El expresidente de Francia, Nicolas Sarkozy, cumplió este martes su ingreso formal en la prisión de La Santé, en el corazón de París. Se trata de una escena histórica: el primer presidente de la V República francesa en ser encarcelado, tras haber sido condenado a un año de prisión efectiva por los delitos de corrupción y tráfico de influencias en el denominado “caso de las escuchas”.
Sarkozy, quien gobernó entre 2007 y 2012, llegó al centro penitenciario bajo una cobertura mediática masiva. Decenas de periodistas y fotógrafos se concentraron desde temprano ante la residencia del exmandatario y frente a las puertas del establecimiento para registrar un momento sin precedentes en la historia reciente de Francia.
Condena y condiciones especiales
El Tribunal de Casación confirmó la pena de un año de prisión efectiva, y el exmandatario cumple su condena en un módulo especial destinado a reclusos de alto perfil. Según informaron los diarios Le Monde y Le Parisien, Sarkozy dispone de una celda individual equipada con ducha privada, escritorio, televisión y una línea telefónica sometida a controles estrictos.
El espacio cuenta con vigilancia permanente y un régimen de movimientos restringido, pero ofrece mayor privacidad y confort que el resto de las instalaciones. El exjefe de Estado no comparte ni duchas ni espacios comunes, y posee un pequeño área para actividad física. Estas condiciones, inusuales en el sistema penitenciario francés, reavivaron el debate sobre los supuestos privilegios de las figuras políticas en la justicia.
Visitas de Carla Bruni y debate público
El exmandatario puede recibir visitas tres veces por semana, entre ellas las de su esposa, la cantante y ex primera dama Carla Bruni, así como las de su equipo legal. La mayoría de los 700 internos de La Santé, en cambio, deben conformarse con celdas colectivas y servicios compartidos, en medio de una crónica sobrepoblación penitenciaria.
Los medios franceses destacaron que el entorno de Sarkozy justificó estas condiciones como una “medida de seguridad lógica”, dadas su notoriedad y los posibles riesgos de convivencia con otros presos. No obstante, para parte de la opinión pública, el trato recibido confirma la existencia de beneficios exclusivos para exdirigentes, un tema que sigue dividiendo a la sociedad francesa.
Una defensa persistente
Sarkozy mantiene su inocencia y ha anunciado la presentación de un recurso ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. En reiteradas ocasiones, ha calificado su proceso judicial como una “persecución política sin precedentes”. Pese a su condena, conserva apoyo entre sectores del centroderecha francés, que lo consideran víctima de una justicia excesivamente politizada.
El caso, que combina justicia, política y medios, vuelve a poner a Francia frente a la pregunta sobre la igualdad ante la ley y los límites del poder.

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