Así como el mes de Elul convoca a escuchar el Shofar cada mañana, para mí convoca a escuchar el poema de Natan Ionatán musicalizado y cantado por Svika Pick Z’L, ‘Neesaf Tishrei’: (https://open.spotify.com/track/7IWtwb4ffSlxcyWeq4XIok?si=TR-iYOCEQw-L2gVLsKh-BQ)
Revisando editoriales en mi blog en años anteriores o incluso columnas en esta radio me doy cuenta que mi intuición se comprueba: cada año evoco el mismo tema y cada año lo comparto. Lo que también resulta interesante es observar cómo uno lo lee cada año. No hay forma de evitar cierta melancolía o tristeza; no podemos escapar al espíritu del poeta. Por eso es buena poesía. En este caso la música de Pick, melódica-pop, acaso un poco cursi, suma.
En Elul de 5780 (2020) escribía: ‘Ionatan sabía en qué contexto escribe esta canción sobre el paso del tiempo, el encuentro entre Av, Elul, y Tishrei, la inocente búsqueda de la pureza de un niño imaginario, las peripecias de amor y muerte de Shaúl, David, y Ionatán, y los pecados, “originales” y de los otros. No sólo porque lo escribe inspirado por su hijo caído en la guerra de Iom Kipur, sino porque está escribiendo su lectura personal de Iom Kipur, su propia Akedat Itzjak’.
En Elul de 5782 (2022) escribía esto: ‘Zvika Pick musicalizó este “Neesaf Tishrei” que busca, como su niño protagonista, lo sublime. ¿Qué es Elul sino esa suerte de introducción, a fuerza de trompetazos del Shofar, a los días “sublimes”, los días de recogimiento y encuentro?’
Pasados años desde entonces, la canción no ha cambiado, pero las circunstancias históricas sí y uno probablemente con ellas también; o más, porque siempre ocurren cosas en nuestras vidas en paralelo lo grandes (in)sucesos históricos que nos abarcan.
Este año el poema de Natan Ionatán adquiere otra dimensión. La muerte de Av, concentrada en TishaBeAv (9Av), la destrucción de los templos de Ierushalaim y otras catástrofes a lo largo de la historia, predisponen a una sensación no sólo de final de un ciclo en Elul sino al final de una era.
La metáfora nunca ha sido más apropiada que este año 5785. En 5784 ya padecíamos las consecuencias de #Oct7, pero todavía no sabíamos que había camino por recorrer. Así como la vida de veinte (?) rehenes pende de un hilo, nuestro futuro está lleno de incertidumbre. Así como la vida de treinta rehenes yace en cautiverio, así siguen las familias de los rehenes, medio Israel, y buen parte del pueblo judío rehén de una situación que salió de cauce.
Los días de recogimiento y encuentro, esos días que algunos llaman ‘terribles’ y otros preferimos llamar ‘sublimes’, esos primeros diez días del nuevo año en Tishrei, este año serán también, y más que nunca, morir un poco. Y otro poco volver a nacer, como cada año. Sólo que estos años están resultando especialmente desafiantes. Lo vemos en tantos de nosotros que nos debatimos entre la lealtad a la causa (judía, sionista) y la sensibilidad que nos confronta.
Más que nunca Rosh Hashaná y Iom Kipur serán este año acerca de la vivencia individual en el contexto comunitario. Todos quienes nos demos cita en las sinagogas sabremos que el prójimo está afectado como nosotros, al tiempo que todos sabemos ni unos ni otros saldremos de esto solos. Lo saben los israelíes en su feroz encono político interno y lo sabemos los judíos en todo el mundo en nuestra desazón ética o en nuestra euforia nacionalista.
Como Av, Elul, y Tishrei, si a todos nos toca morir un poco en esta época del año, sólo juntos podemos pensar en ‘tikún’, reparación; en renacer desde las blancas mortajas que simbólicamente vestimos cuando cierra Iom Kipur.
