El 11 de septiembre de 2001 quedó grabado en la memoria colectiva como una de las mayores tragedias de la historia contemporánea. Aquel martes soleado en Nueva York, el mundo fue testigo de un ataque terrorista sin precedentes que sacudió los cimientos de Estados Unidos y alteró para siempre la política internacional.
El ataque a las Torres Gemelas
A las 8:46 de la mañana, un avión de pasajeros de American Airlines impactó contra la Torre Norte del World Trade Center. Diecisiete minutos después, a las 9:03, un segundo avión de United Airlines se estrelló contra la Torre Sur. Millones de personas en todo el planeta siguieron en directo, a través de la televisión, cómo el corazón financiero de Nueva York se convertía en un infierno de humo, fuego y desesperación.
Los ataques no se limitaron a Manhattan: a las 9:37 otro avión se estrelló contra el Pentágono en Washington D.C., y un cuarto avión, que se dirigía a otro objetivo en la capital, se desplomó en Pensilvania gracias a la resistencia heroica de los pasajeros.
El colapso y la tragedia humana
La Torre Sur colapsó a las 9:59; la Torre Norte lo haría poco después, a las 10:28. La imagen de los rascacielos desplomándose en medio de una nube de polvo y escombros se convirtió en símbolo de vulnerabilidad y de dolor.
El saldo humano fue devastador: casi 3.000 muertos y más de 6.000 heridos. Entre las víctimas, ciudadanos de más de 90 países. El heroísmo de los bomberos, policías y equipos de rescate marcó uno de los capítulos más conmovedores de aquella jornada.
Un mundo en estado de shock
La magnitud del ataque generó un impacto inmediato en la política global. Estados Unidos, bajo la presidencia de George W. Bush, declaró la “guerra contra el terrorismo”, que llevaría a las intervenciones militares en Afganistán e Irak. En cuestión de semanas, la seguridad aérea, las legislaciones de vigilancia y el equilibrio entre libertad y control estatal se transformaron en todo el planeta.
El 11-S no fue solo un ataque contra Estados Unidos, sino un golpe a la civilización democrática y occidental. Sus efectos todavía se sienten: en la política, en la seguridad, en la memoria colectiva y en el modo en que comprendemos las amenazas globales.
La memoria 24 años después
Cada aniversario del 11 de septiembre se recuerda en Nueva York con ceremonias solemnes en la “Zona Cero”, hoy convertida en un espacio de memoria y reflexión. La lectura de los nombres de las víctimas, el sonido de las campanas y los minutos de silencio mantienen viva la memoria de aquel día.
Han pasado 24 años, pero el eco de las sirenas, las imágenes de los rascacielos desplomándose y el dolor de las familias continúan siendo una herida abierta. Recordar el 11 de septiembre no es solo honrar a los caídos, sino también reafirmar el valor de la vida, la libertad y la resistencia frente al terrorismo.

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