La princesa que exploró el deseo femenino y salvó al padre del psicoanálisis

Marie Bonaparte no solo llevó un apellido cargado de historia, ni fue una princesa común atrapada en la pompa de la realeza. Fue una mujer libre, obstinada e intelectualmente audaz que se convirtió en pionera de la sexualidad femenina y figura clave en la historia del psicoanálisis. Desde su rol como protectora de Freud hasta sus controvertidas investigaciones sobre el orgasmo, su vida encarna una rebelión silenciosa contra el mandato patriarcal del siglo XX.

De la aristocracia al inconsciente

Nacida el 2 de julio de 1882 en San Remo, Italia, y criada en París tras la muerte de su madre al poco de nacer, Bonaparte creció bajo el peso de un entorno aristocrático rígido, encabezado por su padre Roland Napoleón Bonaparte, sobrino de Lucien Bonaparte. Su infancia fue solitaria y marcada por la represión emocional, aunque su curiosidad científica y literaria despuntó desde temprano.

El matrimonio concertado con el príncipe Jorge de Grecia y Dinamarca en 1907 le brindó un título, pero no la plenitud. Su relación fue fría, carente de intimidad, y su frustración sexual la llevó a explorar -primero en secreto y luego de forma académica- los misterios del deseo femenino.

La hipótesis que sacudió tabúes

En 1924, bajo el seudónimo A. E. Narjani, Bonaparte publicó un ensayo que vinculaba la frigidez con la distancia anatómica entre el clítoris y la vagina. Convencida de que la dificultad para alcanzar el orgasmo durante la penetración tenía origen físico, financió estudios ginecológicos y se sometió incluso a intervenciones quirúrgicas experimentales.

Aunque sus conclusiones serían posteriormente rebatidas -incluso por ella misma-, su iniciativa rompió con el silencio imperante en torno al placer sexual femenino. Fue una de las primeras mujeres en estudiar el cuerpo femenino desde una mirada científica y psicoanalítica a la vez, desafiando los paradigmas que reducían el deseo a meras neurosis.

Encuentro decisivo con Freud

En 1925, Bonaparte viajó a Viena para iniciar un análisis personal con Sigmund Freud. Pronto pasaría de paciente a colaboradora, traductora e impulsora clave del psicoanálisis en Francia. Fundó la Sociedad Psicoanalítica de París y tradujo al francés obras fundamentales de Freud como El porvenir de una ilusión y Más allá del principio del placer, abriendo el camino a nuevas generaciones de analistas.

Cuando los nazis ocuparon Austria en 1938, fue ella quien utilizó sus contactos diplomáticos y recursos personales para organizar la salida de Freud y su familia hacia Londres. Ese gesto fue decisivo para el padre del psicoanálisis, que moriría al año siguiente en libertad.

Legado entre la ciencia y la transgresión

Bonaparte combinó su pasión por el psicoanálisis con su deseo de comprender el cuerpo y la mente femeninos. En su libro La sexualité de la femme (1933), desarrolló sus polémicas hipótesis sobre la anorgasmia, aunque con los años reformuló sus ideas, reconociendo que los factores psicológicos y culturales eran tan relevantes como los anatómicos.

Fue una mujer de contradicciones: rebelde y tradicional, psicoanalista y princesa, científica y paciente. Su figura sigue despertando admiración y debate. A pesar de sus errores, fue pionera en poner el placer femenino en el centro de la discusión científica y cultural, y en demostrar que incluso desde los márgenes del poder se pueden cambiar paradigmas.

Murió en 1962, a los 80 años, en su residencia de Saint-Cloud. Sus archivos fueron donados a la Sociedad Psicoanalítica de París, dejando huella como una de las mujeres que se atrevió a cuestionarlo todo, incluso a sí misma.

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