László Krasznahorka: El profeta del abismo y las raíces judías del Nobel 2025

Cuando el Premio Nobel de Literatura 2025 fue anunciado, el nombre de László Krasznahorkai resonó como una plegaria oscura. El jurado lo distinguió “por su obra visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte”. Pero detrás del escritor húngaro que descoloca a críticos y hechiza a lectores, se oculta una historia marcada por silencios familiares, exilios interiores y una memoria judía que atraviesa su obra como una corriente subterránea.

Orígenes y herencia: identidad, apellido y el silencio revelado

László Krasznahorkai nació el 5 de enero de 1954 en Gyula, al sureste de Hungría, en una familia de clase media. Su padre, György Krasznahorkai, era abogado; su madre, Júlia Pálinkás, funcionaria pública.

Su herencia judía paterna permaneció oculta durante sus primeros años. Originalmente, su apellido era Korin, un apellido judío que su abuelo decidió cambiar en 1931 a Krasznahorkai, de resonancia húngara, para proteger a la familia del antisemitismo creciente en Hungría. Krasznahorkai ha declarado que “Con ese nombre Korin, nunca habría sobrevivido”. La revelación de su ascendencia judía se produjo cuando tenía once años, dejando una profunda huella en su sensibilidad y en su comprensión del mundo y del sufrimiento.

Esa herencia invisible recorre toda su literatura: el sentimiento de desarraigo, la conciencia de lo irredimible y la búsqueda de una trascendencia posible en medio del caos.

De la juventud errante al despertar literario

Durante su juventud trabajó como vigilante nocturno en una granja. Una madrugada —mientras ayudaba a castrar un cerdo bajo un amanecer marrón y espeso— comprendió que debía dedicarse a escribir. Esa escena brutal se convirtió en su revelación: la palabra como resistencia al sinsentido.

Estudió Derecho y más tarde Lengua y Literatura Húngaras en la Universidad Eötvös Loránd de Budapest, donde investigó el exilio de Sándor Márai, otro escritor húngaro de raíces judías. Esa doble formación —jurídica y literaria— marcó su obra con una estructura moral y una prosa de intensidad casi mística.

El arquitecto del lenguaje: un estilo único

Krasznahorkai escribe sin pausas ni concesiones. Sus frases, de páginas enteras, son ríos hipnóticos que envuelven al lector en una respiración infinita. Cada oración parece un pensamiento obsesivo que se niega a callar.

Su estilo recuerda a Thomas Bernhard, Franz Kafka y Marcel Proust, pero con un tono propio, entre el profeta bíblico y el testigo contemporáneo. Él mismo lo definió así: “No escribo para describir el mundo, sino para soportarlo”.

Principales obras y sus temas

1. Sátántangó (1985) Su primera novela, considerada su obra maestra, retrata un pueblo rural desolado tras la caída del comunismo. Los personajes viven atrapados en la mentira, la esperanza y el engaño colectivo. La adaptación cinematográfica de Béla Tarr, de siete horas, es una joya del cine de autor.

Temas: decadencia moral, manipulación, mesianismo falso, desesperanza.

2. La melancolía de la resistencia (1989) Una pequeña ciudad húngara recibe la llegada de un circo ambulante con una gigantesca ballena muerta. Ese acontecimiento provoca un caos social y político que refleja la descomposición del alma colectiva.

Temas: el colapso del orden, el miedo como herramienta de poder, la multitud como ente irracional.

3. Guerra y guerra (1999) Escrita durante su estancia en Nueva York, la novela narra la obsesión de un archivista húngaro por preservar un manuscrito que considera sagrado. Viaja al extranjero para publicarlo en Internet antes de suicidarse.

Temas: la escritura como acto de salvación, la locura mística, el exilio interior.

4. Seiobo allá abajo (2008) Una obra monumental en la que dioses, artistas y mortales se cruzan en distintos tiempos y culturas. Desde el Japón zen hasta el Renacimiento italiano, el libro explora la belleza como experiencia espiritual. Ganó el Premio Man Booker International en 2015.

Temas: la perfección inalcanzable, el arte como divinidad, la eternidad en lo efímero.

5. Barro divino (2016) Una serie de relatos conectados que revelan la persistencia del mal y la esperanza en un mundo que se desmorona. La ironía y el tono apocalíptico se mezclan con un lirismo extremo.

Temas: la corrupción del alma moderna, la fragilidad de la fe, la búsqueda de pureza.

6. Herscht 07769 (2022) Publicada recientemente, esta obra mezcla filosofía, sátira y teología. Un manuscrito perdido y un mundo al borde del colapso sirven como metáfora del fin de la razón occidental.

Temas: el apocalipsis cultural, la memoria y la revelación, la duda frente a la verdad.

Amores, familia y soledad elegida

Krasznahorkai estuvo casado dos veces: primero con Anikó Pelyhe y luego con Dóra Kopcsányi, sinóloga y diseñadora gráfica. Tiene tres hijas —Kata, Ágnes y Emma— y vive en Szentlászló, Hungría, en un retiro casi monástico.

Quienes lo conocen lo describen como un hombre austero, silencioso y de mirada intensa. Dedica horas a la música clásica y evita cualquier vida pública. Rechaza la fama, prefiere la precisión.

El viajero del pensamiento

Vivió en Alemania, Japón, China y Estados Unidos, atraído por el budismo zen y la filosofía taoísta. Esos viajes ampliaron su visión del tiempo y la existencia, que en sus obras adquieren un tono universal: ni Oriente ni Occidente, sino el hombre frente al vacío.

Creencias, ética y el peso de la historia

Aunque evita hablar de religión, su literatura tiene una profunda carga espiritual. En ella resuenan ecos del Antiguo Testamento, del exilio judío y de la culpa europea posterior al Holocausto. Para Krasznahorkai, escribir es un acto moral: “El arte no puede mentir sin perder su alma”.

El escritor que sobrevivió a sí mismo

Durante años, Krasznahorkai atravesó una vida de excesos, soledad y desesperanza. En su juventud, el alcohol lo acompañó como una sombra: una forma de huida, pero también una

búsqueda de silencio. Jamás romantizó esa etapa. Con el tiempo la transformó en comprensión. “Para escribir, primero tuve que destruirme”, confesó sin dramatismo.

Esa caída lo volvió humano, y de esa humanidad nacieron sus libros. En cada página se percibe el pulso de alguien que ha tocado fondo y ha regresado con una claridad deslumbrante. Como otros grandes escritores marcados por la autodestrucción —Joseph Roth, Malcolm Lowry, Dylan Thomas—, Krasznahorkai no escribió sobre el dolor ajeno, sino sobre el suyo, y lo convirtió en arte.

Leerlo no es un ejercicio intelectual: es un acto de compasión. Su pasado atormentado, lejos de ensombrecerlo, lo redime. Krasznahorkai sobrevivió a sí mismo y al ruido del mundo, y en esa supervivencia encontró la voz que hoy lo consagra: la de un hombre que ha descendido al abismo y ha vuelto con palabras.

Epílogo: el profeta melancólico

László Krasznahorkai es más que un narrador: es un místico del siglo XXI, heredero de Kafka y de las Escrituras. Su prosa, densa y luminosa, explora la condición humana con la precisión de un cirujano y la compasión de un profeta. Hijo de una tradición judía que conoció el silencio, convirtió ese silencio en palabra. Y en tiempos de ruido, su voz nos recuerda que la literatura no entretiene; despierta.

 

Marta Arinoviche