¿Qué pasa en Suwayda, en el sur de Siria? De un enfrentamiento local a una crisis regional

En los últimos días, se produjeron feroces enfrentamientos en el sur de Siria, en la ciudad de Suwayda, una zona habitada principalmente por drusos. El estallido comenzó con disturbios y secuestros mutuos entre drusos y beduinos sunitas que apoyaban al régimen sirio. Fuerzas del ejército y de la seguridad interior del nuevo régimen sirio, incluyendo elementos yihadistas dentro de estas fuerzas, invadieron la ciudad de Suwayda, intensificando drásticamente la confrontación.

Durante los combates, se registraron cientos de muertes, tanto militares como civiles, en ambos bandos. Las fuerzas del régimen (ejército y seguridad interior) cometieron presuntamente, según informes, vídeos y fotos tomadas sobre el terreno, masacres de civiles inocentes, crímenes de guerra, abusos, humillaciones y persecución religiosa. También es importante señalar que existen graves denuncias de actos cometidos por los drusos contra las fuerzas del régimen y contra los beduinos (como abusos, actos de venganza, asesinatos, incendios de propiedades, etc.).

Con el inicio de los combates en Suwayda, el ejército sirio envió refuerzos a la zona, incluyendo fuerzas blindadas, que combatieron contra las milicias drusas. Las fuerzas del ejército provenían de varias brigadas y divisiones. Se estima que unos 1.000 soldados del ejército participaron en los combates.

Durante la noche del 16 al 17 de julio, tras tres días de combates, el ejército del régimen y las fuerzas de seguridad interna comenzaron a retirarse de la zona de Suwayda, gracias a un acuerdo de alto el fuego entre los líderes drusos y el régimen sirio. El presidente sirio Ahmad al Sharaa (Abu Muhammad al Julani) pronunció un discurso en el que se comprometió a proteger a los drusos y afirmó que casi había estallado una guerra con Israel, un desenlace que finalmente se evitó a través de la mediación.

Si bien los acontecimientos conmocionaron profundamente tanto a los drusos como a Israel, no constituyeron un acto de aniquilación masiva. No obstante, es evidente que la conducta sobre el terreno viola el derecho internacional y que las fuerzas yihadistas alineadas con Ahmad al Sharaa consideran a los drusos como “infieles que merecen la muerte”.

Ante esta situación, Israel se encontró ante un dilema estratégico y moral.

La exigencia de intervención fue escuchada con claridad por los drusos en Israel, liderados por el jeque Mowafak Tarif, quien exigió una acción inmediata.

Israel no quiere abrir otro frente en el corazón de Siria. La intervención se llevó a cabo de forma controlada: ataques aéreos precisos contra objetivos del ejército y la seguridad interna del régimen, y contra infraestructuras gubernamentales, incluyendo el edificio del Ministerio de Defensa sirio en Damasco y en las proximidades del palacio presidencial. Estas acciones también pretendían enviar un mensaje firme: Israel no se quedará de brazos cruzados cuando las minorías cercanas sean atacadas ni cuando una amenaza yihadista se acerque a su frontera.

Por otro lado, Israel no quiere involucrarse ahora en otra guerra y otro frente contra el nuevo régimen en Siria, mientras lidia con Gaza, Judea y Samaria, Líbano, Irán, Yemen y los nuevos intentos del eje chií y los palestinos de sembrar el terror desde el sur de Siria.

Las consideraciones israelíes abarcaron tres aspectos centrales: el primero, un compromiso moral-nacional con los drusos en Israel, una minoría que ha sido socia durante muchos años en la lucha de Israel por la existencia. Cabe destacar que los acontecimientos no pasaron por alto en Israel.

Los drusos respondieron al llamado del jeque Tarif y bloquearon el tráfico en los cruces carreteros centrales de Israel en protesta.

Posteriormente, más de mil drusos del lado israelí cruzaron la frontera hacia Siria, traspasando la valla fronteriza, lo que requirió la intervención militar y policial para recuperarlos.

Además de ser un evento peligroso, que podría provocar secuestros o asesinatos de civiles israelíes en Siria, también refleja el profundo compromiso de la corriente nacional drusa en Israel con los drusos en Siria.

Sin embargo, al rastrear diversas publicaciones, parece que una parte de quienes cruzaron de Israel a Siria aprovecharon la situación para reunirse con familiares en la aldea de Khadr. Otros lo hicieron simplemente por aventura, es decir, para tomar fotos en territorio sirio.

El segundo nivel de las consideraciones israelíes, relacionado con el primero, es la obligación de seguridad de impedir la toma yihadista de la zona drusa central de Suwayda, ubicada a unos 60 kilómetros de la frontera israelí.

El tercer nivel era la transmisión de un mensaje claro de disuasión. Sin embargo, no todos los sectores del sistema de defensa israelí ni la sociedad están convencidos de que centrarse en atacar símbolos del gobierno sirio, como el Ministerio de Defensa en Damasco, logre sus objetivos.

La cuestión de la eficacia de la disuasión contra actores yihadistas extremos sigue abierta, especialmente dado que la venganza es un valor significativo en esta cultura. Además, atacar llamativos símbolos de autoridad impone un estándar alto: ¿qué ocurrirá la próxima vez? Exigir a Israel que envíe fuerzas terrestres a Siria en el futuro no es viable, y mucho menos en medio de una guerra en múltiples frentes.

Es importante señalar que entre los drusos de Siria existen diversas posturas respecto al nuevo régimen de Damasco y la intervención israelí en el ámbito interno sirio:

Miembros de Rijal al Karama y Laith Balous buscan integrarse en la estructura del nuevo régimen sirio. En cambio, el jeque al Hajri llama a la continuación de la lucha armada e incluso hace un llamamiento a los drusos de fuera de Siria para que se unan. Al Hajri es actualmente la figura principal en los acontecimientos recientes. Además, el jeque Hikmat al Jarbua se opone sistemáticamente a la intervención externa, incluida la intervención israelí, considerando los eventos como un asunto puramente interno de Siria.

En el ámbito libanés, no hubo movilización: el líder druso Walid Jumblatt fue criticado por su silencio, y el ejército libanés bloqueó la mayoría de los intentos de los drusos libaneses de cruzar la frontera hacia Siria. Simultáneamente, existe una competencia por el liderazgo de la comunidad drusa: el jeque Tarif, de Israel, busca posicionarse como un líder pandruso, al igual que su padre. Israel se ha visto obligado, en esencia, a defender a los drusos de los violentos yihadistas, pero, al mismo tiempo, existen políticas internas drusas y sirias que no siempre son comprendidas por los responsables políticos en Israel y Occidente.

Es difícil evaluar si Ahmad al Sharaa desea adoptar el modelo saudita o emiratí de un estado islámico tradicional con estrechos vínculos con Occidente, o si todo esto es una tapadera para su peligrosa agenda de construir un estado islámico extremista al estilo de ISIS [o Daesh] en el futuro.

Pero la verdad es que no importa, porque los recientes acontecimientos demuestran que la amenaza existe, incluso si al Sharaa afirma no tener intenciones violentas hacia Israel.

Más allá de la crisis inmediata, Israel debe prepararse para el futuro. El suceso de Suwayda es una primera señal de alerta de que tales sucesos, y quizás incluso más violentos, ocurrirán en el futuro.

Después de todo, Siria alberga un clima de inestabilidad. La corriente nacional drusa en Israel seguirá presionando a cualquier gobierno israelí para que intervenga significativamente, incluyendo el envío de fuerzas terrestres a Suwayda (recuerden, a 60 kilómetros de la frontera israelí…).

El gobierno israelí deberá crear un mecanismo de coordinación y diálogo rápido y eficiente con los líderes drusos en Israel para evitar presiones que puedan arrastrarlo a una acción indeseada. Además, se requiere una organización temprana para prevenir violaciones fronterizas de ambos lados, definir líneas rojas y construir escenarios de respuesta a casos concretos, tanto a nivel operativo como político-diplomático.

Más allá de las consideraciones inmediatas sobre el terreno, los sucesos de Suwayda también tienen un impacto en el contexto diplomático más amplio.

Parece que el sistema internacional está empeñado en legitimar al régimen sirio, con cada actor con sus propias razones: desde los refugiados sirios en Europa hasta el deseo de Trump de incluir a Siria en los Acuerdos de Abraham, en parte por ser un terreno fértil para inversiones y negocios durante la reconstrucción, marginando a Rusia y al eje chií, y etcétera.

Por lo tanto, Israel tendrá que (e incluso podría verse obligado a) volver a la mesa de negociaciones.

Desde la perspectiva israelí, los acontecimientos reforzaron el argumento de seguridad presentado a sus socios internacionales: la necesidad de zonas desmilitarizadas en el sur de Siria no es un imperativo, sino una necesidad básica. La infiltración de fuerzas yihadistas en zonas cercanas a la frontera ilustra la sensibilidad del sur de Siria en términos de seguridad. Cuando se reanuden las negociaciones o los contactos diplomáticos, ya sea entre Israel y Estados Unidos o con actores regionales, los acontecimientos de Suwayda servirán como testimonio vivo de que Israel no puede confiar en promesas generales de los regímenes u organizaciones sirios, sino que exige garantías claras para neutralizar la amenaza de la zona.

Los ataques israelíes en Damasco pretendían aclarar a Al Sharaa cuáles son las líneas rojas de Israel y su determinación de defenderlas; esto también aplica a futuros acuerdos de seguridad. Sin embargo, es posible que los recientes acontecimientos solo hayan ampliado las brechas entre las partes: en la situación actual, Israel no querrá retirarse de la zona de amortiguación y abandonar su seguridad y la de la minoría drusa en el sur de Siria a merced de elementos yihadistas que operan bajo las fuerzas de seguridad del régimen de Al Sharaa. Israel tampoco aceptará detener los ataques aéreos en nombre de un dudoso acuerdo de seguridad.

Los acontecimientos también expusieron la problemática del levantamiento de las sanciones contra el HTS, la organización de al Sharaa, muchos de cuyos “antiguos” operativos lucharon en Suwayda con uniformes de las fuerzas de seguridad y atacaron a los drusos. Esta organización recibió legitimación internacional.

Incluso si se afirma que el problema no es el propio Ahmad al Sharaa, sino facciones supuestamente subordinadas a él y quizás fuera de su control, no se deberían haber levantado las sanciones a esta organización yihadista originada en Al Qaeda. No debemos olvidar el 11 de septiembre de 2001 ni el 7 de octubre de 2023, ni lo que la ideología islámica extremista puede hacer.

En este sentido, presentar el suceso en los medios como un conflicto entre Israel y Siria resulta profundamente frustrante y revela una incomprensión fundamental de la realidad. Los sirios se han estado destrozando mutuamente sin la intervención de Israel durante más de una década, durante una guerra civil que se cobró más de medio millón de vidas y desplazó a millones.

Israel decidió intervenir debido a la continua incapacidad de la comunidad internacional para proteger a los grupos minoritarios en Siria. Esta no es la primera vez que Israel interviene para llenar el vacío dejado por la inacción global; precedentes similares incluyen su respuesta a la amenaza nuclear iraní y la guerra de 12 días contra Irán en junio de 2025.

El trágico suceso de Suwayda, aunque temporalmente terminado, no es la última palabra, y podrían ocurrir más sucesos, quizás incluso más violentos.

Este es el comienzo de un nuevo capítulo en el escenario sirio y una nueva prueba para Israel y el sistema internacional.

Fuente: Alma – Research and Education Center

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