¿Por qué un niño con problemas de conducta o dificultades de aprendizaje no mejora, a pesar de los esfuerzos familiares y escolares? La respuesta no siempre está en el cerebro, advierte el Dr. Alfredo Firstenfeld, neurólogo y docente, quien remarcó que solo entre el 10 y el 12% de los casos presentan causas neurológicas reales. El resto, en su mayoría, responde a entornos familiares desordenados, falta de límites o tensiones emocionales no resueltas.
En una entrevista radial, el especialista explicó que el uso de estudios complementarios como los electroencefalogramas (EEG) debe ser cuidadoso y contextualizado. “Muchas veces se medica a niños por leer mal un electroencefalograma. Lo que es normal en un niño puede parecer patológico si se lo compara con un adulto. Y eso lleva a prescribir antiepilépticos innecesarios que reducen entre un 10 y un 15% la capacidad cognitiva”, afirmó.
Firstenfeld, con más de 35.000 EEGs informados a lo largo de su carrera, reflexionó sobre el uso indiscriminado de estos estudios y sus consecuencias. “Estamos haciendo iatrogenia. Es decir, daño causado por el propio tratamiento médico. Potenciamos el problema”, sostuvo.
El médico también se refirió a la importancia del entorno en el desarrollo de la infancia y adolescencia: “El 90% de los problemas de conducta y aprendizaje tienen origen en el ambiente. Las peleas entre los padres, la inestabilidad económica o incluso el exceso de cosas materiales terminan afectando al chico”.
Sobre este punto, enfatizó que el diagnóstico neurológico, cuando no tiene sustento clínico, genera más angustia que alivio. “Si le digo a una familia que su hijo tiene epilepsia, se genera un shock. Pero el problema más difícil es cuando no hay una enfermedad orgánica clara. Porque entonces, ¿qué se trata?”.
A modo de cierre, el especialista subrayó la importancia de ofrecer a los niños y adolescentes una vida ordenada: “Tienen que estar ocupados, estudiar, alimentarse bien, tener un ambiente familiar calmo y hacer deporte. El adolescente con horas libres no hace cosas buenas”.
Y dejó una reflexión para padres y cuidadores: “No se trata de sentir culpa, sino de asumir responsabilidad. La culpa se resuelve en la sinagoga, la responsabilidad se resuelve en la vida”.