De mediador a objetivo: Le sale el tiro por la culata a Qatar su apuesta por Hamás

Dalia Ziada

La soberanía es un arma de doble filo. Si Qatar permite que Hamás ataque a un estado soberano vecino, Israel extenderá inevitablemente el campo de batalla al propio Qatar.

¡Israel acaba de hacer imaginable lo impensable! Al atacar a los líderes de Hamás en Doha, Israel cruzó un umbral que transformará la dinámica de poder y diplomacia en Oriente Medio. Durante décadas, Qatar se posicionó como aliado de Estados Unidos y partidario de Hamás. Albergó a los líderes del grupo, financió sus operaciones y utilizó la plataforma de Al Jazeera para convertir el terrorismo de Hamás en “resistencia” o una “lucha por la libertad”. Sin embargo, también ha buscado la aprobación occidental actuando como mediador, organizando conversaciones de paz y presentándose como esencial para las negociaciones sobre los rehenes. Ese frágil equilibrio se ha roto ahora.

Como era de esperar, los medios árabes y las declaraciones oficiales se apresuraron a presentar a Qatar como una “víctima”. Los comentaristas lamentaron: ¿cómo pudo Israel atreverse a atacar dentro de las fronteras de un “mediador bondadoso” como Qatar, que ha estado “ayudando” a asegurar la liberación de los rehenes? La ironía es insoportable. Justo un día antes del ataque, Al Jazeera había celebrado el atentado a un autobús en Jerusalén reivindicado por Hamás. Los líderes de Hamás en Doha lo elogiaron como un “acto heroico” y pidieron más ataques similares. Cuando los comandantes de Hamás en Gaza llevaron a cabo el horrible ataque del 7 de octubre de 2023 contra Israel, Al Jazeera transmitió en vivo a los líderes de Hamás en Doha celebrando el ataque con una oración de gratitud.

Qatar no puede albergar, financiar y empoderar a los cerebros del terrorismo mientras finge sorpresa cuando esos mismos terroristas traen el fuego israelí al suelo qatarí. Un estado no puede disfrutar del prestigio de patrocinar terroristas mientras espera inmunidad ante las consecuencias. La soberanía es un arma de doble filo. Si Qatar permite que Hamás ataque a un estado soberano vecino, Israel inevitablemente extenderá el campo de batalla al propio Qatar.

Esta no fue la primera humillación de Qatar en 2025. A principios de este año, las fuerzas iraníes atacaron Doha como advertencia a las monarquías del Golfo contra alinearse demasiado con Washington y Tel Aviv. Ahora, Israel ha transmitido su propio mensaje. Es raro que un mismo país sea blanco de ataques tanto de Irán como de Israel el mismo año. El simbolismo es evidente. Las tradicionales maniobras engañosas de Qatar, financiando a Hamás mientras alberga bases estadounidenses, apaciguando a Irán mientras corteja a Washington y empoderando a los Hermanos Musulmanes mientras busca alianzas con sus vecinos árabes, no han protegido a Qatar, como creía, sino que lo han convertido en un objetivo para todos estos bandos. Como advierte el famoso proverbio árabe: «Quien intenta sentarse en dos sillas a la vez, acaba cayendo entre ellas».

Para Israel, este ataque fue más que una simple represalia; fue la declaración de una nueva doctrina de disuasión. Los líderes de Hamás se creían intocables bajo la protección real de Doha. Sus discursos y planes se elaboraban en hoteles de lujo, se transmitían a millones de personas a través del imperio mediático de Qatar y se protegían con la influencia diplomática del emirato. Al romper esa ilusión de seguridad, Israel ha alterado las reglas del juego. Ahora, ningún santuario está garantizado, ni siquiera en las deslumbrantes torres de Doha. Esto conmociona a toda la región. Turquía, Líbano e incluso las capitales europeas que apoyan discretamente a las redes islamistas deben afrontar la nueva realidad. Israel ha demostrado estar dispuesto a perseguir a Hamás no solo en Gaza o Cisjordania, sino dondequiera que el grupo planee su próximo ataque.

La pretensión de Qatar de mediador en el conflicto entre Israel y Hamás se ha desmoronado. La mediación solo tiene credibilidad cuando el mediador es imparcial o, al menos, no apoya activamente a una de las partes. Las vías financieras de Qatar a Hamás y su promoción ideológica de las narrativas islamistas lo descalifican para ese papel. Cada acuerdo de alto el fuego en Gaza de los últimos dos años que Qatar impulsó tenía menos como objetivo lograr la paz que brindarle un salvavidas a Hamás.

Como he sañalado en mi trabajo anterior sobre la trayectoria futura de la región, Oriente Medio se ve cada vez más marcado por un conflicto entre actores comprometidos con la estabilidad y actores comprometidos con el conflicto perpetuo. Qatar se ha alineado sistemáticamente con estos últimos. La retórica vacía de la Liga Árabe sobre el desarme de Hamás suena igual de hueca. Durante años, los gobiernos árabes toleraron la doble estrategia de Doha porque les ahorraba los costos de enfrentarse directamente a Hamás. Esa paciencia ya no es sostenible. Si el ataque de Israel demuestra algo, es que el precio de tolerar el terrorismo en su territorio (o en el territorio de su vecino) es muy alto.

Ahora, Qatar enfrenta a la difícil decisión entre alinearse con el bien o con el mal. Qatar puede continuar su danza pecaminosa con Hamás, Irán y otros. Sin embargo, ya no puede permitirse la ilusión de que puede comprar la protección de Washington o escapar de las represalias de Israel. Antes de que sea demasiado tarde, Qatar debe elegir con decisión entre el camino de una estatalidad constructiva y el camino del patrocinio del terrorismo.

El ataque en Doha es más que un simple mensaje de Israel; es una advertencia para la región. Oriente Medio se encuentra en un punto de inflexión. Las cuatro tendencias que ya están configurando el futuro de la región son visibles: el declive de los centros tradicionales de poder árabes, el auge de actores armados no estatales que asumen roles políticos, la erosión de antiguas alianzas y la creciente disposición de Estados como Israel a actuar unilateralmente cuando su supervivencia está en juego. La situación de Qatar refleja ahora estas cuatro tendencias.

La soberanía no puede ser un escudo para los Estados que facilitan el terrorismo. La mediación no puede ser una tapadera para financiar a grupos extremistas. Y la diplomacia de lujo no puede reemplazar la responsabilidad política. Al atacar a los líderes de Hamás en Qatar, Israel ha redefinido el mapa de la rendición de cuentas en Oriente Medio. Qatar se enfrenta ahora a una disyuntiva: ¿se aliará con las fuerzas de la estabilidad, la paz y la responsabilidad, o se aferrará al espejismo del patronazgo islamista y el conflicto perpetuo? El mundo observa.

Fuente: The Jerusalem Center for Security and Foreign Affairs

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