Ataque israelí en Qatar debilita la percepción de seguridad de los Países del Golfo

Por Yoel Guzansky e Ilan Zalayat

El ataque de la Fuerza Aérea Israelí contra la oficina política de Hamás en Doha, la capital de Qatar, el 9 de septiembre, tiene implicaciones no solo para la guerra en Gaza y las relaciones entre Israel y Qatar, sino también para todos los Estados del Golfo, en particular en sus relaciones con Estados Unidos.

Durante décadas, las seis monarquías del Golfo habían asumido que Estados Unidos garantiza su seguridad frente a amenazas externas, dada su importancia como principales exportadores de energía y la presencia de bases estadounidenses en su territorio.

Un ataque en el corazón de una capital del Golfo por parte de un aliado cercano de Washington —probablemente incluso con su conocimiento— cuestiona esta suposición, incluso si el propio Hamás es un actor controvertido en el Golfo.

Desde la perspectiva del Golfo, el ataque en Doha se asemeja a dos eventos de los últimos años: el ataque iraní a las instalaciones petroleras en el este de Arabia Saudita en 2019 y el ataque con drones hutíes en Abu Dabi en 2022.

En ambos casos, la ausencia de una respuesta estadounidense adecuada llevó a Arabia Saudita y a los Emiratos Árabes Unidos a comprender que ya no podían contar con la protección estadounidense como antes, lo que los impulsó a cambiar de rumbo: de la confrontación con Teherán a la reconciliación con este país, y de la dependencia exclusiva de Washington a una estrategia de cobertura que incluía un acercamiento a China y Rusia.

Washington invirtió importantes esfuerzos para reafirmar y fortalecer su posición en el Golfo contra esta tendencia.

Los Emiratos Árabes Unidos recibieron amplios beneficios a cambio de renunciar al establecimiento de un puerto chino y de poner fin a la cooperación con varias empresas chinas en su industria de inteligencia artificial.

Incluso se ofrecieron a Arabia Saudita garantías formales de seguridad a cambio de la normalización de relaciones con Israel.

La reciente visita del presidente Trump al Golfo, en mayo, reforzó la sensación de que las relaciones habían retomado la senda positiva: Arabia Saudita, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos se comprometieron cada uno a invertir más de un billón de dólares en la economía estadounidense, convencidos de que dicha declaración de intenciones consolidaría una vez más el interés de Estados Unidos en salvaguardar su seguridad.

Sin embargo, el ataque en Doha ha reavivado estas preocupaciones con fuerza.

Si bien no hay alternativa a Estados Unidos como aliado militar, aquello podría llevar a los países del Golfo a reconsiderar sus políticas, por ejemplo, en lo que respecta a las inversiones masivas en Estados Unidos, la cooperación en seguridad y tecnología con China y Rusia, e incluso a la profundización de los lazos con Irán.

En el caso de Qatar, es probable que Turquía incremente su presencia militar en el país y consolide su papel como garante adicional de la seguridad catarí.

Fuente: INSS – The Institute for National Security Studies

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