activa