Por Yaakov Lappin
Qatar presenta al mundo dos caras que, en apariencia, se contradicen, pero que en realidad constituyen dos caras de una misma política exterior calculada y destructiva.
Esta política posiciona a Qatar como un mediador internacional esencial, a la vez que es, en la práctica, un pilar central del movimiento de la Hermandad Musulmana (Hamás) y proporciona alojamiento y apoyo a otros elementos terroristas, generando inestabilidad regional mediante la incitación sistemática en Oriente Medio y financiando actividades antiisraelíes y antioccidentales en todo Occidente.
Esta dinámica se expresó con claridad el 29 de septiembre de 2025 en la llamada telefónica trilateral, mediada por el presidente estadounidense Donald Trump, entre el primer ministro Benjamín Netanyahu y el primer ministro de Qatar, Mohammed Al Thani.
En la llamada, Netanyahu lamentó la muerte de un guardia de seguridad catarí durante un ataque israelí contra los líderes de Hamás en Qatar el 9 de septiembre, admitió haber violado la soberanía catarí y prometió que un suceso así no volvería a ocurrir.
La disculpa fue una condición explícita de Qatar para reanudar su participación en las negociaciones de alto el fuego en la Franja de Gaza, que Qatar había suspendido tras el ataque.
El papel de Trump fue crucial. Promovió un plan de 21 puntos y necesitaba la influencia de Qatar sobre Hamás, así como su apoyo al plan (que, según se informa, sufrió cambios para reflejar los objetivos de guerra israelíes, para decepción de los cataríes).
El comunicado de la Casa Blanca enfatizó el deseo de Trump de encaminar las relaciones con Qatar por una “vía positiva” tras el ataque.
Parece haber una conexión directa entre este deseo y los acuerdos firmados por el presidente estadounidense con Qatar en mayo, por un valor aproximado de 1,2 billones de dólares, y la presencia de la Fuerza Aérea de EE. UU. en la base aérea de Al Udeid, la mayor base estadounidense en Oriente Medio.
La disculpa fue el precio que Israel pagó a Estados Unidos y, a cambio, el gobierno estadounidense presentó un plan de paz para la Franja de Gaza que reflejaba con precisión los principales objetivos de guerra de Israel (la liberación inmediata de todos los rehenes, el desmantelamiento de las armas de Hamás, incluidos los túneles, y la desmilitarización de la Franja).
La llamada condujo a un acuerdo para establecer un “mecanismo tripartito” para mejorar la coordinación y resolver las quejas.
Esto puede considerarse un marco impuesto por Estados Unidos para gestionar la fricción inherente entre sus dos aliados, más que una señal de cooperación significativa.
El ataque israelí rompió el entendimiento tácito de que los líderes de Hamás eran “inmunes” en Qatar y obligó a Qatar a afrontar los riesgos directos para la seguridad de su política de patrocinio.
Durante años, Israel toleró la presencia de Hamás en Qatar como un “mal necesario” que proporcionaba un canal de comunicación y mediación.
El ataque en Doha señaló que ya no hay refugios seguros. Durante años, Qatar ha albergado a los líderes políticos de Hamás, proporcionándoles una base de operaciones segura y prestigiosa desde la que dirigen sus actividades, recaudan fondos y llevan a cabo la diplomacia internacional.
Qatar también albergó durante años al predicador islamista egipcio Sheikh Yusuf al Qaradawi, quien hasta su fallecimiento (en 2022) fue el líder espiritual de la Hermandad Musulmana y emitió fatwas islámicas que permitieron a organizaciones terroristas yihadistas llevar a cabo atentados suicidas en todo el mundo.
La organización que ayudó a fundar, la Unión Internacional de Eruditos Musulmanes, difunde ideas extremistas desde Qatar por todo el mundo musulmán y entre las comunidades musulmanas de Occidente.
En respuesta al ataque israelí, Qatar convocó una cumbre árabe-islámica de emergencia en Doha el 15 de septiembre.
En la cumbre, con la participación de casi 60 países, el ataque fue enérgicamente condenado como una violación “traicionera y cobarde” de la soberanía qatarí. En el discurso inaugural, el emir de Qatar, Al Thani, acusó a Israel de intentar deliberadamente “frustrar las negociaciones” para un alto el fuego en Gaza.
Otros líderes, como el presidente turco Erdoğan, pidieron sanciones económicas, mientras que el presidente de Irán instó al aislamiento de Israel.
La declaración final de la cumbre expresó su “apoyo absoluto” a Qatar y condenó el ataque.
El Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) anunció la activación de mecanismos de defensa conjuntos.
Sin embargo, a pesar de la dura retórica, las profundas divisiones entre los países impidieron la adopción de medidas tangibles y vinculantes, y la cumbre concluyó sin resultados prácticos significativos.
Pero en la práctica, esta conferencia fue una muestra de la hipocresía diplomática en su totalidad.
La brecha entre los discursos de los países árabes respecto a Qatar y sus acciones es una clave importante para comprender su verdadera percepción de este Estado que apoya el terrorismo en el Golfo. El 5 de junio de 2017, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Egipto rompieron todos sus vínculos con Qatar, imponiéndole un bloqueo total por tierra, mar y aire.
Las razones oficiales fueron explícitas: el apoyo de Qatar al terrorismo y al extremismo, la financiación de grupos radicales como la Hermandad Musulmana y Hamás, sus estrechas relaciones con Irán y su uso de la cadena Al Jazeera para alimentar la agitación regional.
Estas acusaciones, provenientes del corazón del mundo suní, demuestran que el temor a la conducta de Qatar no es exclusivo de Israel, sino que lo comparten las principales potencias árabes.
El “Cuarteto Árabe” presentó una lista de 13 demandas no negociables, que incluían el cierre de la cadena Al Jazeera, la ruptura de vínculos con la Hermandad Musulmana, la degradación de las relaciones con Irán y el fin de la presencia militar turca en Qatar.
Qatar rechazó estas demandas, alegando que constituían una violación de su soberanía.
El bloqueo finalizó oficialmente con la “Declaración de Al Ula” en enero de 2021. Sin embargo, fue una reconciliación superficial.
Fue impulsado principalmente por el deseo de Arabia Saudita de unidad regional ante la llegada de la administración Biden y un nuevo enfoque hacia Irán. Catar no hizo concesiones significativas en los temas centrales. Su ministro de Asuntos Exteriores declaró explícitamente que no degradaría sus relaciones con Turquía ni con Irán tras la reconciliación.
Esto significa que las razones subyacentes de la crisis persistieron: la reconciliación fue un alto el fuego táctico, no un acuerdo de paz estratégico.
El bloqueo logró el resultado contrario, obligando a Catar a ser más independiente y resiliente.
Profundizó sus lazos con Turquía e Irán por necesidad, fortaleció su producción nacional y expandió sus rutas comerciales globales, emergiendo finalmente de la crisis como un actor más fuerte y autónomo.
El fin del bloqueo en 2021 no fue una rendición catarí, sino una victoria estratégica.
Esto demuestra que la política de desafío de Qatar funciona y lo anima a continuar con su estrategia de doble vía sin temor a consecuencias significativas.
Una demanda central del bloqueo de 2017 fue el cierre de Al Jazeera y sus filiales. El “Cuarteto Árabe” veía la cadena como una plataforma para grupos islamistas, una herramienta para incitar disturbios dentro de sus fronteras y el portavoz de una agenda antisaudí y antiemiratí.
El hecho de que el cierre del principal portavoz del régimen catarí fuera una exigencia fundamental en una disputa interestatal tan aguda subraya la percepción de Al Jazeera no como un canal de noticias, sino como una influencia operativa y un brazo propagandístico del Estado catarí.
Si bien parece que Al Jazeera aún no puede operar en Arabia Saudita, Bahréin y Egipto, los Emiratos Árabes Unidos anularon la decisión de ilegalizar a la emisora en 2023 como parte de la reconciliación.
Por lo tanto, es razonable concluir que este problema central sigue sin resolverse. Arabia Saudita está dispuesta a negociar y dialogar con Qatar, pero aún considera a Al Jazeera como una amenaza que debe mantenerse a distancia.
Esto demuestra que persiste la percepción de Qatar como un actor hostil y peligroso.
Fuente: Alma – Research and Education Center
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