¿A dónde va Moscú? La postura de Rusia respecto a Irán durante y después de la Operación León Ascendente

Por Georgy Poroskoun

Durante los 12 días de confrontación entre Israel e Irán, Rusia se convirtió en un actor prácticamente irrelevante.

A pesar del acuerdo de asociación estratégica firmado entre Moscú y Teherán en enero y la retórica antioccidental conjunta que ambos países han cultivado, cabría esperar que Rusia apoyara a su aliado.

De hecho, tales expectativas existían en Teherán, pero no se cumplieron.

Si bien el Kremlin impulsó una actividad diplomática, incluyendo iniciativas de mediación proactivas, estos esfuerzos no dieron frutos.

Además, no hay indicios de que Moscú proporcionara apoyo militar significativo a Irán —ni drones, ni sistemas de defensa aérea, ni tecnología significativa, ni siquiera indirectamente—.

Como parte de sus esfuerzos diplomáticos, el presidente Putin propuso que Donald Trump actuara como mediador.

Trump rechazó públicamente la sugerencia, aconsejando a su homólogo ruso que, en cambio, se “ayudara a sí mismo”, en una referencia implícita al estancamiento de las negociaciones sobre Ucrania y a la menguante relevancia de Rusia como intermediario creíble.

Varios factores contribuyeron a la falta de influencia de Rusia: la escasez de recursos disponibles debido a sus importantes compromisos en el frente ucraniano; el deseo de evitar provocar tensiones con Trump, percibido como un facilitador clave de la continua campaña contra Kiev; y el reconocimiento de la clara superioridad militar de Israel y Estados Unidos, lo que redujo el incentivo de Rusia para apoyar a un bando que probablemente perdería.

Sin embargo, Rusia no ha cejado en sus esfuerzos por reincorporarse al proceso de resolución de la cuestión nuclear iraní.

En una inusual llamada telefónica entre Putin y el presidente francés, Emmanuel Macron, iniciada por este último, ambos líderes abordaron el expediente iraní y el papel de Rusia en él.

De igual manera, en la reciente cumbre BRICS+, el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, se reunió con su homólogo iraní, Abbas Araghchi, y reiteró una propuesta anterior: que Rusia podría almacenar e incluso diluir el uranio iraní a niveles adecuados para uso civil.

Este mecanismo, disponible exclusivamente a través de Rusia, podría satisfacer tanto las demandas occidentales como las preocupaciones iraníes, evocando disposiciones similares ofrecidas en su día en el marco del Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC).

Además, Putin animó a los iraníes a aceptar la exigencia occidental de cesar todas las actividades de enriquecimiento en territorio iraní, una recomendación que Moscú había evitado previamente por temor a que se le percibiera como aliado de Occidente contra Teherán.

Tras demostrar irrelevancia y falta de dominio durante la propia confrontación, Moscú intenta ahora recuperar lo que percibe como su papel tradicional: un actor clave en la mesa de negociaciones.

En su afán por recuperar su influencia, Rusia incluso está dispuesta a alinearse con algunas de las demandas dirigidas a Irán.

Sin embargo, el éxito de este esfuerzo depende en gran medida de la cooperación, o al menos de la aquiescencia, de los demás actores clave, como Estados Unidos, Europa e Israel.

Fuente: INSS – The Institute for National Security Studies

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