Sinagogas en Ucrania bajo fuego ruso

Por Yarom Gamburg

El 24 de octubre de 2025, un misil ruso impactó la sinagoga central de la ciudad de Jersón, en el sureste de Ucrania.

Aunque no explotó, el misil destruyó completamente el edificio; el rabino sobrevivió milagrosamente, ya que había salido del edificio segundos antes del impacto.

La misma sinagoga también fue atacada el 9 de octubre, cuando un proyectil de racimo ruso impactó una de sus paredes.

El 22 de octubre, durante un rutinario bombardeo sobre Kiev, la capital de Ucrania, un dron ruso impactó una sinagoga en el barrio de Podil, causando graves daños.

En agosto de este año, al día siguiente de Tisha B’Av, un dron ruso “Shahed” impactó la histórica sinagoga de la ciudad de Odesa, en el sur de Ucrania.

La frecuencia de los ataques contra sinagogas genera dudas sobre su carácter accidental, especialmente a la luz de las afirmaciones de las autoridades rusas de que su ejército utiliza misiles y drones avanzados e “inteligentes”.

A pesar de las declaraciones rusas de que sus operaciones militares solo persiguen objetivos estratégicos y militares, los bombardeos rusos del interior de Ucrania han dañado gravemente la infraestructura civil del país, con la clara intención de convertirlo en un lugar inhabitable.

Los lugares de culto pueden considerarse, por tanto, objetivos prioritarios, cuya destrucción socava el tejido social de la población.

Tres años y medio después de la invasión, la brutalidad y el cinismo con que Rusia ha conducido la guerra ya no sorprenden a nadie.

El presidente ruso, Putin, tiene pocos motivos para sentir simpatía por la comunidad judía ucraniana.

La identidad judía del líder ucraniano, Volodímir Zelenski, enfurece a la cúpula rusa, que intenta convencer al mundo de que Ucrania está gobernada por un régimen neonazi.

Putin y sus ministros emplean una retórica abiertamente antisemita contra Zelenski, combinando tergiversaciones del Holocausto con teorías conspirativas antioccidentales.

Mientras el presidente ruso acusa a los judíos de perseguir a la Iglesia Ortodoxa Rusa en Ucrania, su ministro de Relaciones Exteriores, Serguéi Lavrov, ha filosofado sobre las supuestas raíces judías tanto de Hitler como de Zelenski.

Sin embargo, la ira del Kremlin no se dirige únicamente contra Zelenski.

Los líderes de la comunidad judía ucraniana han apoyado públicamente la soberanía del país y su lucha contra Rusia.

El rabino Moshe Asman, rabino jefe de Ucrania y emisario de Jabad, condenó enérgicamente la invasión rusa.

El hijo de Asman, soldado del ejército ucraniano, murió en combate.

No es casualidad que un alto asesor del Consejo de Seguridad de Rusia arremetiera contra el movimiento Jabad en Ucrania, calificándolo de «secta que controla el país».

Ya sean deliberados o fortuitos los ataques contra sinagogas, Rusia no ha ofrecido disculpas.

Igualmente preocupante es la respuesta internacional, o mejor dicho, su ausencia.

Aunque la mayoría de las sinagogas dañadas pertenecen al movimiento Jabad, el Gran Rabino de Rusia, Berel Lazar, estrecho aliado de Putin, ha guardado silencio.

Las organizaciones judías internacionales y los gobiernos occidentales no han condenado los ataques.

Asimismo, Estados Unidos, mediador entre Rusia y Ucrania para poner fin a la guerra, no ha expresado ninguna protesta. Israel también ha permanecido en silencio.

El silencio de la comunidad internacional subraya la normalización de la guerra en Ucrania.

Este silencio también erosiona la base moral que sustenta la lucha global contra el antisemitismo.

Más allá de su dimensión moral, la lucha contra el antisemitismo reviste una clara importancia estratégica.

Esto es cierto en el caso del antisemitismo rampante en Europa Occidental y es igualmente relevante para los repetidos bombardeos rusos contra sinagogas en Ucrania.

Es crucial no permitir que este fenómeno se normalice.

Fuente: INSS – The Institute for National Security Studies

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