Por Alkasbe
El 13 de octubre de 2025, con el retorno oficial de los últimos rehenes vivos, Israel experimentó lo que muchos llamaron un día de júbilo y alivio. Pero ese alivio ahora coexiste con una sombra que no se disipa: 13 cuerpos de rehenes fallecidos continúan sin ser devueltos por Hamás.
Esa cifra -13- no es un detalle menor. Es una cifra que interpela la conciencia colectiva, que cuestiona el valor que se da a la dignidad humana en medio de las negociaciones políticas. Si los vivos han regresado, ¿por qué esos cuerpos siguen cautivos? Esa es la grieta moral que amenaza con quebrar el pacto de paz.
Un duelo que no puede cerrarse
Cada una de esas 13 tumbas sin cerrojo representa historias que no pueden concluir: padres que no pueden enterrar a sus hijos, viudas sin ataúd para su esposo, familias sin certeza para cerrar su duelo.
El relato oficial de Hamás apunta a obstáculos logísticos: escombros masivos, zonas inaccesibles, rutas destruidas. Pero esas explicaciones no justifican que se permita avanzar en fases políticas mientras ese capítulo permanezca abierto.
- Israel mantiene que Hamás conoce la ubicación de los cuerpos restantes y que algunas de sus excusas son pretextos dilatorios.
- El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) ha sido autorizado a acompañar los esfuerzos de búsqueda en áreas bajo control israelí.
- Egipto ha desplegado maquinaria pesada y expertos para colaborar.
Pero esas acciones necesitan un telón claro: que se exija la devolución íntegra antes de avanzar.
La paz sin entierro es una tregua con ceniza
Este conflicto, más que histórico, es existencial. Un pacto parlamentario, una hoja de ruta internacional, un cese al fuego… todo eso cobra sentido si hunde sus raíces en la justicia, no en la imposición de condiciones.
Permitir que un terrorista retenga cuerpos es aceptar que la muerte se convierta en diplomacia. Es rendir al chantaje más obsceno: el del silencio eterno. Esa rendición no es neutral; favorece al más brutal.
Para Israel, para cualquier Estado que afirma proteger a sus ciudadanos, no sirve una paz que arranca antes de que se devuelvan los muertos. Esa paz es una tregua temblorosa: basta un impulso para que se abra la fisura.
Para quien se conmueve con la condición humana, con independencia de fronteras, no hay argumento legítimo que justifique que una veintena de familias siga con tumbas vacías mientras se venden acuerdos y se firman tratados.
Lo que debe exigirse con urgencia
- Condición previa innegociable: antes de avanzar hacia el gobierno interino, la retirada o nuevas concesiones, Israel debe afirmar públicamente que no lo hará mientras esos 13 cuerpos permanezcan sin entregar.
- Mecanismo forense internacional: expertos independientes deben verificar la recuperación, identificación y devolución, evitando entregas parciales, cuerpos erróneos o simulaciones.
- Vinculación diplomática estricta: Estados mediadores y donantes tienen que condicionar cualquier avance o ayuda futura al cumplimiento real de esta obligación.
- Transparencia absoluta: el país y los medios que apoyan el pacto deben rendir cuentas de cada entrega, cada chequeo forense, cada demora oficial. La tregua no puede edificarse sobre la opacidad.
Para quien apoya y para quien cuestiona
Si crees que Israel tiene derecho a defenderse, entonces debes entender que la defensa ética implica no negociar con cadáveres retenidos. Si criticas la política israelí o te conmueves más por Gaza, considera que exigir el entierro no es militarismo: es humanidad.
Las iglesias cristianas, los organismos de derechos humanos, todos deberían elevar sus voces no por un bando sino por ese mandato inalienable: que ningún cuerpo quede irreclamado, que ninguna familia quede sin consuelo.
Porque hace falta más que un tratado para sanar el dolor: hace falta restitución, cierre, dignidad. Y hoy, ese cierre depende de esos 13 nombres que aún esperan que el mundo reconozca su costo.
La entrada Trece tumbas vacías: cómo una paz incierta se construye sobre el dolor no exhumado se publicó primero en Aurora Israel Noticias en Español.