Rabin 30 años

Este 4 de noviembre se cumplen treinta años del asesinato de Itzjak Rabin a manos de Igal Amir. Por aquellos años un tal Itamar Ben-Gvir celebró el hecho. Hoy ostenta un poder impensado en Israel.

La Historia no puede contarse en modo contra-fáctico: qué hubiera sucedido si… sólo puede contarse tal como fue, con las variables que introducen los puntos de vista, las ideologías, y la información.

A pocos días del regreso de los veinte rehenes vivos desde los túneles de Gaza dos soldados israelíes murieron en una emboscada en los túneles de Gaza. Uno de esos soldados nieto de un uruguayo fundador del kibutz Ein Hashlosha en la frontera con Gaza.

Dos generaciones y 75 años más tarde los ideales siguen vivos. El sueño de aquel fundador era que sus hijos y nietos no tuvieran que vivir por la espada.

Los ideales viven pero la realidad ha sido más contundente. Pasados estos dos años difícilmente alguien pueda imaginar una realidad muy diferente a la que se ha impuesto por la fuerza. Junto al alivio y la contenida alegría de la liberación de los rehenes vivos y el lento y engorroso regreso de los muertos, nadie puede ignorar la incertidumbre del futuro. Un ‘nuevo Oriente Medio’ llevará no dos sino varias generaciones para crearse. Si es que se crea.

Soy hijo de pioneros que renunciaron a su desafío pero que nunca abandonaron ni la mística ni los valores que nutrieron su juventud. La cruel ironía del destino, por lo tanto, me abruma. Cuando ya se cuentan 960 caídos en esta guerra, cuando el acuerdo se sabe tan frágil, cuándo el futuro es tan incierto, una historia puntual, una historia ‘mínima’, simboliza el derrotero de todo un pueblo, toda una nación.

Han pasado dos años de #Oct7 y he vuelto a Israel una vez más. Me traen los afectos. Tengo que mirar al país a los ojos: en la gente en la calle, en los semáforos, en la TV. Me refugio en los afectos pero la realidad me desafía. Como en junio 2023, siento que camino sobre una realidad forzada y frágil.

Como si el trauma de #Oct7 y sus consecuencias no fuera suficiente, ahora Israel se encamina al ‘día después’: ley de conscripción para los ultra-ortodoxos, elecciones, Gaza, Judea y Samaria…

La TV nos muestra múltiples realidades: una encuesta de Canal 12 que pone a Netanyahu al frente; las manifestaciones de ultra-ortodoxos en Jerusalém; el abuso de un detenido palestino que se filtra; una entrevista en horario central a Maxim Herkin, rehén de Hamas; y sátira política con final optimista con Alon Ohel, rehén de Hamas, al piano. ‘La vida sigue’, pero es otra vida. El israelí no se resigna a no ser feliz, pero la realidad interna y externa no lo hace sencillo.

Puedo conjeturar como casi cualquiera. Las charlas de café sobre el futuro de Israel y el pueblo judío son casi una falta de respeto frente a la complejidad de la situación, la infinidad de variables que están en juego, de Washington a Estambul, de las Ieshivot a las manifestaciones. Cuesta decirlo, pero ya no hay ‘klal Israel’; hemos vuelto a ser ‘las tribus’ que nos dieron origen.

Como bien dice mi esposa Karin Neuhauser, probablemente la dinámica de Medio Oriente ganó al modelo europeo liberal de los padres fundadores. Habrá que aprender a vivir bajo ese modelo.

Sigo creyendo en el Sionismo como única opción, pero el Judaísmo es demasiado diverso: el Sionismo debe actualizarse. Ha probado su viabilidad, su poder, su resiliencia, su potencia económica. Es tiempo de volver a sus valores originales; en todo caso, actualizarlos.

Vovlviendo a Rabin Z’L: merecía morir en su tiempo y circunstancia, no asesinado. Pero no era tan prometeico como para torcer la Historia. Honrémoslo, pero dejemos su memoria en paz.

Israel no cambió porque asesinaron a Rabin; asesinaron a Rabin porque Israel estaba cambiando y no podíamos verlo. El problema no es que perdimos a Rabin antes de su tiempo; el problema es que Israel ha perdido su brújula.