Israel: Luz para las naciones frente a la injusta acusación de genocidio

Por alkasbe

La historia nos enseña que no hay acusación más grave, más lacerante y más manipulada que la de genocidio. Decir que un pueblo comete genocidio es decir que niega el derecho mismo a la existencia del otro.

Esta semana, la Comisión de Investigación de la ONU, liderada por Navi Pillay, ha emitido un reporte que acusa a Israel de cometer genocidio contra los palestinos. Como cristiano evangélico, como estudioso del Medio Oriente y como jurista consciente del peso del derecho internacional, no puedo permanecer en silencio frente a semejante distorsión.

Israel no es un Estado genocida. Israel es el Estado del pueblo judío, un pueblo que conoce en carne propia lo que significa ser víctima del genocidio más atroz de la historia: la Shoá.

De seis millones de judíos exterminados en Europa surgió el clamor bíblico y profético de que el pueblo de Abraham debía regresar a su tierra ancestral. Desde 1948, Israel ha estado rodeado de enemigos que han declarado explícitamente su intención de borrarlo del mapa. Y aun así, contra viento y marea, Israel no solo ha sobrevivido: ha florecido.

Quien acusa a Israel de genocidio ignora deliberadamente el contexto. Gaza no está gobernada por un movimiento pacifista, sino por Hamás, una organización cuyo propio estatuto proclama la destrucción de Israel y la instauración de un califato islámico.

Desde 2005, cuando Israel se retiró completamente de Gaza, lo único que ha recibido a cambio han sido cohetes, túneles de terror y ataques indiscriminados contra su población civil. ¿Qué nación en la tierra toleraría que sus hijos vivan bajo sirenas antiaéreas diarias sin defenderse?

El derecho internacional reconoce el derecho inalienable de todo Estado a la autodefensa. Israel emplea uno de los sistemas de defensa más sofisticados y humanitarios jamás vistos: advierte a la población civil antes de atacar, utiliza tecnología de precisión para minimizar bajas inocentes y, aun en medio de la guerra, abre corredores humanitarios y permite la entrada de ayuda médica y alimentaria.

¿Puede alguien con honestidad intelectual llamar “genocida” a un Estado que emplea sus recursos militares para salvar vidas -incluso de sus enemigos- mientras enfrenta a un adversario que se esconde detrás de escuelas, hospitales y mezquitas?

La contribución de Israel al mundo es inconmensurable. Desde tecnologías médicas que salvan millones de vidas, hasta innovaciones agrícolas que combaten el hambre en África, pasando por avances en ciberseguridad, inteligencia artificial y energías renovables. Un país del tamaño de un pequeño departamento colombiano se ha convertido en un motor de desarrollo global. Cumpliendo así la promesa hecha a Abraham: “En ti serán benditas todas las naciones de la tierra”.

No se trata aquí de negar el sufrimiento del pueblo palestino. Todo sufrimiento humano debe ser reconocido. Pero una cosa es reconocer el dolor, y otra muy distinta es manipularlo políticamente para justificar la demonización de un Estado democrático que defiende a sus ciudadanos. Quienes realmente se preocupan por los palestinos deberían exigir el fin del régimen de terror de Hamás, que sacrifica a su propio pueblo como escudo humano y desvía recursos de ayuda internacional para fabricar armas.

El informe de la ONU no construye paz: siembra odio. No protege a los inocentes: los convierte en instrumentos de propaganda. No promueve justicia: perpetúa una narrativa que, en lugar de acercar a israelíes y palestinos a una solución negociada, los hunde en la desconfianza y la polarización.

Como cristiano, recuerdo que el Señor nos llama a bendecir a Israel y orar por la paz de Jerusalén. Como jurista, sé que el derecho internacional no puede ser un arma selectiva usada por quienes jamás han condenado a los regímenes verdaderamente genocidas de nuestro tiempo: Siria, Corea del Norte, Irán. Como ciudadano del mundo, sé que si Israel cae, no solo perderemos una democracia en el Medio Oriente: perderemos una luz para las naciones.

Israel no es perfecto. Ningún país lo es. Pero acusarlo de genocidio no solo es una injusticia, es una afrenta a la memoria de las víctimas del verdadero genocidio, y una traición a la verdad. Quien ama la justicia debe rechazar el informe de Navi Pillay y defender a Israel, no por capricho político, sino porque la verdad, la historia y la esperanza lo demandan.

La entrada Israel: Luz para las naciones frente a la injusta acusación de genocidio se publicó primero en Aurora Israel Noticias en Español.