Zygmunt Bauman, filósofo, sobre qué ocurre cuando cumples 40 años: “Lo que más miedo les causa es tener una identidad aferrada a ellos, un traje que no te puedes quitar”

El sociólogo polaco reflexionó sobre la llamada “crisis de los 40” como símbolo de un malestar más profundo de la modernidad líquida.

La llamada crisis de los 40 no siempre tiene que ver con un cambio físico o con una sensación de pérdida del tiempo. Para el filósofo y sociólogo Zygmunt Bauman, este momento vital representa algo mucho más profundo: el miedo a quedar atrapados en una identidad fija en un mundo donde todo cambia constantemente.

“Les paraliza el miedo de que las cosas ya no sean como antes. Y lo que más miedo les causa es tener una identidad aferrada a ellos. Un traje que no te puedes quitar”, afirmaba Bauman.

La angustia del cambio permanente

El pensador polaco, fallecido en 2017, fue una de las voces más influyentes de la sociología contemporánea. Su análisis de la “modernidad líquida” —concepto que utilizó para describir la volatilidad de las relaciones humanas, la economía y la identidad— sigue siendo una referencia clave para entender cómo vivimos en el siglo XXI.

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Zygmunt Bauman en el documental “In the same boat”

En una sociedad que glorifica la juventud, la flexibilidad y la adaptación, cumplir 40 años puede convertirse en un punto de inflexión. Ya no se trata solo de cumplir objetivos personales o profesionales, sino de afrontar la pregunta de quiénes somos cuando las etiquetas empiezan a pesar.

Inmediatez. El filósofo explicaba que esta inseguridad proviene de la propia naturaleza del mundo moderno: “Estamos acostumbrados a un tiempo veloz, seguros de que las cosas no van a durar mucho, de que van a aparecer nuevas oportunidades que van a devaluar las existentes.”

En esa búsqueda constante de lo nuevo, lo inmediato y lo mejor, el ser humano termina sintiendo miedo a quedarse quieto, a no poder cambiar de dirección, a tener que aceptar un papel que ya no puede modificar.

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Profesor de sociología y autor de varias obras. Zygmunt Bauman

La ‘vida líquida’: libertad o vacío

Bauman definía al individuo contemporáneo como un líquido dentro de un vaso, capaz de cambiar de forma con el más mínimo movimiento. Esa flexibilidad, decía, se ha convertido en una exigencia del sistema: gobiernos, empresas y cultura nos impulsan a ser “adaptables”, “multifuncionales” y “abiertos al cambio”.

“Ser flexible significa que no estés comprometido con nada para siempre, sino listo para cambiar la sintonía, la mente, en cualquier momento en el que sea requerido. Esto crea una situación líquida”, advertía.

Pero esa aparente libertad tiene un coste. Vivir sin raíces, sin certezas y sin vínculos duraderos genera una nueva forma de inseguridad emocional y social. Lo que antes se consideraba estabilidad —un empleo fijo, una pareja estable o una identidad definida— ahora se percibe como una trampa.

Zygmunt Bauman en Barcelona

Zygmunt Bauman en Barcelona

La fragilidad del bienestar moderno. El sociólogo alertaba de que esta sensación de precariedad no afecta solo a los sectores más vulnerables, sino también a las clases medias que, pese a tener éxito, viven con el temor de perderlo todo. “Menos el 1% que está arriba del todo, nadie puede sentirse hoy seguro”, afirmaba Bauman.

Su reflexión cobra aún más relevancia en una época marcada por la incertidumbre económica, el exceso de información y la búsqueda constante de validación externa. La vida líquida, decía, ha convertido la inseguridad en un estado permanente.

Cumplir 40: un espejo de la modernidad

Bauman veía en la crisis de los 40 un espejo de la sociedad líquida: una etapa en la que el miedo a perder la libertad se mezcla con el deseo de encontrar sentido.

Para muchos, llegar a esa edad es sinónimo de cambio, de replantearse objetivos o de cerrar etapas. Pero, según el pensador polaco, también es el momento en que el alma busca estabilidad en un mundo que solo ofrece movimiento.

Cumplir 40, desde la mirada de Bauman, no significa perder la juventud, sino tomar conciencia de que la identidad no puede seguir reinventándose eternamente sin raíces.

Por Marc Mestres

Fuente: Lavanguardia