Evaluación estratégica y nueva etapa de operaciones
Tras semanas de intensas deliberaciones entre Jerusalén y Washington, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) recibieron una instrucción directa: prepararse para la implementación inmediata de la primera fase del plan del presidente estadounidense Donald Trump, cuyo objetivo es liberar a los rehenes retenidos en Gaza y crear las condiciones para un alto al fuego supervisado.
El jefe del Estado Mayor, teniente general Eyal Zamir, encabezó una evaluación especial con los principales mandos de la institución militar. La reunión, descrita como “de alta sensibilidad operativa”, definió las prioridades tácticas y los nuevos parámetros de actuación del Comando Sur, mientras el gobierno israelí detiene las operaciones ofensivas para enfocarse en una defensa integral de las fuerzas desplegadas en el terreno.
La decisión de Zamir y el cambio de eje operativo
La orden emanada del escalón político y transmitida por Zamir marca un punto de inflexión en la conducción de la guerra. Las FDI pasan de la ofensiva urbana a una postura de contención y protección, ajustando su dispositivo ante posibles emboscadas y ataques sorpresa.
El comunicado oficial del ejército subrayó que “la seguridad de nuestras fuerzas es de suma importancia y todas las capacidades del Comando Sur se asignarán a la defensa”. La medida refleja una transición hacia una estrategia de disuasión dinámica, en la que Israel busca preservar su poder militar mientras evalúa el desarrollo del plan norteamericano y las condiciones para su aplicación en el terreno.
Zamir, reconocido por su disciplina táctica y su perfil analítico, enfatizó la necesidad de mantener la preparación máxima y la coordinación entre unidades. En un contexto donde la información cambia minuto a minuto, el jefe del Estado Mayor ha insistido en una “respuesta inmediata ante cualquier amenaza” y en la actualización constante de inteligencia en tiempo real.
El equilibrio entre política y seguridad
El viraje israelí responde a una conjunción de factores políticos, diplomáticos y militares. La iniciativa de Trump -anunciada con la promesa de liberar a todos los rehenes y sentar las bases de una paz duradera- introduce una presión inédita sobre Jerusalén. Aceptar la primera etapa del plan implica detener temporalmente las ofensivas, pero también confiar en un proceso liderado desde Washington con la participación de mediadores internacionales.
Para Israel, ese paso no se da a ciegas. Las FDI mantienen su control operacional sobre Gaza y las zonas adyacentes, mientras los equipos de inteligencia elaboran evaluaciones diarias sobre los movimientos de Hamás y otras milicias. El objetivo, según fuentes militares, es garantizar que cualquier concesión táctica no derive en una pérdida estratégica.
El gobierno israelí ha reiterado que la liberación de los rehenes es una prioridad nacional, pero advierte que la seguridad de las tropas en el terreno no se negociará bajo ninguna circunstancia. En este sentido, la coordinación entre el Estado Mayor, el gabinete de seguridad y los negociadores en el extranjero se ha vuelto más estrecha que nunca.
La dimensión militar de la tregua propuesta
En los próximos días, una delegación israelí viajará para discutir los mecanismos de implementación de la propuesta norteamericana. Entre los temas más sensibles se encuentra la lista de prisioneros palestinos que podrían ser liberados a cambio de los rehenes israelíes, una decisión que requiere consenso entre los distintos niveles de seguridad y política.
Mientras tanto, las FDI continúan en estado de alerta elevada. La orden de Zamir no implica desmovilización, sino reorganización estratégica: las brigadas se mantienen desplegadas, los sistemas de defensa aérea operan al máximo y la inteligencia electrónica amplía su alcance sobre el sur de Gaza y la frontera con Egipto.
Israel busca mantener la iniciativa y evitar que la tregua propuesta se interprete como un signo de debilidad. La posición del Estado Mayor es clara: cualquier alto al fuego debe sustentarse en garantías verificables y en una estructura de supervisión que no limite la capacidad israelí de actuar frente a amenazas emergentes.
Reflexión final: la prudencia como doctrina
El movimiento ordenado por Eyal Zamir muestra que la conducción militar israelí ha optado por una estrategia de prudencia activa. Israel no renuncia a su capacidad de acción, pero reconoce que la estabilidad requiere un equilibrio delicado entre fuerza y cálculo político.
El plan de Trump, más allá de su viabilidad inmediata, ha forzado a Israel a repensar sus prioridades tácticas y diplomáticas. En ese contexto, las FDI se convierten nuevamente en el núcleo de la seguridad nacional: un instrumento de defensa, disuasión y resiliencia frente a un entorno incierto.
El reloj de Trump puede haber comenzado a correr, pero la medida del tiempo -como siempre en Oriente Medio- la determinarán los acontecimientos sobre el terreno y la capacidad israelí de anticiparse a ellos.

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