Por Moran Levanoni
El fin de semana, el Gobierno libanés adoptó el plan del Ejército libanés de desarmar a las milicias, pero sin establecer un plazo vinculante.
Esta medida contrasta con la decisión gubernamental tomada dos semanas antes, bajo presión estadounidense, de desarmar a las milicias para finales de año.
Además, la decisión incluye la exigencia de la retirada de las fuerzas israelíes del territorio libanés.
Esta decisión permite tanto al Ejército como a Hezbollah prolongar el proceso de confiscación de armas y, además, constituye una capitulación ante los dictados de Hezbollah al condicionar el desarme a la retirada israelí.
Esto refleja el intento del Gobierno libanés de evitar la confrontación con Hezbollah, al menos por el momento.
En las semanas previas a la decisión, representantes de Hezbollah a todos los niveles declararon repetidamente que no depondrían las armas, e incluso Nabih Berri, presidente del Parlamento y líder del movimiento chií Amal, enfatizó la importancia de la resistencia.
Inicialmente, las declaraciones beligerantes de Hezbollah estuvieron acompañadas por las acaloradas manifestaciones de sus simpatizantes, que conducían motocicletas y ondeaban banderas de Hezbollah por todo el Líbano.
Sin embargo, estas protestas fueron remitiendo gradualmente, tras contactos entre bastidores para alcanzar una solución a la crisis.
En vísperas de la reunión, corrieron rumores de que los ministros chiís podrían boicotear la sesión gubernamental para socavar su legitimidad, y de hecho, abandonaron el lugar en cuanto el jefe del Estado Mayor del Ejército, Rodolphe Heikal, entró para presentar su plan al Gobierno.
La decisión permitió a Nabih Berri declarar que era la decisión correcta para preservar la paz interna en el Líbano, a la vez que permitió al presidente Joseph Aoun y al primer ministro Nawaf Salam informar a los estadounidenses que la postura del Ejército había sido adoptada y que el Gobierno estaba comprometido con el desarme de Hezbollah.
Al mismo tiempo, la decisión ofrece a Hezbollah una forma elegante de evitar la entrega de las armas.
Esto representa un logro político para todas las partes en el Líbano, pero si Hezbollah no se desarma, seguirá siendo una fuerza militar que amenaza a Israel.
Sin embargo, Hezbollah no logró cancelar la decisión sobre su desarme, lo que ilegaliza su posesión continua de armas.
La organización afirma que, debido a la ausencia de los ministros chiís en la reunión, la decisión tomada al respecto es en sí misma ilegal.
En conclusión, la solución presentada por el Gobierno libanés le permite mantener una postura cautelosa en la cuestión fundamental del desarme de Hezbollah: acoger con satisfacción el plan del Ejército libanés para desarmar a Hezbollah, pero sin un calendario y con la condición de la retirada israelí.
En cuanto a Israel, en las circunstancias actuales, debe seguir atacando a Hezbollah para debilitarlo y despojarlo de sus activos, y a la vez trabajar para fortalecer al Gobierno libanés para que pueda enfrentarse a Hezbollah e implementar la decisión de desarmarlo.
Fuente: INSS – The Institute for National Security Studies
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