Introducción:
Cada noviembre, la memoria vuelve a arder.
La llamada Noche de los Cristales Rotos -los pogromos del 9 y 10 de noviembre de 1938- fue el presagio del Holocausto: sinagogas incendiadas, hogares saqueados, vitrinas hechas polvo. Ochenta y siete años después, el 7 de octubre de 2023, el pueblo judío volvió a enfrentar el terror con idéntico desconcierto: familias masacradas, cuerpos secuestrados, el eco del odio otra vez habitando la tierra.
Este poema nace desde esa doble memoria. No pretende equiparar tragedias, sino recordar la persistencia de una herida que atraviesa generaciones. Entre la ceniza y la fe, entre la oscuridad y la llama que insiste, “El pueblo judío sigue de pie” es un acto de afirmación: la vida como respuesta, la fe como raíz, la memoria como deber.
Porque el odio cambia de idioma, pero no de propósito.
Y la memoria -cuando se honra- es una forma de luz.
Bajo las mismas estrellas
Bajo las mismas estrellas, seguimos de pie,
entre sueños quebrados y mil saltos de fe.
El mismo pueblo, distinta gente.
Cambian las caras, no la corriente.
El mismo instinto: seguir con vida,
entre cristales como cortinas.
Cambian los siglos, nunca el afán.
No nos perdona la humanidad.
Somos distintos hasta en la piel.
Nuestra memoria es un largo viaje
entre las sombras de los paisajes.
Mismas estrellas, distinto “Amén”,
y nuestros rezos sobre el andén.
El mismo miedo, otro antifaz.
Nuestros ancestros siguen sin paz.
Si los conflictos siguen sonando,
nuestra paciencia sigue estallando.
Persiste el odio con otro traje.
Nuestra conciencia carga equipaje.
Con la osadía como destino,
sobre los templos nos construimos.
La historia persiste, la vida también:
la llama en el templo se enciende otra vez.
Seis las velas que hacen memoria.
Siete el día que arde en la historia.
Ocho excusas que ya no alcanzan.
Nueve, la noche de la venganza.
Diez, los cristales cubren las calles.
Once vagones hacia la muerte.
Doce las tribus de los portales.
Nosotros, los que oímos llover vidrios en noviembre de 1938.
Nosotros, los que oímos caer truenos como si la muerte nos buscara.
Nosotros, los que tememos la noche mientras abrazamos la vida.
Nosotros, los que miramos de frente a pesar de las consignas.
Nosotros, relámpagos extintos, estrellas caídas,
los que siempre hemos sabido de expulsiones y salidas.
Nosotros, el pueblo judío, que incluso tras el 7 de octubre, elige la vida una y otra vez.
—¿Quién nos contó de la noche estrellada?: La misma noche que vimos pasar.
—¿Quién nos habló con palabras sagradas?: El mismo Dios al que rezaba Abraham.
—¿Qué repetimos cuando todo se quiebra?: El pueblo judío vuelve a reinar.
—¿Qué le decimos al mundo que calla?: “Nunca más es ahora.” No es consigna, es verdad.
Nosotros, los que sobrevivimos al fuego y al humo,
los que vimos Auschwitz convertirse en sinónimo del odio,
lo que vimos un festival para la paz convertirse en casería,
los que vimos kibutzim naufragar entre metrallas y heridas.
Nosotros, los que honramos a nuestros muertos entre humo y concreto
para que la memoria no sea un cuarto oscuro,
le gritamos al mundo: no hay neutralidad en el umbral del olvido.
Bajo las mismas estrellas seguimos de pie,
no por costumbre, sino por fe.
Si el odio regresa, sabrá lo que ve:
el pueblo judío sigue de pie.
Raquel Markus – Finckler
Periodista. Escritora. Poeta. Editora
@escritora.creativa
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